Las esporas que lo reproducen circulan por el aire al vaivén del viento. Es una amenaza para la salud, pero no pone en riesgo la vida de los afectados. Solo un tipo de hongo específico puede ser mortal. Aquí su prevención, diagnóstico y tratamiento.
No es un vegetal ni un animal. Forma parte del reino fungi, el de los hongos, en el que existen unas 100.000 especies de moho, un hongo en forma de vello minucioso, “… que del polvo y la humedad se cría […] en el pan y otras cosas por estar mucho tiempo en lugares húmedos”, según el Diccionario de Autoridades de 1726-1737. La palabra tiene origen en el latín mufa o muffa, como se conoce hoy en italiano. En portugués, otra lengua romance, se dice mofo. En castellano antiguo, esta voz se encontró por primera vez en documentos escritos en 1270.Crece en lugares cerrados, de aire húmedo y de temperaturas altas y medias. En cualquier lugar del mundo, con excepción de los polos. A esos lugares idóneos arriban por miles las esporas o células microscópicas, llevadas por el aire y movidas por el viento, pues son maestras de la reproducción cuando encuentran el ambiente adecuado. Allí germinan, viven a gusto y forman cientos de millones de células alargadas como hilos o filamentos llamadas haifas, que se unen en colonias y forman una trama aterciopelada llamada micelio, que es la parte del moho que puede verse a simple vista, y puede ser de color gris, marrón, negro, azul, blanco o verde.
Sus texturas son como la superficie de la Luna. Se alimentan de materia animal y vegetal, como panes, quesos, frutas, carnes y vegetales, sobre todo de los que tienen un alto contenido de agua. Son parte de la naturaleza. Pueden contener bacterias.
Es cuando inician su vida e invaden mundos herméticos, oscuros y penumbrosos, a veces abandonados, que cubren muros, pisos, paredes, alfombras, muebles, ropas, libros y cachivaches. Todo lo que encuentran a su paso. También a la intemperie, en las sombras, en los troncos de los árboles, en lo profundo de los bosques. Incluso, en el mundo de la cultura, alcanzan hasta una connotación social figurada, no literal. Es el caso en el Caribe colombiano, cuando una persona no progresa, se le nota la precariedad económica en el color marchito de la piel, en las ropas mustias, la gente dice entre dientes, a su paso —medio en serio, medio en broma—, “está pasando por una mohosera”.
Como el fuego, el moho puede causar daños, pero también aportar beneficios. En cuanto a estos últimos, hay muchos medicamentos que lo tienen como base u origen. Pero hay un descubrimiento legendario a partir del moho verde. Hace casi un siglo, en el otoño de 1928, el médico y bacteriólogo escocés Alexander Fleming descubrió por azar la penicilina en unos experimentos en su laboratorio. Notó que el moho, llamado después Penicillium notatum, que había aplicado encima de unas placas sobre un cultivo bacteriano, tenía efectos antibióticos.
Una variedad de este moho Penicillium también está detrás de algunos logros alimenticios, como los quesos brie, camembert, azul danés, gorgonzola, roquefort y Stilton. Igual tienen una deuda con el moho, alimentos como el salami, la salsa y el vinagre de soya, el yogur y la cerveza. Incluso se usan hongos como abono natural, ecológico y alternativo a los químicos, en agricultura, horticultura y jardinería, porque arroja los mismos resultados, no contamina y regenera los suelos.
Muchos vinos no alcanzarían esa condición si no interviniera alguna variedad de moho en su proceso de maduración. En el ámbito de la vinicultura se le llama “la podredumbre noble”, pues realza el sabor de los azúcares de las uvas durante el cultivo. También durante el tiempo en bodega. Tanto, que unos cultivadores de uvas de Hungría un día dijeron que “Un moho noble promete un buen vino”.
De acuerdo con informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), alrededor del 25 % de los cultivos de alimentos en el mundo contienen toxinas asociadas al moho.
Riesgos, molestias y cuidados
En cuanto a los riesgos y daños que causa el moho, se cuentan varios. En tiempos remotos, el moho fue usado como parte de tácticas de guerra entre ejércitos enemigos para contaminar y envenenar pozos de agua de comunidades rivales. Esta práctica fue un nefasto adelanto de las guerras o armas biológicas actuales. También era usado para afectar los cultivos de centeno. En la Edad Media, en Francia, provocaba en muchas personas oleadas de dolorosos ardores, gangrena, ataques epilépticos y alucinaciones.
En la actualidad, se ha identificado un carcinógeno muy potente causado por un moho, la aflatoxina, a la que se le atribuyen decenas de miles de muertes anuales; también se usa como arma biológica. Es producida por hongos del género Aspergillus, que crecen sobre todo en el maní, las nueces de Brasil y las almendras.
En el portal de la BBC News Mundo, se advierte en el artículo ¿Cuándo es el moho en los alimentos peligroso para la salud?, “… como una regla sin matices, se podría decir que los mohos verdes y blancos tienden a ser inofensivos, mientras que los marrones deberían ser evitados”.
Aparte de este lado oscuro del moho, en la vida cotidiana, al ingerirlo por osadía o desconocimiento, es más una molestia que una amenaza para la salud. Vivir (inhalar) largo tiempo en ambientes con moho o consumir alimentos en cantidades diminutas con estos hongos puede causar síntomas como congestión e irritación nasal y sinusitis, estornudos o tos áspera y seca; irritación de la piel y sarpullido; dificultades digestivas (dolor, náuseas, vómitos y diarrea); múltiples problemas respiratorios (dificultad para respirar, respiración rápida y entrecortada o desencadenar o empeorar el asma); dolores de cabeza, mareos, fatiga y problemas de concentración, y ardor, lagrimeo o enrojecimiento de los ojos.
Si los afectados tienen sistemas inmunológicos débiles o son más sensibles a las toxinas del moho, estos síntomas pueden resultar más intensos. De todos modos, por lo general son temporales y de fácil tratamiento.
Consumir, de forma desprevenida, alimentos con moho en pequeñas cantidades, no causa problemas a la salud. Solo si se consumen alimentos con altos contenidos de moho surge algún riesgo. “El estómago es un entorno hostil (demasiado ácido), por lo que, en su mayor parte, la mayoría de las bacterias y los hongos no sobrevivirán”, dijo en 2023 el gastroenterólogo Rudolph Bedford a las periodistas Aryelle Siclait y Lauryn Higgins, de la revista Women’s Health.
Cómo cuidarse del moho
Además de lo necesario que es aprender algunos hábitos para evitar el moho en los alimentos y sus consecuencias, estar alerta a sus indicios o presencias es muy importante. Primero, aguzar la vista para encontrar puntos, coloraciones sospechosas y filamentos erizados; segundo, afinar el olfato para olisquear tufaradas fuertes y desagradables, que son señales claras de alguna anomalía. En general, el moho exhala olores a humedad reciente, a algo terroso, subterráneo, a hojas y tallos en descomposición.
Lo anterior no es suficiente, porque el moho puede estar presente en el interior de alimentos, sin ser detectable por estos dos sentidos, lo que obliga a buscarlo con más rigor. Sobre todo, cuando el almacenamiento no ha sido el adecuado, hay humedad excesiva en el lugar o la higiene es deficiente. En frutas y vegetales, por su mayor carga de agua, su presencia es más probable, aunque no sea evidente. La intuición y la duda pueden ayudar a evitarlo.
Para prevenir la ingestión de moho en los alimentos, expertos en el tema recomiendan:
- Examinar con atención los alimentos para rastrearlos. Prefiera siempre los que están frescos.
- Comprar pequeñas cantidades de alimentos para que el moho no tenga tiempo de crecer.
- Guardar los alimentos de inmediato en la nevera y consumirlos antes de la fecha de caducidad, si la tienen.
- Revisar los alimentos con regularidad para prevenir.
- Comer los restos de comida que tiene en la nevera, lo más pronto posible.
- Limpiar con regularidad la nevera y la despensa.
En el artículo Moho en la comida: riesgos y excepciones a conocer, el portal Digital Salud afirma: “Si encuentra moho en alimentos duros, como algunos embutidos, cortar la parte afectada puede ser suficiente. Sin embargo, en alimentos blandos (frutas y verduras), donde el moho puede penetrar más profundamente, lo más seguro es descartarlos [...] los panes y las frutas, por su naturaleza porosa, deben desecharse por completo si presentan moho, ya que las esporas pueden haberse extendido más allá de lo visible. La clave está en entender la estructura y composición del alimento para tomar la decisión más segura. Siempre que tengas dudas, es preferible optar por la seguridad y descartar el alimento, evitando así posibles riesgos para tu salud y la de tu familia”.
Diagnóstico y tratamiento
El moho también es un alérgeno, una sustancia que causa alergia. Como flota en el aire y suele ser transportado por el viento, se le considera un aeroalérgeno. Es el origen “de muchos casos de rinitis, sinusitis, conjuntivitis y asma de curso crónico, y también puede producir otras enfermedades alérgicas más raras, como las neumonitis por hipersensibilidad y las micosis broncopulmonares alérgicas”, afirma María Victoria Moreno, alergóloga de Colsanitas. De todos modos, la alergia al moho es menos frecuente que la que ocasionan otros alérgenos como los ácaros.
Los mohos más implicados en las enfermedades alérgicas son los de los géneros Alternaria, Cladosporium, Aspergillus y Penicillium.
El diagnóstico debe hacerlo el alergólogo al revisar al paciente y analizar los datos de la historia clínica, las pruebas cutáneas, las pruebas de provocación y el análisis en el laboratorio de la presencia de anticuerpos de la clase IgE en la sangre del paciente ante los hongos.
“Las herramientas con las que manejamos las enfermedades alérgicas a los hongos son las mismas que para otras causas de sensibilización. Estas son: el tratamiento farmacológico con medicamentos que disminuyen la inflamación y mejoran los síntomas y, en algunos casos el tratamiento con inmunoterapia específica después de identificar con claridad el tipo de hongo causante. La prevención está basada en evitar lugares húmedos, reparar las goteras o zonas de humedad en las casas y mejorar la ventilación”, señala la alergóloga Moreno.
Es amplio el abanico de prácticas, hábitos y medidas para combatir el moho, como los ambientes húmedos, que están en su origen y propagación. También, mantener una higiene adecuada en todos los lugares de la vivienda y hacer una compra inteligente de los alimentos y almacenarlos de forma segura. Las esporas están ahí, en el aire, frente a nosotros, como cualquier organismo vivo, con sus herramientas naturales que patrullan el entorno, en su insaciable búsqueda de alimento para vivir. Cualquiera sucumbe a su invasión.
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