La experiencia de David Jiménez Torres, autor del libro “El mal dormir”, deja ver los desafíos y repercusiones de la falta de sueño que afecta a millones de personas en el mundo.
David Jiménez Torres, el autor del libro El mal dormir, es doctor en Estudios Hispánicos de la Universidad de Cambridge. Antes estudió historia y filología en la Washington University y cursó un máster en Literaturas y Culturas Europeas. Jiménez Torres es entonces alguien que, por definición, lee. Lee profusamente. Aún así, en los libros que
han pasado por su vida ha encontrado pocos personajes que sin un motivo aparente y de manera regular se vayan a la cama sabiendo que será difícil quedarse dormidos.
David, además, ha escrito novelas como Salter School (2007) y Cambridge en mitad de la noche (2018), ensayos como El país de la niebla (2018) y es columnista del periódico El Mundo, sin embargo en sus textos tampoco abundaban los insomnes ni los humanos que se acuestan a batallar con ellos mismos hasta quedarse dormidos. Todo esto importaría poco, si no es porque él ha dormido siempre mal.
La mayoría de personajes que no pueden dormir en la literatura tiene siempre un motivo: es un castigo por algo que se ha hecho mal o por una inquietud que necesita rumiar más; el mal dormir de David no tiene una causalidad tan inmediata. Duerme mal porque tiene un cronotipo vespertino, que hace que le cueste conciliar el sueño antes de la una o dos de la madrugada, pero con la fortuna de luego poder dormir algunas horas completas.
Según el doctor Rafael Lobelo, neumólogo, somnólogo y coordinador nacional de las clínicas de sueño para Colsanitas, los cronotipos son los momentos en los que la persona debe realizar cada actividad del día para estar bien, incluído el sueño, y el cronotipo vespertino es justamente “tener mejor percepción de actividad en la tarde que en la mañana”.
Lo suyo es una condena genética. Él sabía que funcionaba distinto porque su lucidez aparece con más intensidad entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada, horas que normalmente dedica a la escritura, pero fue con este libro que supo que no era un capricho de su cuerpo obstinado y de su deseo de escribir que aparecía siempre cuando los otros se iban a la cama, sino que su organismo funciona así.
No recuerda haber tenido una epifanía que le dijera entre líneas: este es el libro que sigue. Más bien fue un reconocimiento paulatino de que dormir mal era parte importante de su vida y nunca se había detenido a pensarlo demasiado y menos a escribir sobre ello. “Nunca había pensado que fuera un material sobre el que pudiera escribir y poco a poco te das cuenta de que sí porque da forma a tu manera de estar en el mundo, de percibir las noches, el trabajo, las relaciones con los demás”.
Supo, además, que lo que quería era escribir un ensayo donde su experiencia personal se mezclara con otros libros, otros investigadores, el recuerdo de algunas noches especialmente malas y las anécdotas y estrategias detrás del mal dormir suyo y de personas cercanas.
La imagen que da el libro, publicado por Libros del Asteroide en el 2022, luego de ser ganador del I Premio de No Ficción de esta editorial, es la de alguien que está intentando dormirse y se le van ocurriendo ideas distintas que terminan siempre en el mismo lugar: un hombre palpando una puerta en la que no encuentra aberturas, una puerta que parece no existir para él pero existe para quienes lo rodean y que también pueden acceder a ella cuando así lo desean.
Dormir no parece una tarea mayor. Por eso mal dormir se parece tanto al fracaso. “Dormir lo hace desde la persona más lista a la más tonta, de la menor a la mayor. No parece algo tan difícil y al mismo tiempo…”, cuenta David cuando habla de la sensación primaria que aparece en las noches donde no hay manera de apagarse; pero sobre todo cuando habla de la sensación del otro día. Se siente como un fracaso porque no logras hacer algo que tu cuerpo necesita y a la mañana hay frustración, cansancio y la pregunta por lo imposible: ¿Por qué no dormí cuando podía?
Las horas que se pasan en vigilia, además, son horas desperdiciadas dentro del imperativo de la producción constante, son horas que no sirven para nada. No estás trabajando porque estás cansado de no haber dormido tan bien el día anterior y porque no es tan fácil rendirse ante la búsqueda del sueño, y estás estresado por saber si podrás dormir esta noche y así conquistar mejor el día de mañana. A largo plazo la frustración viene por dedicar horas y horas a algo que no consigues dominar.
Además del cansancio, para David el problema es que estos momentos no suelen venir con sosiego, sino que su cabeza busca lugares algo más oscuros. Hace el comparativo con el libro Esperando a Godot de Samuel Beckett, “Hablando, viviendo cosas incoherentes, absurdas, esperando algo que no saben qué es, no saben si va a venir o cuándo, pero sabes que tiene que esperarlo. Eso sí que me parece una metáfora literaria perfecta para el mal dormir. Son voces en tu cabeza que están produciendo palabras y pensamientos constantemente”.
Para David las noches en vigilia suelen estar acompañadas por pensamientos negativos, no es miedo ni escozor ante el silencio y la oscuridad de la noche, sino que su cerebro opta por arrojarle escenarios poco placenteros, además de la ya frustrante sensación de no estar cerca de quedarse dormido. Según Lobelo, estos bucles de pensamiento se adquieren por desbalances, “para que haya sueño debe haber un equilibrio biológico, psicológico y social; quienes no tienen ese equilibrio pueden experimentar trastornos de sueño”. Para el escritor, las estrategias de contar ovejas o contar con los números del uno al 100 son solo eso: estrategias. Algo que le da estructura a la mente y le permite, a él por lo menos, alejarse de esos bucles de pensamientos negativos. Ha experimentado con varias y por ahora usa una algo esperanzadora: repasar momentos en los que ha sido feliz.
La soledad, sin embargo, nunca ha sido un problema para él. Incluso siente que estar a solas durante algún tiempo es algo que necesita, cree que incluso las noches incómodas tal vez lo han entrenado hacia ese lugar, pero “la soledad que yo busco y echo de menos no es una soledad angustiante como sí pueden ser las noches de vigilia”. Soledad sí pero no así, diría. Claro que este libro lo ha hecho sentirse algo menos solo al poder hablar de esto con sus amigos y cercanos. De repente descubrió que había personas que compartían sus experiencias, incluída su madre que lo hizo sentir rodeado, sostenido.
En una sociedad como la de hoy, que premia y felicita la productividad, estar entre el grupo humano que no logra conciliar fácilmente el sueño en las noches es un problema, y es mayor si se es parte de la clase social que no puede sortear sus horarios para igualar el ritmo de sus ocupaciones; o sea si se es parte de la mayoría.
Leer este libro es enfrentarse a un hombre que en una posición horizontal busca encontrarle sentido a esta carencia que ha experimentado desde siempre. En ese tránsito mental se hace preguntas que a veces resuelve leyendo a otros, a veces conversando con sus seres cercanos y a veces las declara inconclusas.
El mal dormir es también estar frente a un escritor que sabe que su cerebro funciona más en las horas en las que otros duermen y quiere saber hasta qué punto está dispuesto a sacrificar su búsqueda del sueño en nombre de la literatura. Estos sacrificios, según el doctor Lobelo, pueden generar problemas que se reflejan en muchos órganos, “se pueden dar dificultades para concentrarse, memorizar, terminar procesos; afectaciones a nivel cardiovascular como hipertensión, taquicardia, sudoración; o a nivel metabólico como obesidad, ansiedad y otros”.
Luego de escribir este libro han pasado varias cosas en la vida de David: ha podido encontrar historias en sus amigos y lectores que lo hacen sentir menos solo, es padre de una niña de dos años que se despierta durante la noche y lo salva de pasar tres horas sin hacer nada porque debe ayudarla a dormir cuando el llanto aparece, y ha logrado reconciliarse un poco más con lo que pasa en su cabeza, con los pensamientos que asaltan en los largos ratos donde es imposible dormir. También tiene más claro lo que le gustaría que pasara: que se entienda más, que las afectaciones de la falta de sueño no sean más amables dependiendo de la clase social, que se hable de forma abundante para que todos entiendan y para que ellos, los mal durmientes, se sientan menos solos.
Dejar un comentario