Aunque a menudo se asocia con la pereza o la falta de interés, el aburrimiento en los niños es una oportunidad para que su cerebro explore, imagine y cree. Lejos de ser una señal de alarma, es un estado necesario para el desarrollo emocional, la creatividad y la tolerancia a la frustración. ¿Cómo acompañarlos sin caer en el exceso de estímulos?
¡Mamá, estoy aburrido! ¿No hay nada divertido para hacer? ¿Puedo usar la tableta un par de horas más? ¿Hasta qué hora estaremos en casa de los abuelos? ¿Cuánto tiempo debemos esperar aquí? ¿Me prestas tu teléfono? Si estas preguntas le son familiares, este artículo le dará luces.
“El aburrimiento es algo normal, natural y saludable”, apunta la psicóloga estadounidense Erin Westgate, cuyas investigaciones sobre este tema la han hecho merecedora de un doctorado y creadora de una teoría que relaciona el aburrimiento con dos dimensiones independientes: la atención, en tanto que si algo no genera interés, entonces será difícil concentrarse en la tarea y, el significado, puesto que la persona se desanima si no vincula el quehacer con algo valioso o importante.
Y, en este sentido, los aportes de la académica, a través del modelo MAC (por sus siglas en inglés: Meaning an Attentional Components), resultan de mucho provecho en el ámbito de la psicología, puesto que apunta directamente a las causas del aburrimiento, y puede ser útil para abordar casos individuales, pero también colectivos. Por ejemplo, encontrar el propósito (o significado) de ciertas actividades laborales o comunitarias puede ser la diferencia entre un grupo de trabajo comprometido y otro aburrido.

“No tener todo el tiempo entretenimiento instantáneo los ayuda a desarrollar tolerancia a la incomodidad y a buscar maneras de superar esos momentos por sí mismos, lo que fortalece su capacidad para lidiar con el fracaso”.
Al respecto, Karen Ortiz, psicóloga y neuropsicóloga escolar, explica que el aburrimiento es la manifestación de que el cerebro tiene “insatisfacción”. Carece, en ese momento, de un estímulo que lo enganche y demanda acciones para conectar con aquello que tenga significado, algo a lo que le encuentre sentido.
“Por esa razón, entra en una especie de letargo atencional, hasta tanto encuentre una actividad, una tarea o una situación que despierte de nuevo su interés. Por eso puede presentarse a cualquier edad, pero especialmente en niños y adolescentes, porque son etapas en las que son muy dependientes de lo que propongan hacer los adultos y, en estos tiempos, esos adultos están muy intoxicados por las condiciones de un entorno hiperconectado y demandante”, detalla la neuropsicóloga, quien se desempeña como directora del Centro de Estimulación Cognitiva y Apoyo Escolar Happy Therapy, en Bogotá.

Ni tan malo como lo pintan
Karen Ortiz advierte que el aburrimiento es un estado que el cerebro necesita para volverse más activo. Lo detalla así: “Los computadores, las tabletas, los teléfonos y los televisores llenan de dopamina el cerebro (que es la hormona que segrega el organismo cuando algo le gusta), a través de esos estímulos relacionados con los colores, la animación, los sonidos, la multiplicidad de mensajes, etc. Pero los adultos quieren que los niños y adolescentes dejen de consumir pantallas y hagan algo productivo. Por eso, llenan su agenda de actividades estructuradas, en las que siempre hay alguien diciendo cómo hacer las cosas, bien sea en clases de deporte, artes, tareas dirigidas, clubes de lectura. Entonces no les dejan chance de aburrirse, y esta es una experiencia que enseña a los niños a enfrentar la frustración. No tener todo el tiempo entretenimiento instantáneo los ayuda a desarrollar tolerancia a la incomodidad y a buscar maneras de superar esos momentos por sí mismos, lo que fortalece su capacidad para lidiar con el fracaso”.
La especialista apunta que cuando unos padres escuchan la expresión “Estoy aburrida(o)”, deberían decir ¡Bingo!, porque es esa frustración la que pueden aprovechar para empujar al cerebro a que imagine, cree o invente.
De hecho, la psiquiatra española Mariam Rojas dice que somos la sociedad de la inmediatez, en la que ya nadie está dispuesto a esperar por nada. Y resulta que esos tiempos de espera pueden ser estimulantes del pensamiento y la creatividad: “Entender que aunque haya cosas que sean inmediatas, no todo lo es; que el esfuerzo y la perseverancia es muchas veces lo que marca la diferencia para avanzar hacia nuestros objetivos y metas; que no siempre se libera dopamina en cada cosa que realizamos y que en ocasiones el refuerzo aparece de forma demorada o, incluso, no aparece, pero que aun así hay tareas poco estimulantes (o no motivantes) que hay que hacer. De esta forma, empezaremos a adaptarnos a la transición del mundo tecnológico en el que nos ha tocado vivir, y que va a seguir en movimiento hasta que nosotros ya no estemos en él”, comenta Rojas en un artículo titulado “Inmediatez en la era contemporánea: frustración”.
Los expertos dicen que, de acuerdo con la edad, el aburrimiento puede ser más o menos manejable. Antes de los cinco años de edad casi cualquier cosa que se le proponga a los niños puede ser un buen plan. Basta con que involucre alguna actividad física o manualidad para que les parezca atractiva. Pero a partir de los seis años ya no se puede solucionar con la misma facilidad, y entre los diez y los doce años se vuelve exponencialmente más complicado.

“La salida de la primera infancia implica muchos cambios. Es la etapa en la que comienzan a definir la autoestima y la autoimagen, ganan independencia y deben desarrollar la iniciativa y empezar a tomar ciertas decisiones. Igualmente, en la preadolescencia varían los intereses radicalmente. Entonces, los padres y maestros tienen que buscar soluciones más creativas a ese aburrimiento, encontrar la conexión con la línea de intereses que va evolucionando, involucrarse de manera más creativa en la vida de los niños, no solo como figuras de autoridad, sino también como guías para motivar y desafiar, siendo modelos de curiosidad, mostrándoles cómo disfrutar de aprender y explorar”, apunta Ortiz.
En este sentido, la psicóloga Margarita Acosta, especialista en psicología educativa y miembro del equipo de profesionales del Centro Terapéutico Salud Mental y Emocional adscrito a Colsanitas, agrega que, después de los seis años, niños y niñas tienen la necesidad de encontrar significado a las cosas, quieren explicaciones y justificaciones para todo. Se vuelven más exigentes y cuestionadores. Y, así mismo, los adultos tienen que ser más creativos y tolerantes.
“Los preadolescentes están en la etapa de encontrar el sentido de sí mismos y aprender a diferenciar sus habilidades y sus gustos. Se vuelven selectivos con las personas con las que se relacionan y la rebeldía pasa a ser una herramienta para llamar la atención, entre otras cosas, porque desestiman cualquier propuesta que no se corresponda con lo que ellos quieren hacer. La respuesta que tenemos que dar los adultos a eso se basa en la comprensión y en la creatividad. Y eso involucra, muchas veces, salir de nuestra zona de confort”, aconseja Acosta, agremiada del Colegio Colombiano de Psicólogos.
“El aburrimiento es la manifestación de que el cerebro tiene “insatisfacción”. Carece, en ese momento, de un estímulo que lo enganche y demanda acciones para conectar con aquello que tenga significado, algo a lo que le encuentre sentido”.
El autoexamen del adulto
“A los padres de familia cada vez les cuesta más generar actividades de alto impacto. Les es difícil hallar estrategias para sobreponerse a la necesidad que tienen los niños o adolescentes de permanecer horas en el chat o en internet. Y lo más preocupante es que algunos se están rindiendo. Están cansados, sobreexigidos, y buscan soluciones rápidas: les entregan el celular porque no les es fácil encontrar propuestas tan seductoras como las que ellos encuentran en el teléfono”, explica Margarita Acosta.
Alerta. El aburrimiento también puede ser una forma de expresar necesidades como compañía, atención, amor, tiempo. Por eso, Acosta comenta que una de las principales recomendaciones que hacen los terapeutas para facilitar la conexión con niños y adolescentes aburridos es la escucha activa: “Es usted procesando las ideas del otro, no las propias. Es usted involucrándose en lo que le cuentan, en sus preocupaciones y frustraciones, sin incurrir en juicios ni suposiciones prematuras. Es usted validando esas emociones que el otro siente, antes de enfrentarse o sobreponer sus emociones a las del otro”, detalla Acosta.
Sobre los adultos, la psicóloga considera que estamos demasiado distraídos todo el tiempo. ¿Cómo no se van a aburrir los niños? Tenemos que darnos la oportunidad y desarrollar habilidades de creatividad y autogestión con ellos. En lo práctico, Acosta propone jugar al stop para entrenar la agilidad mental y el vocabulario, inventar o leer adivinanzas, organizar un karaoke cualquier día de semana o hacer una receta sencilla en la que todos participen. También aconseja celebrar sus logros, volverse cómplice de sus aventuras, no solo decirles lo importantes que son para nosotros, sino demostrárselo permanentemente. Todo eso requiere tiempo y disposición.

Finalmente, Margarita Acosta plantea una breve lista de recomendaciones para ayudar a gestionar el aburrimiento con los niños:
- Antes de ceder a todas sus pretensiones, negocie.
- Demuestre que la flexibilidad, de parte y parte, forma parte de los acuerdos.
- Enséñele que se pueden hacer cosas que les interesen a ellos y otras que les interesen a ambos.
- Busque formas atractivas de hacer las propuestas, en las que ellos sientan que ganan algo.
- Desde que son muy pequeños, cultive actividades que les permitan valorar la compañía, las reuniones familiares, el contacto con la naturaleza, el reencuentro con amigos, la lectura compartida y el altruismo.
Este artículo hace parte de la edición 199 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.


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