La actriz colombiana más importante en Europa reflexiona sobre la dedicación que exige construir cada uno de los personajes que encarna, los retos que han llegado con la mediana edad y su reencuentro con el país.
Juana Acosta no deja nada al azar. Al menos no en lo que tiene que ver con su carrera. Revisa cada detalle milimétricamente: su maquillaje, su vestuario, cada una de las fotos que le toman. “Cuando se trata de mi imagen como actriz, me gusta estar siempre impecable”, afirma. Nada pasa sin su visto bueno. Le gusta que su equipo dé el 100 %, igual que lo da ella. El rigor y el compromiso con los que asume su trabajo la han llevado a ser una de las actrices colombianas más reconocidas de Europa.
En la sesión de fotos que hicimos en Adriano Casa República para acompañar esta entrevista lo dio todo. Se entregó con su sonrisa amplia y honesta; su carácter fuerte pero tremendamente amable; su figura elegante, flexible y firme; su voz grave, y su acento caleño, que por momentos resulta extraño para quien la ha oído hablar tantos años como madrileña.

Juana entendió muy joven que no podía, y no quería, seguir trabajando en televisión sin formarse como actriz. Viajó a España para estudiar teatro con el mejor: el director y maestro de actores argentino Juan Carlos Corazza, quien ha preparado a artistas como Margarita Rosa de Francisco, Javier Bardem y Alicia Borrachero. Desde entonces, no ha perdido la necesidad vital de construir cada uno de sus personajes con trabajo fuerte, con método y desde el corazón. De ahí que la carrera que ha construido sea tan sólida.
Ha hecho más de 30 series y 30 películas, además de algunas obras de teatro. En El Perdón, su obra más personal, usó la danza como instrumento para sanar la herida que llevaba abierta desde que asesinaron a su padre en Cali, en los noventa.
La actriz ha recibido premios en varios festivales de cine internacional y una nominación a los premios Goya. Desde hace algunos años trabaja como productora junto a su hermana, Valentina, y en 2025 volvió a Colombia para protagonizar Medusa, una de las series más exitosas de Netflix.
Se fue a España con la necesidad de formarse. Es evidente que su apuesta salió bien. Sin embargo, ¿hubo momentos en los que quiso devolverse, sabiendo que en Colombia tenía ya una carrera y fama?
La verdad tuve un periodo complicado, como la mayoría de los inmigrantes cuando dejamos nuestro país de origen. Es algo que se llama desarraigo, una sensación muy difícil de explicar. No me sentía ni de allá ni de acá. No vivía el día a día en Colombia, estaba lejos de mi familia, pero allá tampoco había creado mi círculo cercano y mi manera de hablar no se entendía bien. Es un limbo extraño y angustiante en el que uno se pregunta todo el tiempo “¿qué hice?, ¿por qué me vine para acá?”. Pero lo cierto es que esa fue la decisión que tomé. Además, poco después de terminar la escuela de teatro empecé a trabajar, conocí al papá de mi hija, formé una familia y tuve una historia de amor que duró 15 años.
Pero su historia no se parece a la típica historia de inmigrantes que deben lidiar con muchos problemas. A usted España la acogió con los brazos abiertos, muy rápidamente…
Es verdad, no sentí nunca un ataque por ser inmigrante. Pero no quisiera pasar por encima de ese desarraigo. Inventarse un camino en otro lugar, sin conocer a nadie, nunca es fácil. En mi caso, tuve que entrar a una industria totalmente ajena y para entonces éramos muy pocos los que decidíamos irnos a la aventura.
Hablemos de Juan Carlos Corazza, su mentor en la actuación. ¿Aún hoy prepara sus papeles con él?
Por Juan Carlos me fui a estudiar a España. Creé un vínculo muy estrecho con él y con el estudio. Él es parte de mi familia. Con él preparo prácticamente todo, especialmente lo que tiene que ver con cine. Vemos qué tengo para ofrecerle a ese personaje, y lo que no tengo me toca inventarlo. Luego, hacemos un trabajo muy técnico de ir entendiendo y dibujando todo el recorrido del personaje. En método es importante huir de la literalidad del texto; no actuar lo que está escrito sino la línea que está por debajo de la letra. Porque las personas casi nunca queremos decir lo que decimos.


Así como prepara sus personajes, ¿también se despide de cada uno de ellos?
Sí, cuando termino los proyectos trato de hacerle un pequeño ritual y homenaje a esa mujer que durante tantas semanas he encarnado. Intento hacerle una despedida muy simbólica. A veces cierro los ojos y la despido con una meditación y le doy las gracias, o camino por la playa y le abro espacio al próximo personaje. Es importante cerrar internamente, porque con cada personaje se abren asuntos delicados y es mejor que mi inconsciente y mi cuerpo entiendan que eso no es mío, que es de otra mujer que tiene otras circunstancias vitales.
Encontró en la danza una herramienta de sanación, una manera de cerrar la herida por el asesinato de su padre. Fue bailarina hasta ese día y lo retomó hace muy poco con la obra de teatro El Perdón…
Así es. Ese proceso fue espectacular para mí, tremendamente catártico y reparador. Y no solo para mí sino para muchos miembros de mi familia. Estoy segura de que fue uno de los procesos más creativos y profundos de mi carrera, pero también muy doloroso, porque me tocaba abrir la herida todas las noches. Por eso también tuve la necesidad de cerrarla.
¿Ha vuelto a bailar?
No, no he vuelto a hacerlo. Cuando terminé El Perdón, me operaron de una hernia que me salió justo cuando estaba con la obra. Me tocó hacer 20 funciones con la hernia afuera; cada semana me tenían que infiltrar. Así que confieso que me da un poco de miedo.

¿Qué otra herramienta usa para buscar el bienestar?
Medito. Es un hábito que adquirí durante el confinamiento. Lo hago en cuanto abro los ojos y, siempre que lo hago, empiezo el día de otra manera. Tengo demasiados frentes abiertos: como actriz, como productora, como madre, como mujer. No paro. Por eso es tan importante: me permite ser más consciente, más tranquila, menos reactiva. Ahora también hago Pilates, que requiere de la habilidad para alinear la respiración con los movimientos y la técnica.
A usted la define la sonrisa. ¿Cuál es el secreto para mantenerla?
La verdad tuvSoy, por lo general, una persona alegre, positiva y trato de sacar lo mejor de todo. Pero ahora que estoy en la perimenopausia, me doy cuenta de que me está afectando en mi estado de ánimo; tengo cambios de humor fuertes y otros síntomas. Me parece importante reparar en ello y atenderlos.
¿Hay un respiro, por lo pronto, en el trabajo?
No. Qué locura y qué bendición. Lo digo porque en mi profesión somos muy pocos los actores que trabajamos. El porcentaje en Colombia de actores que realmente trabaja está cerca del 2 % y en España es del 8 %. Por eso me siento muy afortunada. Claro, no me han regalado nada, todo ha sido fruto del trabajo y la dedicación. Ahora mismo estoy grabando la segunda temporada de Medusa (Netflix) y una serie en España que se llama Matices.
¿Qué tal ha sido regresar a Colombia y actuar con viejos colegas y nuevas generaciones?
Estoy feliz. Siento que de manera inconsciente lo estaba buscando: venir a Colombia y contar una historia colombiana, además con un reparto de lujo. Me gusta esta nueva conexión que estoy teniendo con el país. Con mi hermana, Valentina, produjimos Del otro lado del jardín y ganamos tres premios India Catalina. También hice La fianza, una coproducción colombo-española, y ahora Medusa.
Las plataformas de streaming han cambiado las historias y la forma de hacer televisión en el país. ¿Lo que le ofrecen ahora se parece más a lo que ha venido haciendo en Europa?
Absolutamente. Ahora las series están dirigidas por equipos muy profesionales, los guiones están mejor escritos, hay más dinero para invertir en la producción y se le puede dedicar más tiempo a las series para afinar todo.
¿Es un momento interesante para las actrices? Hace unos años, las mujeres de cierta edad eran desplazadas del cine. Hoy vemos que las estrellas de 50 y 60 años siguen siendo protagonistas…
Sí, empiezas a ver actrices, como Nicole Kidman o Cate Blanchett, que están en todo. Aunque sigue habiendo más personajes masculinos que femeninos, hay un cambio de conciencia. El movimiento Me Tooempezó un camino en el que las mujeres alzaron la voz,no solo para denunciar los abusos, sino también para visibilizar la importancia de las mujeres dentro de la industria y acabar con la idea de que la mujer desaparece a partir de cierta edad.

Claro, las mujeres han tomado las riendas para producir o dirigir sus propias historias. Es su caso con Calité Films…
Sí, es cierto. Varias actrices hemos decidido producir y poner a otras mujeres como protagonistas. Estamos haciendo proyectos donde la mujer es quien lleva la acción, producciones que muestran que no solo las historias de los jóvenes son interesantes. Por eso me interesa la historia de Medusa, porque se trata de una antiheroína potente, de una mujer de 40 años, no de 20 ni de 30. Cuando entramos a la mediana edad, los conflictos tienen un peso diferente, porque lo que está en juego es muy profundo. Creo que ahora me siento mucho más preparada para contar historias y tocar ciertos asuntos que de joven desconocía.
¿Cómo le va con los acentos? Pasa de un día para otro de española a barranquillera, a caleña, con total naturalidad.
Pues sí que es una locura, pero me encanta el trabajo del acento, porque me aleja de mi expresión habitual. He hecho muchos personajes con acentos distintos: de cubana, de mujer rural del Salvador, de mexicana. Además, he trabajado en inglés y en francés. Ahora con el personaje de Medusa he tratado de mantenerme con algo muy sutil, porque no quiero que el acento se vaya a interponer con mi trabajo actoral.
Hablemos de su relación con la moda. Cuando se habla de las mujeres mejor vestidas en España, usted siempre aparece en la lista. Hasta la reina Letizia ha elogiado su estilo…
El tener que asistir a eventos como festivales de cine o estrenos me ha hecho tener una historia de amor recíproca, y no buscada, con la moda. Hubo un momento en el que entendí que si me iban a hacer una foto yo quería estar impecable, así que empecé a cuidar esa imagen y me rodeé de un equipo muy profesional. Antes las marcas de lujo no me dejaban ropa, pero en la medida en que fui creciendo como actriz empezaron a creer en mí y ahora tengo una relación muy linda con varias de ellas.



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