El confinamiento fue efectivo para disminuir los contagios, pero incrementó el sedentarismo. Esto afectó la salud de millones de personas.
Todas las semanas, de lunes a sábado, Paula salía de su casa a las 6 de la mañana rumbo al trabajo. Caminaba 12 minutos para tomar el bus y, al llegar a la última parada, un kilómetro más hasta su oficina. Al finalizar el día hacía el mismo recorrido para regresar a casa, por lo que, sin notarlo, Paula caminaba 46 minutos y andaba poco más de cuatro kilómetros diariamente. Es decir, tenía 276 minutos de actividad física a la semana, un buen número según lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero desde marzo de 2020, Paula y millones de personas tuvieron que quedarse en casa por determinación del gobierno de su país. Durante los meses de confinamiento el mundo se volcó a sus celulares y computadores para recibir clases y trabajar; se redujeron la movilidad colectiva, el transporte activo (caminar e ir en bicicleta), los juegos en el parque y el ejercicio en los gimnasios.
En contraste, el sedentarismo, tiempo que se pasa en posición acostada o sentada con escaso gasto energético, aumentó drásticamente, incluso después del periodo de confinamiento. Según el Informe sobre la situación mundial de la actividad física de la OMS, en 2022 el 81 % de los adolescentes y el 27,5 % de los adultos no alcanzaron los niveles de actividad física recomendados.
En niños y adolescentes, el sedentarismo puede causar problemas en la salud cardiometabólica y afectar su conducta prosocial. En adultos puede afectar la calidad del sueño y aumentar la posibilidad de desarrollar trastornos del aparato locomotor, enfermedades cardiovasculares y no transmisibles como cáncer, hipertensión o diabetes.
“Al estar inactivo y sedentario se pueden dar afecciones como la sarcopenia, que es la pérdida de masa, fuerza y funcionamiento de los músculos. En los adultos mayores es más notorio”, explica Iván Darío Escobar, coordinador nacional de la Red Colombiana de Actividad Física (Redcolaf) y director del Instituto de Diabetes y Endocrinología. Agregó que también se pueden dar problemas de sobrepeso y obesidad.
La obesidad (acumulación excesiva de grasa en el cuerpo) es causada fundamentalmente por el descenso en la actividad física y el aumento en la ingesta de alimentos de alto contenido calórico. Según un sondeo realizado por Unicef, durante la pandemia de covid-19 aumentó el consumo de alimentos altos en componentes ultraprocesados y grasas: bebidas azucaradas (35 %), snacks y dulces (32 %). Por otra parte, la ingesta de frutas y verduras disminuyó un 33 % y del agua, un 12 %.
Este cambio en la alimentación podría deberse a la dificultad del acceso a alimentos saludables por tener menos dinero para comprarlos, o por el temor a contraer el virus en un supermercado o tienda. También al hambre emocional, que consiste en utilizar la comida para sentirse mejor o satisfacer las necesidades emocionales, según explica Patricia Barrera, nutricionista adscrita a Colsanitas.
Para Barrera, este fenómeno aumentó durante la pandemia porque hubo mucho miedo a morir y al contagio de covid-19. Esto sumado al aburrimiento, el estrés, la ansiedad, la angustia y la incertidumbre a nivel laboral y económico, generaron un aumento en la hormona del cortisol que, junto a la reducción o aumento significativo de horas de sueño, causaron alteraciones y problemas metabólicos en las personas.
Según la nutricionista Barrera, el hambre emocional persiste tres años después de declarada la pandemia: “En consulta, actualmente vemos a pacientes con 10 kilos de más, otros se han desbordado mucho de su peso ideal y acuden a tratamientos con balón gástrico o una cirugía bariátrica”. Explica la especialista que es ideal hacer un acompañamiento de los pacientes en nutrición junto a profesionales de psicología.
Recomendaciones
La pandemia por covid-19 nos recordó la importancia de alimentarnos sanamente y llevar una vida activa. Nunca es demasiado tarde para empezar a mejorar la salud.
Se recomienda comenzar con pequeñas dosis de actividad física y, de ser posible, aumentar gradualmente su duración, frecuencia e intensidad. Mantenerse activo ayuda a prevenir lesiones óseas, musculares y articulares; mejora la salud mental, pues reduce síntomas de ansiedad y depresión, así como la salud cognitiva y la calidad del sueño.
Iván Darío Escobar, coordinador nacional de Redcolaf, aconseja practicar actividades que sean del gusto de las personas: “¿Te gusta bailar? Perfecto, baila. ¿Eres un joven al que le gusta montar en patineta? Pues monta patineta. Es bueno hacer actividad física no solo por salud sino por bienestar. Para sentirse bien, contento, disfrutar y mejorar el estado de ánimo”.
Para las personas que trabajan de manera remota, se recomienda tomar pausas cada 30 o 40 minutos, levantarse de la silla y caminar un poco por la casa. Conviene también hacer algo de ejercicios y estiramientos con las piernas, al igual que cambiar la perspectiva visual para evitar la fatiga ocular.
Es ideal acompañar la actividad física con una alimentación saludable. La nutricionista Patricia Barrera recomienda acudir a un examen médico a las personas que quieren iniciar con un proceso de alimentación más sana y actividad física. Seguramente el profesional ordenará exámenes de laboratorio para tener un diagnóstico de los niveles de colesterol, triglicéridos, las transaminasas, entre otros. Como cada paciente es único, a partir de los resultados de los exámenes se puede realizar un plan de alimentación y ejercicio de acuerdo a lo que cada cuerpo necesita.
Barrera aconseja también comer a horas, evitar dietas extremas y ayunos prolongados: perder peso es un proceso de constancia y las dietas extremas pueden generar afectaciones mayores en el organismo, es por ello que los cambios de hábitos se deben realizar de manera moderada y entendiendo que los resultados no serán inmediatos. También es importante beber agua, consumir cantidades adecuadas de fibra y desparasitarse.
*Periodista. Ha trabajado en medios como Cuestión Pública y GEMA Media.
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