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silencios en las ciudades

Geografía del silencio

Ilustración
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¿Se pueden instalar silencios en las ciudades? ¿Acaso nos hemos cansado del ruido? Nuestra relación con los sonidos y la ausencia de ellos lleva a preguntas sobre el movimiento acelerado del mundo y los contados momentos vacíos. Aquí algunas preguntas y reflexiones sobre el silencio y la salud mental

Desde hace un tiempo he pensado en ir a un retiro de silencio: pasar una ventana de tiempo amplia o estrecha —mejor estrecha— en completo silencio; saber cómo son esos lugares, quiénes los habitan, cómo se pasan los días. Cómo son los días sin ruido. El ruido: todo lo que hacemos y todo lo que somos, ¿no somos acaso también nuestro silencio? En medio de esa curiosidad me enteré de que en los retiros de silencio tampoco se puede leer, escribir o dibujar, también entonces el ruido: todo aquello en lo que vertemos el pensamiento, el recipiente en el que hacemos caber lo que suena adentro para verlo de lejos. 

Pero lo cierto es que la curiosidad no me ha ganado todavía y, en general, llevo una vida silenciosa: trabajo en casa escribiendo, con pocas reuniones a la semana, en un barrio tan silencioso que se escuchan las burbujas de la soda recién servida. Será un terror para muchos, pero esta rutina me ha llevado a pensar en el silencio como esa nube que vuela sobre tantas cosas de la vida exterior e interior, y por eso este texto.

Se podría decir, en términos generales, que hay dos tipos de silencios: la ausencia de ruido externo y el silencio intencional que opera en nosotros como individuos. Según expertos, ambos necesarios y ambos difíciles. 
“Estuve durante muchos años en ambientes ruidosos: negocios con discotecas y eventos de alto impacto. Ahora en la panadería trabajo con audífonos de cancelación de ruido; para hacer el pan no pongo podcast, nada. Y cuando salgo a correr me gusta escuchar cómo suenan mis pies, cómo suena lo que me rodea, cómo suena mi respiración. El silencio llegó desde hace un tiempo a rescatarme de emociones que solía reprimir; estar en silencio es un regalo que me hago a mí mismo para poder escucharme”, Germán Morales, 32 años, empresario y atleta.

Suena todo lo que me rodea

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cualquier sonido que sobrepase los 75 decibelios (dB) es dañino para el ser humano y, aunque las recomendaciones indican no pasar de 65 dB en el día y de 30 dB en la noche para tener un descanso reparador, lo cierto es que las dinámicas urbanas lo hacen difícil: el sonido de un bus puede llegar a los 100 dB y el de un avión, a los 130. 

Ciudades alrededor del mundo han atendido, a veces con éxito y a veces no, al llamado sobre la contaminación auditiva. España, por ejemplo, tiene desde hace varios años una Ley del Ruido que va desde normativas sencillas hasta lo que han llamado en Madrid y Barcelona las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) para proteger de la polución y el ruido porque se calcula, según la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), que la contaminación acústica causa al año 16.600 muertes prematuras y alrededor de 72.000 hospitalizaciones. Los investigadores Cristina Linares y Julio Díaz hacen parte de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del ISCIII, en España, y en uno de sus estudios arrojaron conclusiones sobre la relación del ruido con las urgencias mentales y, particularmente, con el empeoramiento del Parkinson y la demencia. 

Elizabeth Linares, psicóloga adscrita a Colsanitas, dice que el mundo actual, con sus horas medidas y su tráfico, hace que vivamos constantemente estados de alerta, es decir, la sensación de que algo va a suceder y hay que actuar, defendernos o huir; además “la hiperestimulación a la que estamos expuestos: visual, auditiva, incluso, olfativa es tanta, que hace que nuestro sistema no alcance a procesar todo lo que está sucediendo”. Y entonces ahí llega el silencio: “El silencio nos permite reducir toda esa estimulación, bajar los niveles de dopamina y cortisol, y disminuir la activación de esa respuesta es clave para nuestro sistema nervioso”. Funciona así, explica: el sistema nervioso es la estructura sobre la que se apalanca nuestra salud mental, como un piano, “el piano es la estructura y la música lo que emerge de esa estructura; nuestro sistema nervioso es la base sobre la cual sucede nuestra vida psicológica”. 

Quiet Parks International (QPI) es una organización dedicada a “instalar” silencios naturales en lugares con altos índices de ruido y con mucho movimiento. El ecólogo acústico Gordon Hempton instaló en 2021 el primer parque urbano en un lugar densamente poblado: el parque nacional de Yangmingshan, en Taipéi, capital de Taiwán. Hempton ha dicho en diferentes entrevistas que, desde el confinamiento por Covid-19, muchas personas experimentaron un silencio parcial que, descubrieron, necesitaban hace mucho. La meta con los parques silenciosos es eliminar los ruidos artificiales, casi siempre provenientes del transporte, y que el ruido ambiente del espacio natural no sobrepase los 45 dB.

“Sobre los retiros de silencio me enteré de que, además de meditar, se pueden hacer labores de limpieza. Dejar la voz en lo que se hace con el cuerpo: el silencio es también una forma sagrada de la atención”.

Ya la OMS ha advertido que la contaminación auditiva es uno de los problemas ambientales que más daño causa a la salud. Expertos también indican que una exposición prolongada al ruido puede provocar la reacción de estrés sostenido, y esa liberación de hormonas desemboca en el aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, lo que puede acabar en enfermedades crónicas o a trastornos de depresión y ansiedad.

Ante el ruido externo en que viven tantos millones de personas en el mundo, se siguen buscando salidas: recientemente se estudió que los árboles en las ciudades con cierto diseño pueden disminuir hasta en un 50 % el ruido del transporte; y desde la tecnología se están haciendo pruebas para instalar inteligencia artificial a los audífonos aislantes de ruido para disminuir unos sonidos y poder agudizar otros, esto para, por ejemplo, poder tener una conversación en el centro de alguna ciudad. Los datos hablan por sí solos sobre el ruido que generamos: para 2021 el mercado mundial de audífonos con cancelación de ruido generó 13.100 millones de dólares, y se espera que la cifra se triplique para 2031.

Noise Pollution Clearinghouse ha hecho una especie de mapa del silencio en Estados Unidos. Su investigación señala que la Boundary Waters Canoe Area, una reserva natural con botecitos sin motor, en Minnesota, y el Bob Marshall Wilderness Complex, un campo de tierras tradicionales de los pueblos Salish y Kalispel, en Montana, son algunas de las últimas zonas con silencio natural que quedan en Estados Unidos.

En Colombia la ley contra el ruido fue aprobada en su cuarto y último debate, en el Congreso, en diciembre de 2024. Daniel Carvalho, su autor, dijo en entrevista con Mutante que la idea es “definir una ruta clara de atención a los ciudadanos y obligar a cada municipio a dotarse de un plan de gestión contra el ruido”, además de componentes pedagógicos, porque se trata de un asunto cultural, pues a la policía pueden llegar hasta 500.000 quejas por sonidos fuertes en la línea 123, y el ruido hace parte de las tres principales causas de riñas en el país. El núcleo de este proyecto es promover una salud integral entre la física y mental, y reducir significativamente la violencia.

Suena también todo lo que contengo

La cámara anecoica es un experimento creado por los Laboratorios Orfield que consiste en una especie de habitación completamente silenciosa que absorbe más del 95% de sonido. Todavía nadie ha pasado más de 45 minutos allí, pues al empezar a escuchar el latido de su corazón o el movimiento de sus intestinos, las personas se inquietan; según expertos, estas cámaras no representan ningún bienestar para el ser humano. El silencio también es, entonces, agravio. 

“Cuando mi hija creció se fue de la casa y luego me pensioné. A mí no me gustaba el silencio y dejaba el televisor prendido a un volumen alto para escucharlo en todos los rincones y sentirme acompañada. Con el tiempo trabajé en permitir esa falta de ruido y ya luego con el tejido, que requiere tanta concentración, me acerqué a una especie de silencio interior: uno dos tres, siempre que tejo estoy haciendo una secuencia de números, no hay nada más. He podido encontrarme con partes mías que son nuevas o que sí estaban, pero yo no prestaba atención”, Marta Eugenia García, 62 años, tejedora.

Sobre los retiros de silencio también me enteré de que, además de meditar, se pueden hacer labores de limpieza. Dejar la voz en lo que se hace con el cuerpo: el silencio es también una forma sagrada de la atención. Y el ruido, según intensidad y frecuencia, palabra que acompaña.

Aunque el cerebro siempre está procesando información, las actividades focalizadas “acallan” el ruido y la sobreestimulación. Según la psicóloga Elizabeth Linares, es importante construir una buena relación con el silencio, sin embargo, no empezar por el escalón más alto: “Iniciar poniendo música más calmada en algunos momentos o con actividades como pintar, tejer”. 

Las actividades sensoriales también son una buena opción para muchas personas: hacer ejercicio, nadar, bailar, hacer equilibrio e, incluso, gesticulación; “también caminar más allá de la actividad física, hacerlo despacio, mirando lo que nos rodea”. Linares concluye que no hay que hacerlo solos: “Hay muchas personas dedicadas a guiar procesos de yoga, meditación y otras actividades que pueden ser útiles”. 
El libro La casa de las estrellas, el universo contado por niños, es una selección del docente y gestor cultural Javier Naranjo que recoge, a lo largo del alfabeto, definiciones sobre, por ejemplo, el amor, el hogar, la soledad, la guerra. “Ruido es algo que viene de la nada”, dice Juan Gabriel López, de 12 años. A quien le responde, algunas páginas más adelante, Leydi Stella Arango, de 10 años: “Silencio es cuando uno está en la eternidad”.

Este artículo hace parte de la edición 198 de nuestra revista impresa.
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Sara Juliana Zuluaga García

Periodista, narradora documental y editora, nacida en Armenia, Quindío. Su trabajo se ha enfocado en las dinámicas culturales y medioambientales de la región desde la narración escrita y la fotografía. Actualmente es editora en la revista Dos Aires, que funciona entre Colombia, México y Francia. Colabora con crónicas, análisis y ensayos escritos y visuales para diferentes medios de comunicación. En su tiempo libre disfruta cocinar, nadar y leer.