Lo fundamental no es dejar de sentir celos, sino identificar de dónde vienen y qué hacemos con ellos. ¿Nos tornamos violentos o dialogamos con el otro cuando los sentimos?
Si nuestro mejor amigo comienza a pasar más tiempo con otro amigo podríamos sentir que nuestro vínculo está siendo amenazado. La sola idea de que nos saque de su vida por hacerle espacio a otro nos puede producir miedo (“no quiero ser reemplazado”), rabia (“todo lo que he hecho por él”) y tristeza (“pero si yo lo quiero”).
Eso son los celos, “una reacción emocional ante la posibilidad de ser reemplazado, excluido o perder un lugar privilegiado en el vínculo afectivo que se tiene con una persona”, explica Ana María González Cruz, psicóloga de la Red de Psicólogas Feministas. Y son esas tres las emociones que convergen en los celos: miedo, rabia y tristeza.
No se dan solo entre parejas o en relaciones sexoafectivas, como muestra el ejemplo. Existen entre hermanos, amigos o padres e hijos. En general, surgen cuando una persona siente que algo que valora está en riesgo porque se lo pueden quitar: una posición, estatus o tiempo.
“Se sienten desde la infancia y no se enseñan”, agrega Pilar Aguirre Lobo-Guerrero, psicóloga, terapeuta sexual y de pareja adscrita a Colsanitas, quien explica, además, que son como la otra cara de la envidia: en esta quiero lo que otro tiene. En los celos, no quiero que me quiten algo que creo tener.
¿Siempre son negativos?
La psicóloga Aguirre sostiene que los celos “no sirven para nada, porque nunca he visto que en un celoso sirvan para que su pareja se quiera quedar”. Por el contrario, aumentan la incomodidad de quien es celado porque siente que no confían en él, que lo irrespetan, controlan y molestan. “No son amorosos, indican inseguridad de la persona”, dice la terapeuta de pareja.
Por su parte, la psicóloga González piensa que se han demonizado y se tiene la idea de que no se deben sentir. “En relaciones poliamorosas está la creencia de que el camino es dejar de sentir celos. Pero es imposible, más cuando estamos en una sociedad que impulsa la exclusividad en los vínculos”, dice.
Ahí es donde radica el problema en torno a los celos. Sentirlos no es lo peligroso, sino qué los provoca y qué hacemos con ellos. Si una persona, por sus celos, se deja llevar por la rabia y se torna violenta, claramente está mostrando los efectos negativos de los celos.
Reformular nuestras creencias sobre las relaciones
En nuestra cultura se ha popularizado la idea de que es otra persona, por lo general nuestra pareja, quien nos complementa, y que es un vínculo que solo se puede dar entre dos. De modo que se crea una exclusividad posesiva, sin espacio para otros, y un vínculo inseguro; si es otro quién me complementa, ¿quién soy individualmente? Bajo esta lógica se piensa que si tengo una pareja o un amigo, todo su tiempo debe estar volcado a mí para proteger nuestra relación.
En las relaciones de pareja esto tiene también un componente patriarcal al definir el amor como la posesión de la otra persona. “El amor romántico tiene un sentido en la exclusividad y en la posesión; romantiza la violencia y privatiza el amor. El otro es de tu propiedad y eso despersonaliza o deshumaniza el amor”, dice González. En el amor romántico los celos son usados como una estrategia de control y dominación sobre otros.
Y esta concepción afecta principalmente a las mujeres, porque en algunos contextos se conciben como inferiores, sujetos pasivos que se pueden adquirir y cuya valía depende del hombre que tengan a su lado. Por eso, dice la doctora Aguirre: “Los celos más frecuentes y que producen literatura, música y tragedias, son los de pareja”.
¿Hay celos sanos?
González piensa que sí. “Sentir un temor a perder a otro es legítimo. Y si se tiene un vínculo seguro, donde estas cosas se pueden conversar y no se ve al otro como una cosa sino como un igual, sentir celos no significa que le voy a exigir que deje de hablar con otras personas”, explica.
La sensación se puede transformar en un “te extraño mucho”, en expresar que se quiere pasar más tiempo de calidad con el otro. Es normal sentir celos, pero la otra cuestión es cómo se entienden y comunican a la pareja, amigo, hermano o padre. “En la medida en que lo puedas hablar, los celos van a desaparecer”, señala González.
¿Cómo entender y trabajar los celos de forma positiva?
- Reevaluar las propias creencias en torno a las relaciones. ¿Cómo me relaciono con los demás? ¿Cómo veo a mi pareja: como mi par o inferior? ¿Creo que todo el tiempo del otro debe estar destinado a mí? De esas creencias se alimentan los celos.
- Identificar qué es lo que creo que me están quitando del otro: ¿tiempo?, ¿amor?, ¿placer?
- Pensar cómo podría dejar de sentir que me están quitando algo, cómo reforzar nuestra relación. ¿Pasando más tiempo de calidad?, ¿teniendo una relación exclusiva en lo sexual?
- Comunicar a la otra persona lo que estoy sintiendo: qué me produce inseguridad y cómo creo que podemos reforzar nuestro vínculo.
- Hacer compromisos claros basados en el diálogo y la confianza. “Puede que haya un ‘deja de hacer esto’, pero muchísimos más ‘hagamos más de esto’ para asegurar la relación”, explica la psicóloga González.
- Fortalecer la autoestima y la seguridad en uno mismo. Porque los celos se alimentan de la inseguridad, y si tengo esta concepción de que el amor de otros me complementa, tendré mucha ansiedad y la ansiedad va a generar celos. Aunque nada esté pasando, veré una amenaza en todas partes, agrega la doctora Aguirre.
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