Entradilla: Después de sesenta y tantos años de vida, ¿qué tan reales son nuestros cada vez más borrosos recuerdos? ¿Lo que recordamos de veras ocurrió así? Una exposición de la escultora Leyla Cárdenas me ayudó a interpretar un poco mejor esas imágenes del pasado que habitan en nuestra mente.
Des tramo, la exposición de la escultora Leyla Cárdenas que se exhibió hasta hace poco en la galería Casas Riegner, me lleva a pensar en la distorsión de la memoria y de los recuerdos. Su obra consiste en imprimir imágenes sobre seda y, luego, desarmar la trama para que los hilos cuelguen juntos. Aunque se ve la imagen impresa en la seda, también se puede ver lo que hay detrás. Esas imágenes traslúcidas del pasado o de lugares del presente que están en ruinas o abandonados pueden verse como una metáfora de lo que son nuestros recuerdos, la mayor parte de las veces fantasmas difusos que vagan por nuestra mente.
Una ruina es la memoria alterada de un lugar que ya no existe. Pienso que con los recuerdos sucede algo similar. Tenemos un recuerdo, pero esa imagen está alterada por lo que ha habido delante y detrás de ella. No necesariamente el atrás en el tiempo, sino un detrás relacionado con los cambios que hemos vivido, los cambios de perspectiva a lo largo de nuestra vida. Es como esa sensación cuando caminamos por el barrio en el que vivimos de niños. Lo reconocemos como nuestro barrio de la infancia, pero allí ha habido varios cambios. Otros árboles, nuevas edificaciones en el fondo que ya no dejan ver casi los cerros orientales…
Muchos de nuestros recuerdos son genéricos. Un recuerdo genérico es, por ejemplo, cómo eran los almuerzos de domingo en la casa de mis abuelos. Pero ese recuerdo es la suma de cientos de recuerdos de almuerzos similares a lo largo de varios años. El recuerdo específico es aquel domingo de 1966, día de elecciones, en el que mi papá y mi abuelo casi se van a los puños porque mi papá votó por Carlos Lleras Restrepo y mi abuelo por José Jaramillo Giraldo, el candidato rojista. Ese mismo año mi abuelo me llevó en su gira comercial por varias ciudades de Colombia.
Recuerdo muy vagamente la Plaza de Caycedo, el mar oscuro de la bahía de Buenaventura, pero tengo un recuerdo muy claro: un gol de media chilena del Caldas a Millonarios en el estadio de fútbol Fernando Londoño y Londoño, de Manizales, que el equipo de casa ganó 5 a 2, tal como consta en estadísticas que revisé muchísimos años después.
Otro recuerdo genérico podrían ser las 12.329 veces de la vida en que hemos entrado y salido de casa con las llaves guardadas en el bolsillo. Ese recuerdo no tiene fecha específica. Es un recuerdo que resume las miles de veces en que hemos salido y entrado sin contratiempo. Recuerdo preciso, en cambio, la vez que de noche saqué a pasear la perrita y dejé la llave dentro de la casa. No había nadie que pudiera abrirme y no tuve más remedio que irme a dormir donde la mamá de mi esposa con Pasiflora.
Pero también hay recuerdos de momentos muy precisos, pero con datos equivocados. De acuerdo con mi memoria, yo me confesé por última vez el domingo 17 de diciembre de 1969, cuando mi abuela materna nos llevó a mi hermano y a mí al centro de la ciudad a ver pesebres. Muchísimos años después caí en cuenta de que no podía ser 1969 porque ese año yo estaba en primero de bachillerato y esa confesión fue cuando apenas iba en quinto de primaria. Así que 1969 se volvió 1968. Otro poco de años después busqué en un calendario y, resulta que, el 17 de diciembre de 1968 cayó un martes y, por si las moscas, el de 1969 cayó un miércoles. Pero en mi memoria fue un 17 de diciembre. Por eso pienso que los recuerdos pueden verse como esos tejidos engañosos de la exposición, que tienen un “detrás” que no existiría si la tela hubiera mantenido su trama.
Gracias, Leyla, por ayudarme a destramar un poco los laberintos de mi memoria.
Puede ver algunas de las obras de Des tramoen este enlace.
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