Desde su casa en medio de las montañas de la Sabana de Bogotá, Variel Sánchez confiesa que está viviendo un sueño: despertarse cada día en medio de la naturaleza junto a su esposa, Estefanía Godoy, y sus dos hijos, Valentín y Ramón. Por eso, los proyectos que acepta, en los que decide invertir su tiempo, son solo aquellos que le mueven el corazón. Como la película colombiana El rey de la montaña, dirigida por Camilo Vega y producida por CMO. La cinta cuenta la historia de una familia de ciclistas colombianos que deben superar diferentes adversidades, empezando por sus luchas internas. Variel interpreta a Joaquín Cuesta, el padre de Pedro Cuesta, una de las promesas del ciclismo nacional.
¿Qué le enseñó El rey de la montaña?
El agradecimiento, porque Joaquín Cuesta es de esos personajes que agradece incluso lo malo que ha pasado. Porque nos han enseñado mucho a agradecer lo bueno. Pero cuando las cosas están mal, nunca nos enseñan a agradecerlas y al final las situaciones negativas nos forman. No digo que estar bien esté mal; estar bien es maravilloso, que delicia estar bien siempre. Pero no creo que sea una constante en alguien. Estar bien todo el tiempo no es posible.
Entonces ¿tienes el ritual del agradecimiento en tu rutina?
Si, el agradecimiento por estar vivos. Damos por hecho levantarnos, respirar, caminar y no debería ser así. Me gusta detenerme, no importa lo que esté haciendo, y agradecer por la pierna izquierda, por la pierna derecha... Y aunque suene cliché: hay que disfrutar la vida al máximo día a día, porque esta vaina es muy corta.
¿Qué más incluye tu rutina diaria?
Pues mira, yo he adquirido una rutina desde que empezó la pandemia. Medito todos los días 15 o 20 minutos. Meditaciones guiadas por una gran amiga y maestra mía que se llama María Paz Mateos. También tengo una maestra de yoga que es Natalia Chaparro, mujer salvaje y libre. Y tengo a mi esposa, Estefania Godoy, que es mi coach de alimentación, y es otra “tesa”. Arranco a las cinco de la mañana. Madrugo mucho. Agradezco el amanecer y ahí empieza mi día de una manera diferente.
¿La pandemia te transformó?
Si, yo era un tipo que vivía una vida muy acelerada, que no se detenía mucho y la pandemia, con el dolor que le trajo a toda la gente, para mí fue una gran oportunidad de reencontrarme conmigo, con mis hijos, con mi esposa. Y me quedó esa buena “maña” de la meditación. Y lo logro porque madrugo. Sin la excusa de “no tengo tiempo”, si me levanto más temprano, sé que puedo.
¿Qué otros rituales tienes para conectar con el presente?
Sentarme a la mesa. Para nosotros la comida es un ritual. Cuando me siento a almorzar, por ejemplo con mi esposa, paro toda la actividad, paro el celular, dejo de chatear. Es un gran hábito. Otro hábito es que mis celulares no se cargan cerca a nosotros, en mi cuarto no hay un televisor, en mi casa hay un solo televisor, que está en la sala de televisión. Y también es súper importante el ejercicio.
¿Qué incluye tu escena de bienestar?
Estoy en mi escena de bienestar más bonita, porque estoy en un lugar bastante tranquilo, tengo una familia, tengo una mujer maravillosa, hemos logrado unos buenos proveedores de alimentos aquí, locales, mi esposa se ha encargado de alimentarnos muy bien, tenemos una excelente relación, con sus dificultades claro, como todas, pero una relación sana, una relación linda que quiere construir. Y lo más importante, estoy tranquilo conmigo. Ese es el mejor escenario. Mi escena también incluye tiempo, yo no negocio mi tiempo, porque nadie me lo puede pagar ni me lo devuelve, el tiempo es mi mayor riqueza, invertirlo en mí y en los míos.
¿Qué concepción tienes del éxito?
El éxito es sentirme bien conmigo y tener tiempo para mí y los míos.
¿A qué te aferras cuando estás en una situación difícil?
A la confianza. Confiar, tener claro lo que tengo para ofrecer, para brindar, quién soy, qué puedo dar, tengo que confiar en eso. La vida es así, la vida es como un zig zag de emociones. Creo en un ser superior y siento que hay algo más, que hay una energía superior que se junta con nosotros y con eso podemos expandirnos un poco. Confiar en que todo pasa, siempre pasa, nada es eterno y nada queda para siempre. Y también rendirme, en el mejor sentido de la palabra. No es echarse a la pena y dejarse morir, no, es no pelear tanto ante las circunstancias, dejar que las cosas fluyan. Y eso es lo que quiero enseñarles a mis hijos.
¿Cómo te relacionas con el miedo?
Miedos siempre encontraremos, es muy difícil que una persona viva sin ningún miedo, por eso uno tiene que apretar las riendas a los miedos, abrazarlo, acogerlo y administrarlo porque cuanto te consumen, ahí sí dan mucho miedo.
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