Cuidar de alguien requiere de paciencia, capacitación y esfuerzo. Pero lo más importante para llevar a cabo esta tarea es aprender a pedir ayuda y gestionar la propia salud física y mental.
Andrés Rodríguez tiene 47 años y desde hace 14 cuida a su mamá, Gladys Zárate, una persona con discapacidad total tras un derrame cerebral. Cuando ocurrió el accidente vascular, Andrés tenía 23 años, un trabajo estable como asesor comercial de un banco y la ilusión de hacer carrera allí mismo. Sin embargo, aun cuando tenía hermanos y familiares cercanos, fue él quien tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida: dejarlo todo y dedicarse a cuidar a su madre. No solo perdió el trabajo y el sustento económico, perdió su plan de vida, sus sueños, su tiempo. Perdió la alegría y las ganas de vivir.
El síndrome del cuidador
Su historia, tristemente, no es aislada. Lo suyo, comenta Yaneth Urrego, docente de psicología de la Universidad Piloto de Colombia, es un típico cuadro del síndrome del cuidador que se caracteriza por una serie de síntomas físicos y psicológicos: ansiedad, depresión, dolores musculares, aislamiento, angustia social por no conocer las técnicas del cuidado, interrupción de los planes de vida y problemas en sus relaciones familiares.
Por su parte, Diana Carolina Rodríguez, neuropsicóloga y directora del programa Lazos Humanos de Versania Cuidado y Vida, indica que es muy frecuente que cuando una persona requiere de cuidado, bien sea por vejez, enfermedad o discapacidad, termine siendo una mujer, casi por obligación o presión social, quien deje de lado todo en su vida para asumir este rol. Y muchas veces estas cuidadoras (el 90 % de las cuidadoras en Colombia son mujeres) terminan dejando sus trabajos, divorciadas o abandonadas por sus parejas.
“Una de las claves para un cuidador no formal, es decir aquel que debe asumir este papel para atender a un familiar, es asumir esta responsabilidad por decisión propia y no por obligación o por la errónea necesidad de sacrificarse por sus seres queridos. Cuando no se tiene alternativa por falta de recursos económicos u otra razón, es indispensable que el cuidador pida ayuda, que haga redes de apoyo familiares o comunitarias. Este trabajo no se puede realizar en solitario”, asegura la doctora Rodríguez.
Aprender a pedir ayuda
Andrés se salvó cuando entendió que tenía otras posibilidades. Empezó un proceso espiritual e hizo un curso en el Sena de primeros auxilios para cuidadores. Allí no solo conoció personas que vivían circunstancias similares con las que podía hablar y compartir experiencias, también encontró el camino para pedir auxilio, cuidarse a sí mismo y ayudar a otros.
Acudió al Programa Social y Psicológico para Cuidadores de la Facultad de psicología de la Universidad Piloto, el cual brinda consultas médicas prioritarias y desarrolla talleres gratuitos sobre temas que resultan vitales en esta población: duelo, estrés, autoestima, proyecto de vida, habilidades interpersonales, primeros auxilios psicológicos, entre otros.
“Los cuidadores necesitamos apoyo en muchos frentes, pero especialmente apoyo psicológico, porque nos vemos enfrentados a un estrés y ansiedad muy fuertes. Este es un trabajo de tiempo completo, en el que no tenemos descanso ni remuneración”, asegura Andrés Rodríguez, quien viéndose cada vez más fuerte y optimista, fundó la Red Internacional del Cuidado, que hoy cuenta con más de 1000 miembros de diferentes ciudades del país y tiene como objetivo visibilizar la situación de estas personas.
Cuidar la salud mental
Para realizar el trabajo de cuidador es importante tener en cuenta varios puntos, afirma la neuropsicóloga Rodríguez: conocer muy bien la enfermedad de la persona a la que se cuida, así como su psicología, que puede ser cambiante en el caso de los adultos mayores. Conocer los cuidados básicos, los medicamentos que debe tomar el paciente, etc; y buscar orientación siempre que se tengan dudas. “Muchas veces por falta de conocimiento, información o prejuicios terminamos vulnerando derechos fundamentales de las personas a las que cuidamos. Por ejemplo, cuando damos por sentado que una pareja de viejos no necesita dormir en la misma cama o que no necesitan arreglarse y verse bien”, comenta.
Otro punto clave para el cuidador es cuidarse a sí mismo, pues debe satisfacer sus necesidades básicas: alimentarse bien, dormir al menos siete horas, hacer el seguimiento adecuado de sus propias enfermedades, realizar ejercicio físico, aprender a manejar sus emociones e incluso buscar ayuda profesional cuando sienta que está viviendo momentos de ansiedad, estrés o depresión.
“Es normal que los cuidadores se vean sobrepasados por la situación, pero si no cuidan de sus propias emociones y su salud mental, se verán avocados a tener actitudes agresivas hacia los pacientes”, indica la especialista.
Un trabajo gratificante
“Cuando uno toma la decisión de cuidar de alguien y lo hace, no por sacrificio ni obligación, sino a conciencia y desde el corazón, puede ser un trabajo muy gratificante”, comenta Diana Rodriguez, “está la satisfacción de cuidar a un ser querido, poder estrechar vínculos afectivos, poder desarrollar la confianza en uno mismo y empatía”.
Por su parte, Andrés comenta que “gracias al trabajo que vengo realizando, he aprendido que ser cuidador no es un castigo; es una condición de vida. Algunos vienen al mundo a ser políticos o médicos y otros venimos para cuidar de un ser amado. Este es un gran proyecto de vida, pero requiere de muchísima fortaleza, autoestima y un respiro psicológico, cada tanto”.
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