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Menopausia

Menopausia: nada que callar

Fotografía
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Hace un año, María Elvira Samper y Yolanda Ruiz abrieron una puerta para que la menopausia —y todos sus síntomas— dejara de ser un camino fangoso para las mujeres. Hoy ese camino se llenó de luz a través de todos los testimonios de las mujeres con las que han conversado en su podcast Menopáusicas ¡y qué!.

La historia de este podcast comienza con lo que parece un insulto. De esos que las mujeres solemos recibir por el simple hecho de estar envejeciendo. “Vieja cacatúa”, le escribían a la periodista Yolanda Ruiz en los comentarios de sus videos de YouTube. Lo que desconocían quienes descargaron esta frase en los videos es que Yolanda sabe convertir palabras en ideas creativas. Y que el cacatúa no es ningún insulto, porque Yolanda es pajarera, y sabe que lograr ver una cacatúa volando libre en alguna montaña es una proeza, es decir, no cabe un insulto en estas siete letras. Mucho menos en el vieja, porque, para ella, llegar a sus 60 años ha sido un regalo y un privilegio.

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“Yo empecé a debatir ese insulto. A analizar la carga que tenía esa palabra y a transformarla. Entonces, junto al vieja y al cacatúa, venía el siguiente 'insulto': menopáusica. Pero mi idea era transformar el sentido que le estaban dando a esa palabra y aquí vamos”. Y en ese camino se juntó con otra periodista, María Elvira Samper, para abrir una puerta y dejar entrar la luz: hablar abiertamente de la menopausia, de los cambios que genera, de la soledad con la que tantas mujeres han atravesado esta etapa natural de la mujer. Abrieron una puerta por la que han pasado más de 40 mujeres para brindar compañía y nunca más callar. Para desmitificar la menopausia y hacernos partícipes a todas, a los hombres, a las hijas, a las amigas. Porque, como ellas mismas lo indican, las mujeres no tenemos fecha de vencimiento y la menopausia no es una sentencia. Es, más bien, la oportunidad de hacer un nuevo contrato con la vida.

Ustedes abrieron una conversación necesaria que se demoró mucho tiempo en ver la luz. ¿Por qué creen que hemos vivido tanto silencio con el tema de la menopausia?

M. E.: Las mujeres, en general, vivimos muchos silencios. Y las etapas de la mujer, por todo el condicionamiento cultural, causan muchos miedos y angustias. La menopausia, además, va ligada a la idea de envejecer, de dejar de ser atractiva. Porque nos vendieron la idea de que la menopausia es una etapa de decadencia, y resulta que no. Es una nueva etapa. Por ejemplo, ya no se puede tener hijos y eso es una ventaja porque permite mirarse más a uno mismo, cuidarse uno, no solamente estar en función de cuidar a los otros.

¿Se puede convertir la menopausia en un tema de debate público?

Y.R.: Sí, ese velo se comenzó a romper desde hace varios años. Tenemos que entender que la vida privada forma parte de los debates públicos porque esto tiene que ver con las condiciones en las que las mujeres atravesamos cada etapa. Si estamos teniendo acceso a lo que necesitamos durante la menstruación, el embarazo, la menopausia. Por ejemplo, es muy distinta la menopausia cuando tú puedes pagar una terapia hormonal y cuando no puedes. O cuando te llega la menstruación y puedes comprar un tampón, una toalla o no puedes.

Menopausia
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¿Cómo atravesaron ustedes la menopausia?

Y.R: A mí me llegó con un paquete de síntomas gordos. Mi proceso empezó más o menos a los 45 años, con resequedad vaginal y, luego, resequedad de la piel en general. Luego como un embotamiento, un dolor de cabeza, picos emocionales, sube y baja. Luego, a mis 60, problemas de sueño, problemas digestivos, dolores musculares, etcétera. No hice terapia de hormonas. Pero estoy en el momento en que voy a volver a discutir el tema con el médico, porque todo ha evolucionado.

M.E.: Yo sabía que me iba a dar, pero como que nunca le paré bolas. Un día estaba viendo televisión y me entró un sofoco, entonces dije: “La menopausia”. Busqué a un médico y me empezó a hacer exámenes, porque se me subió el colesterol, se me subió la tensión. Entonces, a tomar medicina. Pero, fuera de los sofocos y la resequedad, no le paré muchas bolas, y ya no tengo nada; yo ya soy posmenopáusica, y esto fue como a los 50, fue tarde. Yo me despeluqué más en la adolescencia y con mi primera menstruación. Pero, a pesar de que la pasé sin mucha preocupación, sí considero que lo más importante es hablar de lo que nos sucede. El 30% de la vida de una mujer se pasa en la menopausia o en la posmenopausia. Entonces, ¿cómo no vamos a hablar de eso si es la tercera parte de nuestras vidas?

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¿Cuál es la estrategia para mirar de manera más positiva la menopausia?

Y.R.: Los síntomas de la menopausia son jartos, es decir, no es que uno diga “Ay, qué dicha, me vino el calor, qué dicha el dolor de cabeza, qué dicha la resequedad vaginal”. No. Pero lo que sí es muy importante entender es que ese proceso de envejecimiento viene de la mano con otras cosas, que queda un montón de vida por delante y que los síntomas se pueden tratar. Además, uno puede andar en la actitud ¿y qué? y liberarse de tantas culpas que cargamos. La mujer está en esta etapa de descubrir que se puede poner en primer lugar. Aprender a decir no quiero ir, no quiero tener sexo, no quiero cuidar ahora a nadie, etc.

Hablemos de la energía creativa en la menopausia: ¿hay más energía, menos, más ideas?

Y.R.: Físicamente, yo me canso más ahora, pero, al mismo tiempo, siento que tengo más conocimiento acumulado, más experiencia para cruzar en mi disco duro, es decir, en mi cabeza. En mi caso voy a cumplir 40 años de trabajo, entonces tengo un montón de experiencia acumulada, no solamente en términos de conocimiento, sino de lidiar problemas, personas, situaciones; de lidiarme a mí misma. Y el proceso creativo está presente todo el tiempo. Ahora, además, estamos evolucionando, entendiendo las redes, el lenguaje del podcast, el lenguaje de YouTube. Entendiendo lo que significa una conversación, que es muy distinta a la entrevista, y entendiendo los matices que hay en las mujeres que nos visitan en el estudio.


M.E.: La creatividad tiene que ver, también, con los temperamentos. Nosotras somos muy distintas, pero en el fondo nunca hemos querido estar en una zona de confort, porque el día que uno se conforme con lo que está haciendo está muerto. Nosotras no nos sentimos bien sin hacer nada. Eso de desayunar y quedar desocupado no. Y respecto a lo que dice Yolanda de la madurez y el cúmulo de conocimientos: tal cual, yo no creo que la juventud sea una virtud. Así como la vejez no es un defecto. Son momentos distintos. Y la juventud tiene unas ventajas y unas desventajas.

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¿El podcast Menopáusicas ¡y qué! puede resultar también como una terapia?

Y.R.: Sí, puede ser un proceso terapéutico colectivo. Porque nosotras somos una generación bisagra; venimos de unas mujeres (nuestras madres) que estaban todavía metidas en ese silencio total y, luego, están las mujeres más jóvenes, que son mujeres que tienen menos barreras en la vida, menos telarañas. Nosotras estamos en la mitad, en una dualidad, porque podíamos salir trabajar, pero éramos las responsables también de mantener un orden en el hogar. Y las mujeres que han pasado por el podcast sienten la necesidad de sacar eso, de contarlo. Y eso nos ayuda a perder el miedo. Pero hay que entender, también, que todas las menopausias son diferentes. No hay una receta para atravesarla; en cada mujer tiene un efecto distinto.

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María Elvira, describe, por favor, a Yolanda Ruiz.

No conozco una persona más controlada, más sensata, más aterrizada, con más polo a tierra, más ecuánime, más preparada y equilibrada que Yolanda. Yo soy un poquito desmadrada y creo que a ella le dan ganas de ponerme un bozal, a veces, pero yo creo que en esa medida nos entendemos y nos complementamos muy bien. Hacemos una buena vinagreta.

Yolanda, describe a tu compañera, María Elvira Samper.

María Elvira es una mujer brillante, muy inteligente, admiro la tremenda energía que tiene para todo. Porque es una mujer de 77 años, pero con un espíritu de 20, de 30, de 40. Dan ganas de aprender de su disciplina. Las dos somos muy ñoñas, eso sí.

De María Elvira puedes esperar cualquier cosa, no sabes qué va a pasar con ella, lo cual es maravilloso y, al mismo tiempo, retador. Y lo mejor es que a estas alturas de nuestras vidas somos lo que somos, no aparentamos nada; lo que la gente ve y escucha es lo que somos, sin caretas ni máscaras.

Este artículo hace parte de la edición 200 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

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Mónica Diago

Mónica Diago es editora de la revista Bienestar. Ha trabajado principalmente como periodista ambiental, pero desde que se convirtió en mamá ha enfocado su trabajo en visibilizar la importancia de la crianza consciente y respetuosa. Disfruta las caminatas, las montañas, los ríos y los libros ilustrados infantiles.