Pasar al contenido principal
El oficio de desvestirse' de Lina Botero

“Desvestirse es el oficio de quitarse capas”: Lina Botero:

Lina Botero conjuga fotografía y poesía para construir su propio lenguaje artístico. A través de su libro El oficio de desvestirse, la artista explora la memoria, la identidad y el cuerpo como territorios de resistencia y expresión. Entre imágenes, palabras y vivencias, desvela el peso de los discursos impuestos y la necesidad de desmontarlos.

Lina Botero es una artista caleña que conjuga dos lenguajes para hacer de ellos su forma de expresión. En su casa reposan fotografías enmarcadas: las más grandes evocan su niñez —la playa, la familia, la aventura—, mientras que las más pequeñas se almacenan en los cartuchos vacíos de las Instax Mini de Fujifilm. Invaden su biblioteca, sus paredes y mesas, convirtiéndose en el museo de su memoria.

Las paredes gritan. Gritan palabras que emergen de afiches y pósteres, muchos de su propio trabajo. Sobre la mesa de centro descansan libros y fotolibros, en su mayoría escritos por mujeres o sobre ellas. Recuerda a su madre grabando y fotografiando todo. Es una coleccionista de recuerdos, guardiana de álbumes repletos de memorias de su infancia.

El título de su libro, El oficio de desvestirse, responde al poema El oficio de vestirse de María Mercedes Carranza.. “El título nace de un momento en el que me encuentro con este poema que es precioso, pero en él, ella se pone ideas, valores y la moral que necesita para ser”, explica Lina. “Para salir a la calle y atravesar la vida, para ser una persona decente, no hace falta complacer. Desvestirse, entonces, es el oficio de quitarse capas, de aligerar el cuerpo desmontando discursos”, añade.

La artista explica que el archivo con el que estructuró su libro está compuesto por cuadernos y bitácoras llenos de imágenes escaneadas, fotografías de bodegones, autorretratos y collages de palabras superpuestas. Hablamos sobre cómo las letras se acumulan en páginas dispersas, encendiendo la chispa de la poesía y la prosa para explorar la búsqueda artística del verdadero ser. Su obra es una invitación a despojarnos de mentiras y etiquetas, a descubrirnos capaces, fuertes, cambiantes y creativas, incluso cuando nuestra mente nos diga lo contrario.

Para salir a la calle y atravesar la vida, para ser una persona decente, no hace falta complacer. Desvestirse, entonces, es el oficio de quitarse capas, de aligerar el cuerpo desmontando discursos.

¿Cuál cree que es el principal rasgo de su carácter?

Me atraviesa una euforia por vivir y crear. Nada lo doy por sentado. No hago las cosas solo porque me levanto, desayuno y sigo con la rutina. Para mí, la vida es un éxtasis. Es un éxtasis sentarme a escribir. Siento una pasión desbordante por la tinta sobre el papel, por construir un libro, por salir a caminar.

¿Qué es para usted el cuerpo?¿Cómo atraviesa ese tema en su obra?

Habito el cuerpo de una mujer caleña que nació en los 90 y creció escuchando bombas. Una mujer atravesada por la narcocultura, a la que critico.

En los poemas de mi libro decidí que sí o sí debía hablar del cuerpo, de la construcción de masculinidades, de la ansiedad y el capitalismo.

El cuerpo está presente en mis performances, en mis poemas y en mi mirada caleña. No es lo mismo pensarse y mirarse al espejo siendo mujer en Cali, porque eso implica haber sido formada para ser "hembra". La hembra de alguien. Para estar "buena", y si no lo estás, debes operarte. Esos fueron los discursos con los que crecí.

¿Cómo sabe cuando un poema está terminado?

Yo no te digo que un poema esté terminado desde un lugar estructural, porque así no funciona mi cabeza. Lo siento desde los intestinos, es un lugar de intuición y de oído. Entonces sí, efectivamente yo escribo por oído, escribo porque a mí me tiene que sonar el poema de esa forma.

¿Por qué narrar a través de la fotografía?

La fotografía siempre ha estado en mi vida. Primero, desde un lugar de memoria, archivo y registro porque crecí con una mamá que lo registraba todo. Crecí con unos papás que les interesaba la memoria. Una familia coleccionista de recuerdos. Tengo álbumes y videos de mi vida entera. Entonces, la explicación de cómo llegué a la fotografía es porque tengo el recuerdo de mi mamá grabándolo todo, todo el tiempo e inicié haciendo fotos de cultura en una revista, cuando me gradué.

¿Por qué se autodenomina poetógrafa?

"Poetógrafa" nació de una conversación con una amiga. Luego me apropié de esa palabra, porque me di cuenta que era muy limitado llamarme fotógrafa o poeta, escritora o realizadora audiovisual. También la uso para enfrentar el miedo.

Durante mucho tiempo, esa voz impostora dentro de mí decía: “¿Dónde están sus exposiciones? Usted no sabe de papeles, no sabe imprimir fotos, no domina la fotografía análoga, entonces ¿por qué se va a llamar fotógrafa?”

Y si me llamaba poeta, esa misma voz decía: “¿Dónde están sus libros, su formación literaria, sus diplomas?”.

Hasta que entendí que no me interesa encasillarme ni encajar. No quiero meterme en una caja de estereotipos. Por eso me di mi propio nombre.

“Si tenemos el oficio de vestirnos, también debemos tener el oficio de desvestirnos. Quitarnos capas, desmontar discursos, despojarnos de voces impostoras que nos dicen lo que debemos ser”.

¿Cuál es su estilo a la hora de retratar?

Prefiero la simplicidad. Me gusta trabajar con una sola luz, sin excesos. Para mí, lo más importante es la conversación previa. Me interesa más compartir varios minutos de charla y disparar en el último momento, cuando la persona ya se siente en confianza.

Un retrato no muestra a una persona en su totalidad, sino lo que es en ese instante: su cansancio, su tristeza, su alegría. Por eso dedico tiempo a crear un espacio seguro.

¿Cómo nace El oficio de desvestirse?

La metáfora parte de todo lo que nos ponemos y nos quitamos: identidades, personalidades, roles. Lo que somos ante el mundo y lo que dejamos de ser cuando llegamos a casa y ponemos la ropa sobre una silla.

Desde ahí estructuré los capítulos. Luego surgieron otros temas: la autobiografía, los hitos de mi vida, el cuerpo, el tiempo, la ansiedad, el capitalismo, los vínculos, el amor.

También quise hablar de lo que nos sostiene: los buenos vínculos. Y acompañar mis poemas con fotografías, creando un diálogo entre imagen y palabra.

Para mí, el libro refleja el ciclo de la vida: naces, creces, te cuestionan, te cuestionas, te jodes… y luego tienes la obligación de desmontar discursos, de despojarse de esos ropajes para ponerse otros.

Si tenemos el oficio de vestirnos, también debemos tener el oficio de desvestirnos. Quitarnos capas, desmontar discursos, despojarnos de voces impostoras que nos dicen lo que debemos ser.