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espacios para pasar el tiempo

Los beneficios del tercer lugar: un espacio para la interacción social

Ilustración
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El término tercer lugar fue acuñado por el sociólogo estadounidense Ray Oldenburg en su libro The Great Good Place (1989) para describir aquellos sitios —parques, cafeterías y bibliotecas— que de manera informal fomentan la socialización, no son ni la casa (primer lugar), ni el sitio de trabajo o estudio (segundo lugar). Para Oldenburg, estas esferas representan un papel esencial en la construcción de comunidad y en la creación de vínculos más allá de las relaciones familiares y profesionales. En principio, el tercer lugar se concebía como una locación con acceso gratuito o muy económico, donde la conversación fuera la actividad principal, aunque sin dejar de lado otras actividades complementarias como la lectura, el juego etc. 

“El tercer espacio nos permite disfrutar del contacto con desconocidos a través del ocio y se convierte en una herramienta para forjar nuevas amistades”, señala Andrés Salcedo, antropólogo y profesor universitario de la Universidad Nacional. “Esto se vuelve significativo en la vida social de personas que, por ejemplo, tienen entornos familiares difíciles o relaciones demasiado controladas en su ambiente de trabajo”, añade el antropólogo.

En la actualidad, el concepto original de tercer lugar se ha ido transformando y funciona para identificar este espacio tanto en zonas de trabajo innovadoras (coworking) hasta mundos virtuales de avatares que se reúnen para dialogar y jugar videojuegos. Todos con una intención básica: el contacto humano, un ejercicio esencial para estimular la creatividad y mantener la salud mental. 

Socializar, una necesidad humana

“Los seres humanos, como muchos otros mamíferos, somos animales sociales que evolucionaron para vivir en comunidad, lo que hace particularmente difícil la subsistencia sin el otro. Nuestro cerebro lo sabe muy bien y por esta razón nos recompensa con hormonas al interactuar con otros”, explica Diana Rodríguez, neuropsicóloga y directora del programa Versania Cuidado y Vida de Keralty. Esto se evidencia, por ejemplo, en la liberación de oxitocina cuando tenemos contacto físico con otros seres vivos con los que guardamos alguna relación cercana. 

 En el organismo de todos los mamíferos, una de las funciones que cumple la oxitocina es la de generar apego. Esto es importante no solo para fortalecer la relación entre madre e hijo —fomentando la producción de leche materna y evitando que la madre abandone al bebé— sino también para la creación de vínculos duraderos entre parejas sexuales, aumentando las posibilidades de reproducción y el éxito de la crianza. 

Adicionalmente, la oxitocina funciona como inhibidor de otras hormonas que inducen al organismo a estados de alerta. De manera opuesta al cortisol (la hormona del estrés), la oxitocina disminuye la actividad del sistema nervioso simpático, que se encarga de activar el cuerpo ante situaciones de lucha o huida. De esta manera, su liberación tiene un efecto tranquilizante. En consecuencia, cuando la oxitocina escasea a raíz de la falta de contacto humano, los niveles de ansiedad crecen y la empatía disminuye.

“Existen personas que no hacen nuevos amigos por una mentalidad que prioriza la familia y los viejos amigos sobre los demás. Sin embargo, los viejos amigos mueren o se van y la familia tiene sus propias prioridades. Esto crea la sensación de aislamiento, aumentando la probabilidad de sufrir trastornos mentales como la depresión”, indica Rodríguez. 

Mundos virtuales

De acuerdo con Andrés Salcedo, “los territorios virtuales también pueden ser terceros espacios porque representan una oportunidad para entablar relaciones con otros individuos con los que compartamos gustos y contextos afines”. 

En la actualidad, existen talleres, foros y otros rincones en la red —como los juegos online— que permiten tener esa cercanía humana tan necesaria, aun cuando la persona tiene limitaciones físicas (discapacidades) o espaciotemporales. 

Pero estos espacios virtuales difícilmente podrán reemplazar las interacciones cara a cara, por diferentes razones. “Ya que la oxitocina solo se libera a través del contacto físico, es muy difícil que se encuentre presente en una relación a distancia”, dice la neuropsicóloga. Además, cuando estamos ante una videollamada o respondiendo un mensaje, los seres humanos nos perdemos de mucha información no verbal que transmite nuestro interlocutor, lo que perjudica la formación de vínculos cercanos.

Recomendaciones 

No todas las personas tenemos la misma sensibilidad a la soledad y no todos prefieren o se les facilita la socialización. Sin embargo, existen algunos consejos que se pueden seguir al respecto.

Buscar clases y talleres grupales. Literatura, música, deportes entre otras actividades pueden ser fuentes perfectas de entretenimiento y socialización. En ese sentido, las cajas de compensación familiar, desde el ámbito privado, y el Ministerio de Cultura a nivel estatal, pueden ofrecer servicios de este tipo. En Bogotá, existe el proyecto de formación artística CREA, que tiene sedes en todas las localidades de la ciudad( https://www.crea.gov.co/).

Unirse a colectivos. Centros de gestión cultural, universidades y bibliotecas públicas son lugares donde se realizan actividades de asociación generalmente gratuitas para todas las edades. Para encontrarlas solo es cuestión de realizar una búsqueda rápida en internet o preguntar en las entidades correspondientes.

Darles prioridad a las personas con las que se comparte “el aquí y el ahora”. A pesar de que los teléfonos inteligentes nos permiten conectarnos con nuestros seres queridos en cualquier momento, también nos pueden desconectar de aquellos que están con nosotros. Por eso es importante establecer espacios de interacción en los que el teléfono no sea bienvenido. Puede ser a la hora de comer, conversar o ver una película juntos. 

Pedir ayuda. Cuando sentimos malestar hacia nuestro entorno o tenemos problemas para regular nuestras emociones, la mejor jherramkenta puede ser buscar asistencia psicológica.