Aunque todavía no hay resultados concluyentes, la ciencia cada vez está más cerca de entender la relación particular entre el intestino y el cerebro.
Hay un vínculo estrecho entre el intestino y el cerebro que para algunos especialistas y científicos es evidente pero difícil de explicar. Tanto, que para este artículo tuve que consultar en reiteradas ocasiones a varios gastroenterólogos para que me explicaran qué dice la evidencia más reciente. En los últimos años han surgido investigaciones sobre ese vínculo entre el intestino, el cerebro y las emociones, en el cual la microbiota intestinal desempeña un papel muy importante. Aunque es un campo de investigación nuevo y todavía no hay resultados concluyentes, la ciencia cada vez está más cerca de entender esa relación particular entre el intestino y el cerebro.
Un universo de bacterias
La microbiota intestinal es el personaje clave en esta historia, pues es el conjunto de bacterias y microorganismos que habitan el intestino humano. En el tracto digestivo hay millones de gérmenes diferentes, muchos de ellos benéficos y necesarios para la digestión y metabolización de nutrientes.
Este grupo gigantesco de microorganismos se forma luego del nacimiento de cada persona y durante esa etapa su diversidad depende del tipo de parto —natural o por cesárea—, de la lactancia y de las bacterias intestinales de la madre. De acuerdo con María Teresa Galiano, gastroenteróloga adscrita a Colsanitas, la formación de la microbiota en la infancia es fundamental para la salud en el futuro. En la edad adulta los microorganismos tienden a variar menos y en la vejez disminuye su diversidad.
El buen funcionamiento de la microbiota depende en gran medida de hábitos saludables y tienden a alterarla factores como el tabaquismo, la mala alimentación, el estrés, el ambiente, además del uso de antibióticos y las infecciones.
Aunque sea un concepto nuevo para muchas personas, la doctora Galiano explica que la microbiota es fundamental para el bienestar de los seres humanos. “Aproximadamente el 90 % de nuestro organismo está compuesto por la microbiota que puede ser intestinal, cutánea, vaginal, bucal entre otros, y el 10 % restante por células humanas. La microbiota tiene relación con todas las enfermedades, es la que determina la salud y, cuando se altera su diversidad, desencadena la aparición de todas las enfermedades del ser humano, incluido el cáncer”, comenta.
Se puede decir que una microbiota intestinal sana tiene cuatro características: es diversa, es decir, está conformada por diferentes tipos de bacterias, y es estable, funcional y simbiótica, esto significa que puede convivir armónicamente con el resto del organismo y beneficiarse mutuamente. Cuando reúne estas condiciones, la microbiota está en estado de eubiosis, pero cuando está alterada y se rompe el equilibrio microbiano, pasa al estado de disbiosis. Aquí es donde pueden comenzar algunos malestares gastrointestinales de diversa índole.
El interés por la microbiota humana nos lleva al año 2008 cuando el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos presentó un estudio llamado Proyecto Microbioma Humano (Human Microbiome Project en inglés) que buscaba conocer los tipos de microorganismos que viven en las diferentes partes del cuerpo humano y su relación con la salud y la enfermedad. Desde entonces han surgido diversas investigaciones sobre el papel de la microbiota en enfermedades cardiacas, hepáticas, dermatológicas, mentales, entre otras.
¿Las bacterias y la salud mental están vinculadas?
Las investigaciones sobre el papel de la microbiota en el surgimiento de algunos trastornos de salud mental son diversas, pero la mayoría de análisis se han hecho en grupos pequeños de ratas más que en humanos y esto ha impedido que por ahora se pueda hablar de resultados concluyentes.
En 2016 se publicó el estudio Transferring the blues (en español podría traducirse como “transfiriendo la tristeza”) en el cual científicos de una universidad en Irlanda seleccionaron a 34 personas con diagnóstico de depresión mayor y 33 personas que no tenían ese diagnóstico; recogieron muestras de materia fecal de ambos grupos y las implantaron en ratones que tenían una microbiota deficiente. Las ratas que recibieron el trasplante de microbiota fecal de pacientes con depresión tuvieron comportamientos similares a la anhedonia y la ansiedad. En este estudio se afirma que los datos de investigaciones en animales dan evidencia de que la microbiota intestinal puede afectar las características neurobiológicas de la depresión.
A finales de 2022, la revista Nature publicó un estudio más ambicioso sobre el tema, pues allí, científicos en Holanda evaluaron la relación entre la diversidad y composición de la microbiota fecal con síntomas depresivos en 1054 personas y luego compararon los resultados con los de otra investigación que tomó muestras fecales de 1539 personas. Los resultados identificaron una relación entre 13 tipos de bacterias diferentes con síntomas depresivos. Estos 13 microorganismos están involucrados en la síntesis del glutamato, el butirato, la serotonina y el ácido gamma-aminobutírico que son neurotransmisores involucrados en la depresión. También hallaron que la bacteria Eggerthella era más abundante en pacientes con depresión mayor. Y no es la primera vez que ocurre, pues la investigación también menciona otros ocho estudios que obtuvieron resultados similares con este tipo de microorganismo.
El eje microbiota-intestino-cerebro
Hay un camino de ida y vuelta entre el cerebro y el intestino y eso está claro para la ciencia. Lo complicado es entender cómo funciona esa ruta, cómo el cerebro y el intestino se envían señales mutuamente y qué rol tiene la microbiota en todo esto. Ese camino se conoce como eje microbiota-intestino-cerebro y, de acuerdo con la gastroenteróloga María Teresa Galiano, esto implica que los gérmenes que viven en simbiosis en el organismo tienen diferentes funciones, entre ellas secretar sustancias que estimulan las vías nerviosas desde la pared intestinal hasta el cerebro. Este estímulo cerebral se devuelve al intestino y puede generar salud o enfermedad.
Entender cómo se comunican el intestino y el cerebro es particularmente importante en este punto porque las enfermedades funcionales como el síndrome de colon irritable, la colitis ulcerativa, la distensión abdominal y los episodios de diarrea o estreñimiento frecuentes son los padecimientos más comunes que deben atender los gastroenterólogos y, aunque se pueden explicar por otros factores, suelen estar asociados con trastornos emocionales.
Estos problemas de salud que en principio no tienen una explicación relacionada con el funcionamiento intestinal, a veces terminan siendo atendidos por un especialista en salud mental, no porque los pacientes estén “locos” o se “inventen” síntomas, todo lo contrario, su malestar es real y afecta su bienestar, pero pueden ser una manifestación de una dificultad emocional.
Andrea Niño, psicóloga de la Clínica Campo Abierto, suele atender casos de salud mental relacionados con la salud del intestino. “Hay enfermedades gastrointestinales que pueden tener un efecto en las emociones y al mismo tiempo se presentan manifestaciones emocionales desreguladas que pueden llevar a tener problemas digestivos”, comenta. Un buen ejemplo de esto son la ansiedad y la depresión, los problemas de salud mental más frecuentes en Colombia y el mundo.
Además, la psicóloga Niño añade que “todos los trastornos de ansiedad y depresión tienen una comorbilidad con procesos digestivos. De los tres tipos de personalidad, sabemos que el tipo C (cooperador, que busca aceptación social y que evita el conflicto) está asociado con problemas digestivos porque tienden a restringir sus emociones. Ahí pueden aparecer problemas gástricos como colon irritable y también sabemos que las personas con malestares digestivos tienen mayores dificultades para controlar la ira”.
El intestino y el cerebro también están vinculados porque en las vías digestivas se producen neurotransmisores como la dopamina y la serotonina que son clave en la regulación de las emociones y en la sensación de placer. Cuando la microbiota está alterada, dice la doctora Galiano, “también se puede alterar la producción de estos neurotransmisores y desencadenar una manifestación intestinal como diarrea o estreñimiento que a la vez puede acompañarse de manifestaciones como ansiedad o depresión”.
Sin embargo, esto no puede tomarse como evidencia irrefutable, pues el estudio de la microbiota y su relación con la salud mental es un campo aún nuevo que requiere más investigación. “La relación de la microbiota con la salud mental ha sido establecida pero faltan muchísimos datos para saber cómo podríamos intervenir”, advierte la doctora Galiano. También es importante tener en cuenta que el origen de las enfermedades es multifactorial y no puede atribuirse solo a la microbiota.
Los hábitos saludables son la clave
En cambio, los hábitos de vida saludable acumulan cada vez más y más evidencia del beneficio que proporcionan al organismo, y para la microbiota intestinal y la salud mental son fundamentales. “Debemos tener una alimentación con alto contenido de fibra natural como la que se encuentra en verduras y frutas, disminuir las grasas saturadas, hacer ejercicio, disfrutar de las actividades cotidianas, buscar el bienestar”, comenta la doctora Galiano.
Una alimentación saludable promueve todas las características positivas que debe tener el universo bacteriano del intestino: diversidad, estabilidad, funcionalidad y simbiosis. Igual ocurre con la salud mental, dice Andrea Niño: “no podemos mejorar el estado de ánimo si no se regulan los horarios de alimentación y de sueño; si un paciente con depresión consume demasiada azúcar refinada va a inhibir la producción de triptófano que a su vez genera inhibición de la dopamina encargada de promover la sensación de placer; o si un paciente consume mucha harina de trigo refinada el cuerpo no va a absorber los medicamentos, además puede aumentar de peso y afectar su autoestima que haría más complejo su estado anímico”.
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