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año sabático

Nada será igual después de mi año sabático

Ilustración
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Muchas soñamos con dejarlo todo para transformarnos. Yo lo hice y acá les cuento por qué el “felices para siempre” no va con punto final.

Para comenzar quiero aclarar que los tiempos sabáticos no son estrictamente espacios en los que las personas reciben dinero para hacer nada. En realidad, y bajo las condiciones económicas en las que se encuentra el mundo, muchos espacios creativos suelen ir acompañados de otras labores secundarias y ajustes en la economía personal para poder seguir sobreviviendo mientras se crea o investiga.

Mi año sabático comenzó oficialmente el día en que me echaron del trabajo más corporativo de toda mi vida. Con la indemnización que me pagaron pude implementar un plan que incluía escribir un libro y presentarme a un par de maestrías. Sin embargo, desde antes del desempleo ya estaba modificando algunas cosas que me permitieran bajar lentamente de esa rueda loca en la que corría como un hámster; aunque la parte “lentamente” es la imposible, pues creemos que podemos hacerle trampa al sistema sin ninguna consecuencia y no es cierto.

Quedarme sin ese trabajo fue lo mejor que me pudo haber pasado, mi mejor amigo hasta me felicitó cuando le conté. Una vez me echaron, ya no tenía la obligación de mantener un personaje con el que cada día me identificaba menos, pero que se sostenía en los beneficios de una labor automatizada, que daba buen dinero y ofrecía un estatus que, en el manual, es lo que todos deberíamos querer… como cuando Miranda Presley, en El diablo viste de Prada, le dice al personaje de Anne Hathaway que deje de ser estúpida, que todo el mundo quiere ser como ellas, y no, no queremos, yo ya no quería. Lo que nadie cuenta es qué pasa después, qué se hace luego de que se deja un personaje que has sostenido, muchas veces, por encima de tu propia esencia.

Lo que pasó fue un incendio, y hoy, luego de ese bello y doloroso desastre, me paro en el terreno limpio, nuevo, renovado para la siembra, más tranquila, agradecida o resignada según sea el caso, entendiendo que ante la solicitud de una vida diferente solo queda construirla.

La quema agrícola es una práctica que busca, por un lado, eliminar todo el material combustible acumulado en zonas de posibles incendios. Es muy común en lugares como California y Australia, y lo hacían las poblaciones nativas desde mucho antes de que llegaran los colonos a decirles qué hacer con su tierra. Por otro lado, busca eliminar maleza, plagas o enfermedades en algunas plantas, abriendo paso a brotes más productivos renovando el terreno. Yo no planeé el incendio pero subestimé algunas chispas y puedo reconocer que algunas acciones y deseos me llevaron hacia las brasas regeneradoras.

Viajé mucho, fui mi propia mecenas y me quedé donde varias amigas haciendo “residencias artísticas”, es decir, espacios tranquilos para escribir y leer. En medio de todo esto, otra amiga con la que trabajé en 2011 me ofreció un trabajo de medio tiempo de consultoría con una agencia gringa y dije que sí.

Cuando te replanteas una vida que aparentemente está bien, siempre aparece la pregunta de si puedes vivir sin todo a lo que te has acostumbrado. En mi caso: ¿de qué voy a vivir si ya no soy la chica de traje que marca el piso seis en un edificio prestigioso en la zona financiera de Bogotá? Ese trabajo de medio tiempo que me ofrecieron llegó como un salvavidas, una muestra de que podía ser fuera de la burbuja corporativa. Me ofrecía seguridad, me ayudaba, además, a prolongar mi aventura y a costear dos sueños que traía pendientes. El primero, hacer el Camino del Inca y vivir un mes en Perú, especialmente ahora que mi vida adulta se volvía un desastre y yo necesitaba salir corriendo a perderme entre las montañas. El segundo, volver a Buenos Aires, caminarla, regresar a ese 2010 en el que me había graduado de la universidad y no tenía ni idea qué hacer con mi vida, y aprovechar para ver a mi banda favorita, Pulp, que habían anunciado una gira que pensé que nunca iba a pasar. Me adelanto: lo hice todo y no me arrepiento de nada, así hoy no me quede un centavo. 

El incendio no se da por hacer lo que quieres hacer, se da porque mientras aprendes y cambias cosas, el mundo sigue y a veces hay lugares y personas que dejan de ser tuyos. Descubres y descubren que no hay espacio para tantos personajes y es ahí donde hay que plantearse para qué cultivo será la tierra.

La maleza no es realmente mala, la biblia le ha hecho una fama horrible diciendo que el diablo la sembró entre el trigo, pero son plantas, están vivas, son espontáneas, algunas incluso ayudan a controlar plagas y muchas son tan hermosas como el diente de león, que parecen pequeñas estrellas amarillas decorando el campo. Odio el símil con el diablo y el trigo porque siento que es un guiño a la productividad de las cosas y eso me tiene harta, pero la verdad es que cuando comienzas una huerta, por ejemplo, el objetivo va encaminado al cuidado de esas plantas en específico y no puedes dejar que los dientes de león o los tréboles se queden con el sol y los nutrientes, así sean muy hermosos. Mi error fue pensar que en mi jardín podían convivir sin problema las hierbas aromáticas y las plantas espontáneas. Resulta que cuando intentas tener contento a todo el mundo, finalmente le fallas a alguien, lo descuidas y cualquier chispa termina en llamas. 

Durante mi año sabático mi búsqueda de la belleza y la libertad estuvo llena de momentos sublimes: pararme frente a los glaciares del Perú, llenarme de lágrimas de felicidad cuando Jarvis Crocker saludó al público del Movistar Arena en Buenos Aires, por ejemplo. Pero también hubo densos silencios y adioses. Me enfermé porque la vida de aeropuerto y mochila es muy violenta con el cuerpo. También tuve que enfrentarme a la idea de que no puedo darle a todos lo que quieren, especialmente si nada de eso es lo que yo quiero. Al final aprendí que quizás tú también puedes ser la maleza en la vida de los otros y que te arrancarán como mejor puedan.

Hoy vengo acá para decir que no existe eso de poder parar tu vida un año para “encontrarte y escribir”, pues es muy arrogante pensar que el mundo se congelará hasta tu regreso, especialmente porque la transformación solo se da en el movimiento. Sin embargo, creo que cada tanto debemos recordar quiénes somos ante la dicha y la pena, como una prueba de esfuerzo a nuestra alma. Mi recomendación es hacerlo muy conscientes de que la frecuencia de choque de tu deseo puede salpicar áreas de tu vida que creías seguras, porque en tu ausencia brotarán nuevas plantas que, si tienes suerte, deberás decidir si quitar o cultivar, o vendrá otro incendio que arrasará hasta con eso que quieres tanto.

Juliana Uribe Vélez

Es morning person así no quiera, odia el color naranja y la burocracia disfrazada de protocolo, paga sus cuentas haciendo marketing pero en la vida real es, más que nada, una adicta a hacer fotosíntesis con sus gatas mientras toma té caliente sin importar el clima y lee cada mañana. Siempre está escuchando música y su truco para escoger libros es leer la última página como Harry Burns en “Cuando Harry conoció a Sally”.