Hasta el 18 de febrero estará abierta en el Museo de Arte Moderno de Bogotá Viceversa, una exposición que da cuenta de la historia del museo.
Los museos también lloran (y harto). Más cuando se trata de una institución privada sin ánimo de lucro. En el Museo de Arte Moderno de Bogotá no solo hay una colección de 5422 obras que representan el patrimonio del arte colombiano ―y que incluye varias joyas de artistas internacionales―, hay un empuje y un reto permanente que se ha mantenido por el talante de las tres mujeres que han dirigido la nave durante 60 años: Marta Traba, Gloria Zea y Claudia Hakim.
El museo inauguró su primera sede el 31 de octubre de 1963 con la exposición Tumbas, de Juan Antonio Roda, y el pasado mes de octubre, 60 años después de labores ininterrumpidas, abrió al público Viceversa: posiciones y perspectivas de una colección. Esta exposición, que estará abierta hasta el 18 de febrero, resalta los pilares fundamentales de la institución reflejando el pasado, el presente y las directrices de su proyección a futuro. Es el resultado de un análisis profundo y de una revisión contemporánea de su colección.
“Viceversa se aleja de las convenciones tradicionales de la historia del arte tal como la conocemos. En lugar de eso, enlaza diversas narrativas de manera intencionada. Se adhiere a una propuesta no sistemática y anárquica en la que la colección del museo se presenta como un proceso abierto”, explica Eugenio Viola, curador jefe del MAMBO.
Esta experiencia visual construye una constelación de 438 obras conectadas por un amplio abanico de narraciones. Aunque el recorrido empieza donde el visitante decida, un punto de partida recomendado ―para tener un contexto de las bases del MAMBO― es Genealogía de una colección, una pieza de dos metros de alto por cuatro de ancho en la que la artista argentina Adriana Bustos presenta un relato histórico que reubica imágenes de archivo.
“Lo maravilloso que sucede con las colecciones, y con los museos que pueden mostrarlas, es que las obras cobran otro sentido. Cuando entran en diálogo se convierten, se transforman”, señala Bustos. Su obra, situada en la sección Identidad, se rodea de algunos cuadros fundacionales que reunió Marta Traba, gestora del museo, quien en 1969, antes de irse de Colombia, le entregó el cargo de directora a Gloria Zea.
La heterogeneidad de la colección, distribuida en tres galaxias conceptuales tituladas Memoria, Identidad y Disonancias, está acompañada por tres proyectos de artistas de procedencias geográficas e inquietudes diferentes que exponen nuevas perspectivas sobre la historia y la misión del museo. A la propuesta de Bustos se suma la intervención Saludos desde Bogotá, del artista italiano Giuseppe Stampone, y Los museos también lloran (y harto), una instalación de sitio en la que el artista bogotano Juan Uribe aborda temas que se han mantenido silenciados bajo las contradicciones y apariencias del mercado del arte.
La curaduría de Vivecersa, a cargo de Eugenio Viola y Juaniko Moreno, condensa cerca del 8% de la valiosa colección del MAMBO en un resumen contundente e inspirador.
Cada una de estas galaxias se compone de segmentos temáticos que reúnen el trabajo de artistas de diferentes generaciones y nacionalidades. Como Abstracción universal, un corredor que me dejó absorta al ver un papel de colgadura en blanco y negro de la artista contemporánea Mariangela Levita sobre el que cuelgan obras maestras de Carlos Cruz-Diez, Sol LeWitt, Omar Rayo, Jorge Riveros, Hernando del Villar y Rafael Echeverri. En la pared de enfrente, la propuesta geométrica dialoga con las fibras naturales de Olga de Amaral y con las formas de Guillermo Wiedemann y de Carlos Rojas, mientras esculturas de Jesús Rafael Soto, Feliza Bursztyn, Claudia Hakim y Edgar Negret conducen a Cuerpo paisaje, el espacio en el que la anatomía de Luis Caballero y Ever Astudillo encuentra un hilo conductor con un atardecer sabanero de Andrés de Santa María.
Otro de los grandes tesoros de la colección se ubica en La obra multiplicada, un muro de doble altura que se extiende entre el segundo y el tercer nivel del edificio diseñado por el arquitecto Rogelio Salmona. Este panorama amplio, dedicado a las artes gráficas, presenta una antología alucinante de grabados, serigrafías, litografías y xilografías de Pablo Picasso, Wassily Kandinsky, David Hockney, Marc Chagall, René Magritte y Joan Miró, entre otros. Desde el último piso, donde se asienta Disonancias, pueden apreciarse de cerca las obras de Francis Bacon, Alexander Calder y Oskar Kokoschka.
El Museo de Arte Moderno de Bogotá atesora nuestro patrimonio, nos enseña de nuestro pasado y nos abre la mente a nuevas ideas para construir un mejor futuro.
En Disonancias se encuentran perspectivas alternativas que exploran cuestiones como la raza, el género y la identidad. Aquí se reivindica el papel de la mujer en el arte, y las obras de creadoras contemporáneas como María José Arjona, Alba Triana, Luz Lizarazo, Ana María Devis y Rosario López dialogan con el legado vivo de María Teresa Hincapié. Junto a ellas, La fetichización de lo sagrado ahonda en el capítulo de la historia del arte occidental que abordó vírgenes, santos, crucifixiones, flagelaciones y últimas cenas que en esta sección son interpretadas por Álvaro Barrios, David Manzur y Carlos Duque.
Tras recorrer todo el tercer piso y pasar por las obras de Santiago Cárdenas y de Saír García, la visita podría continuar en el punto inicial, junto a la recepción, y bajar las escaleras que conducen al piso -1, donde empieza Memoria. Este nivel investiga la historia social del país y la manera en la que artistas de distintas generaciones han tratado el constante conflicto armado desde lo documental y lo poético. Artistas del periodo de la violencia bipartidista como Carlos Granada comparten el espacio con la reportería gráfica de Sady González sobre la destrucción de la ciudad durante el Bogotazo, las icónicas cortinas de Óscar Muñoz y las impactantes fotografías de las madres de algunos de los falsos positivos, a quienes Carlos Saavedra retrató.
El Museo de Arte Moderno de Bogotá atesora nuestro patrimonio, nos enseña de nuestro pasado y nos abre la mente a nuevas ideas para construir un mejor futuro. Finalmente, el arte siempre está del lado de la convivencia pacífica de las diferencias. La curaduría de Vivecersa, a cargo de Eugenio Viola y Juaniko Moreno, condensa cerca del 8% de la valiosa colección del MAMBO en un resumen contundente e inspirador que invita a volver para deleitarse con obras que llegan al alma.
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