Es imposible dejar de sentir celos, pero es posible aprender a tramitar aquel sentimiento. Cuestionarnos la razón, hablar con las personas que amamos sobre cómo nos sentimos es importante para romper el deseo de posesión o control por el otro.

Tenía 11 años cuando dejé de ser hijo único. Mi hermano llegó a este mundo y la atención de mi familia ya no era completamente mía.

Aunque ya no usaba muchos de mis juguetes, ver que pasaban a manos de alguien más me incomodaba. Sin embargo, así como me quitaba cosas empezó a regalarme otras. Sonrisas, tiempo, juegos.

Los celos han estado presentes en mis relaciones familiares, de amistad y de pareja.

La desconfianza fue el primer síntoma que detecté en mi pareja y que me llevó a identificar sus celos. Él creía que sería reemplazado o excluido de mi vida. Eso me hacía sentir controlado.

Así que decidí poner el tema sobre la mesa. Dejar de esconderlo y hablar abiertamente.

Entendimos que la posesión y el control no es el camino para encontrarnos. Más bien una vía hacia el desencuentro.





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