Desconocimiento de las definiciones, falta de regulación, vacíos normativos y aprovechamiento de estas ausencias: los problemas en torno a las intervenciones asistidas con animales.
Lucía siente ansiedad social, le sudan las manos, se pone nerviosa y su mente reproduce en su cabeza escenarios angustiantes. Los aeropuertos, llenos de personas, son uno de esos espacios que la hacen sentir atrapada. Sin embargo, encontró que el remedio para desvestirse del miedo se llama Ramona, una perra de tres o cuatro años de edad que la acompaña en su día a día y complementa su tratamiento psicológico.
Miles de personas como Lucía sienten que vivir junto a un animal de compañía les proporciona calma y tranquilidad; les ayuda a apaciguar el estrés, la angustia y la tristeza profunda. Y no es difícil adivinar el porqué. Aunque intuitivamente siempre lo hemos sabido, hace menos de 30 años se empezó a estudiar científicamente cómo y por qué la decisión de vivir y cuidar de un animal produce efectos positivos en los seres humanos.
Lina Cáceres, PhD en psicología, especializada en promoción del bienestar animal y antrozoología, explica que a finales de los años 90 y comienzos de los 2000 se empezó a producir literatura científica sobre los beneficios de los vínculos con los animales.
Comenzaron a hacerse preguntas cuyas respuestas terminaron en reconocer que vincularse con animales tiene impactos positivos en distintas dimensiones de la vida de los seres humanos. “Son muy buenos para la salud, generan ciertas mejoras o aumentos en el bienestar, en la calidad de vida, en la percepción de soledad; no solo en aspectos de la salud física sino también emocional”, dice Cáceres.
Estas conclusiones llevaron a los psicólogos clínicos a sugerir que los animales acompañen y asistan a personas con ciertos trastornos o condiciones que tienen un componente emocional. Ya no se sugerían solo a quienes tienen una discapacidad o afección de salud física —como los perros lazarillos que acompañan a personas con discapacidad visual—, sino para acompañar situaciones mentales o emocionales, diagnosticadas o no, como forma de terapia. Es así como surgen las terapias asistidas con animales, cuyo objetivo es mejorar las funciones físicas, cognitivas, emocionales y sociales de los pacientes a través de la incorporación de animales.
En los últimos cinco años la tenencia de animales que pretenden brindar un apoyo emocional se incrementó, especialmente después de la pandemia debido a las restricciones de circulación, pues muchos solo encontraban compañía en un animal y el único contacto con el mundo exterior lo obtenían al sacar a su mascota a pasear. Su animal de compañía se convirtió en uno de soporte o apoyo emocional, y con ello —a partir del incremento—, los vacíos en la reglamentación comenzaron a hacerse aún más evidentes.
Las categorías
Cuando se habla de los animales empleados en intervenciones de salud se suele confundir las categorías en las que se dividen:
Los animales de compañía son las mascotas que comparten su vida y habitan un hogar con nosotros. Los de terapia, generalmente perros o caballos, son aquellos introducidos en un proceso terapéutico con un objetivo. Viven con el manejador, es decir, un profesional de la salud (psicólogo, terapeuta ocupacional, psiquiatra o médico). La terapia en la que participan se realiza en un espacio controlado, y tanto el animal como el manejador deben estar entrenados y certificados específicamente en el tipo de terapia que apoyan.
Los animales de asistencia o guía, principalmente perros, son aquellos que favorecen la vida de manera permanente a un paciente cuya discapacidad requiere complemento para superar total o parcialmente la discapacidad o dificultad; así lo señala el Análisis de elementos de comprensión para la certificación del acompañamiento animal con fines de apoyo emocional y animales para asistencia en salud mental, realizado por el Colegio Colombiano de Psicólogos. Según el documento, estos animales se organizan en seis subcategorías según la necesidad del usuario:
- Perro guía. Acompaña a personas con discapacidad visual o con limitaciones sensoriales y disfunciones motrices.
- Perro de servicio. Trabaja con discapacidad física impulsando al paciente.
- Perro de alerta médica. Detecta y alerta sobre bajas de azúcar, epilepsia, cambios fisiológicos a nivel viral y epidemiológico.
- Perro señal. Indica sonidos para personas con pérdida auditiva.
- Perro de asistencia. Para autismo, discapacidad mental, dislexia, habilidades sociales, fobias.
En la última de estas subcategorías están los animales de apoyo emocional, “aquellos con un fuerte vínculo con pacientes de estructuras frágiles emocionalmente relacionadas con duelos emocionales, encierro epidémico, niños en separación de padres y otros eventos”. No son vitales y no cuentan con un entrenamiento para prestar el fin que se les asigna. Su apoyo emocional es, principalmente, inherente a su existencia: perros, gatos o hasta loros que hacen sentir mejor a sus humanos solo con el hecho de dejarse acariciar, de distraerles de la caótica realidad o de brindarles rutinas favorables para su estabilidad emocional.
Durante la pandemia Lucía adoptó a Ramona. Tenía esa idea desde hace tiempo y en medio de la cuarentena se decidió. “Luego de la pandemia, Ramona me ayudó a retomar la vida afuera, a tener una rutina, salir, tener hábitos más sanos y compañía”, cuenta, “es evidente que ha sido positiva para mí”.
Animales en los aviones, ¿dónde están las reglas?
Que los animales que brindan un apoyo emocional a sus cuidadores no necesiten entrenamiento ni certificación alguna para catalogarse como tal no es en general un problema. Pero se convierte en uno grande cuando las personas quieren ingresar con ellos a espacios públicos, medios de transporte e instalaciones privadas donde no están autorizados, y para ello adquieren certificaciones no siempre legítimamente obtenidas.
Recientemente el tema se puso en boga cuando 25 perros, supuestamente de apoyo emocional, volaron en la cabina de un avión comercial de la aerolínea Avianca. El quid del asunto es que no existe en Colombia ninguna regulación clara en torno a los animales de apoyo emocional.
El mismo Ministerio de Salud al ser consultado sobre el tema señaló que no existe ninguna guía de práctica clínica en la que se recomiende el uso de animales para terapia en salud mental y que “quizá pueda existir un vacío normativo”.
¿Cómo pudieron estos 25 perros ingresar a la cabina de Avianca? “En los viajes aéreos resulta discrecional de las aerolíneas la aceptación de los animales de apoyo emocional”, dice el análisis publicado por el colegio de psicólogos. Después del escándalo la aerolínea cambió su regulación y ahora los perros que viajen en cabina deben hacerlo en guacal y pesar menos de 10 kilos (incluyendo el contenedor) y su tenedor ha de presentar un certificado médico emitido por un profesional de la salud mental que demuestre la condición que justifique la necesidad de volar con el animal.
El problema de fondo, sin embargo, se mantiene. Al no haber regulación, no es claro qué se debe tener en cuenta para la certificación de un animal con fines de apoyo emocional. Y lo que pasa, dice Engels Cortés, es que “algunos tenedores pretenden pasarlos como perros de asistencia para conseguir que viajen con ellos en cabina”, dado que estos, que sí son de manejo vital, sí cuentan con reglas más claras.
En ese caso se requieren tres certificados:
1. Certificado del médico, psicólogo o psiquiatra que emita un diagnóstico clínico de la persona y justifique el apoyo o servicio que presta.
2. Certificado emitido por un médico veterinario que constate que el animal está en buenas condiciones de salud y que no transmite enfermedades zoonóticas.
3. Certificado emitido por un experto en entrenamiento animal que diga que entrenó al animal para el servicio que está prestando.
Porque los perros de servicio o asistencia tienen que estar entrenados en la tarea que realizan. Mateo es sordo y fue diagnosticado hace 15 años con un trastorno crónico de ansiedad y depresión. Hace diez, un familiar le regaló a Khia, una perra de servicio entrenada. Compartía con él todo su tiempo y cuando llegaban los ataques de pánico, se apretaba contra su pecho y los hacía llevaderos. “Era brutal, muy efectivo. Me regulaba la respiración, me sentía mucho más tranquilo y se me pasaba más fácil”, cuenta.
Luego de que Khia muriera Mateo se quedó con la hija de esta, Paz, una perra sin entrenamiento a la que su psicóloga certificó como apoyo emocional. Sin embargo, dice Mateo, “no es lo mismo”.
El apoyo emocional es un tipo de servicio, “se tendría que regir por las mismas normas que los animales de servicio”, señala Cortés. Helena Martín, psicóloga, diplomada en intervenciones asistidas con animales de Unisanitas, piensa igual: “Un perro de apoyo emocional necesita estar equilibrado mentalmente y eso solo lo logra un proceso educativo y de adiestramiento”.
Animales con bienestar emocional
“Hay animales que sufren depresión, ansiedad, incluso tienen trastornos compulsivos, que se lamen las patas, se muerden la cola, y aún así los certifican como mascotas de apoyo emocional. ¿Qué apoyo puede brindar un animal que no está preparado para una situación específica?”, dice Martín.
El Colegio Colombiano de Psicología señala que no basta con que el psicólogo certifique la necesidad que tiene una persona de la compañía de un animal, sino que estaría obligado a verificar el bienestar del mismo y garantizar que este no afecte la salud y el bienestar de las personas a su alrededor, “desde la certeza (y la evidencia)”.
Que los perros de apoyo emocional no cuenten con entrenamiento podría ser contraproducente, pero además someterlos a una situación estresante para la que no están preparados podría ser un tipo de maltrato animal. Un vuelo, aún para los humanos que estamos familiarizados con ellos, resulta estresante: sonidos de turbinas, cambios en la presión, presencia de otros perros, niños, carros de comida, maletas en movimiento. Algunos perros que no estén acondicionados a este escenario podrían alterarse.
“Tenemos que ser responsables con nuestros animales. No podemos ir por el mundo con animales que pueden generar daños a otras personas y decir que como es de apoyo emocional, se lo tienen que aguantar. ¿Hasta dónde van nuestros derechos y deberes como tenedores de animales?”, inquiere Helen Caballero psicóloga coordinadora de bienestar humano en My Therapawtic, una empresa que brinda servicios de terapia con intervenciones asistidas con animales.
Las regulaciones son necesarias no solo para tener claro de qué hablamos cuando hablamos de animales de apoyo emocional, quiénes pueden servir a este fin y quiénes pueden certificarlos. Sino también porque no tener en cuenta esto podría ir en detrimento de la propia salud del animal y perjudicar a las personas que sí los necesitan.
“No podemos usar animales bajo la bandera del bienestar sin pensar que el bienestar animal debe ser considerado al momento de generar terapias asistidas o actividades asistidas con animales”, sostiene Lina Cáceres.
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