En abril del año pasado se abrió este espacio. En abril de este año tenemos varias columnas haciendo fila. Acá un tributo a todo lo que hemos publicado, a las autoras, y a cada lectora que le da propósito a La Conversación.
¿De qué nos gusta hablar a las mujeres? Según algunos medios, de celebridades. Según pautas de Instagram, de unas fotos en forma de baldosa que se pueden pedir a la casa y pegar a la pared sin dañar la pintura de la sala. Según portales de internet liderados por señores en corbata, de sentimientos. Según muchas tías, de mascotas, sobre todo de gatos. Según el algoritmo de turno, de veganismo, Ucrania, feminismo, astrología, Frida Kahlo, la desigualdad salarial, la glucosa, Pussy Riot, la menopausia, niñas en Afganistán, el aborto, el crossfit, Greta Thunberg, los brasieres sin alambre, Motomami, acupuntura, Francia Márquez, o la NASA. Según Shakira, de la intuición y la facturación. Y según ustedes, las que han escrito acá y las que han leído lo que se ha escrito acá, a las mujeres nos gusta hablar de lo que nos plazca en el momento en el que nos salga.
Yo me gané una especie de lotería, un acceso extraordinario a las vidas de muchas mujeres en abril de 2022. Gracias a este espacio, a La Conversación, quedé en primera fila para presenciar toda una temporada de las aventuras de muchas de nosotras. Y aunque cada episodio tiene su trama, su magia y sus reflexiones duraderas, lo mejor ha sido ver cómo absolutas extrañas, personas que jamás se conocieron, se hicieron barra, se aplaudieron y conectaron.
En un año publicamos 50 columnas (nos fuimos de vacaciones un par de semanas). Cada viernes le entregamos la sección y un pedazo de la homepage de Bienestar Colsanitas a una autora diferente, y nos dimos cuenta de que en la variedad de temas y perspectivas está el propósito.
Era importante que María Fernanda nos confesara lo duro que ha sido descifrar su rol de madrastra, era inminente que Katherine dijera que ya estaba harta de evitar envejecer, muchas se conmovieron cuando Adriana reveló su lucha contra la infertilidad, entraron montones de mensajes cuando Laura narró lo que ha sido ganarle al cáncer de seno, y más de una aplaudió cuando Gloria compartió el miedo que le produce montarse en un avión. A lo largo de este año, Vivian contó lo que fue salir de su adicción al trago y a las drogas, Margarita confirmó que no quiere ser mamá, Carolina se volvió amiga de su ex, y Sara escribió sobre su papá imaginario.
Publicamos a cinco Linas: la primera descubrió que se valía aprender a patinar después de cumplir 40 años, la segunda se topó con su propia muerte, la tercera le hizo luto a un amigo que está vivo, la cuarta cambió a Canadá por Colombia, y la quinta finalmente se salió de aquel grupo de Facebook de mamás que le estaba haciendo daño. María Cecilia encontró los puntos conectores de su trayectoria como actriz y Estefanía nos comprobó que, a fin de cuentas, todas somos impostoras. Liliana nos dijo que es adoptada a mucho honor, Sandra admitió que ella es una brillante bomba de tiempo, y María Alexandra le hizo un tributo a su perro. Isabel anunció que vive feliz andando sola por el mundo y Dahiana nos recomendó dejar de ser hipócritas y admitir que lo somos. No cabe media centena de menciones acá, pero todas fueron igual de imprescindibles para nosotros.
En un mundo en el que cada red social encuentra otra manera de lanzarte contenido que, de por sí, ya era de tu interés, es valiosísimo leer sobre otras vidas, otros puntos de vista. En estos textos se encontraron mujeres de otros barrios, otros oficios, de estratos alejados y de gustos, intereses, encrucijadas y opiniones opuestas.
No es un foro para pelear, es un espacio para echarse una escapadita cada semana, para ver en qué anda otra mujer que vive en este agobiante, hermoso, terrible, maravilloso, cruel y alucinante planeta. Es, al final, un espacio que vamos definiendo entre todas.
A mí La Conversación, además, me generó un sentido de lealtad, y una devoción, que nadie me pidió. Yo tengo otro trabajo de tiempo completo, tengo una hija de casi cinco años, un esposo con el que nos la pasamos hablando de todos los otros proyectos creativos que queremos hacer, y una vida en la que, a diario, las horas parecen encogerse y las listas de asuntos pendientes alargarse. Pero cuando se trata de La Conversación, me brotan ganas, energía y entusiasmo de donde sea. ¿5 a.m. de un viernes para ir preparando el mail que le anuncia a la autora de esta semana que salió publicada? Perfecto. ¿11 p.m. del sábado por fin se me ocurrió cómo solucionar el título de la columna que viene en dos semanas? Ideal. He leído y editado estas columnas en aeropuertos, balcones, mi cama, restaurantes, un sofá anaranjado, librerías, carros, consultorios médicos e incontables escritorios. Y creo que, a estas alturas, quiero que siempre sea así.
Las columnas, y obviamente las autoras detrás de cada una de ellas, se me han convertido en un lugar al que uno puede llegar en pantuflas, despeinada, a renegar por el mal día que tuvo, a festejar si le subieron el sueldo, a llorar si la vida le dio otro totazo, a aprender sobre una nueva manera de decir las cosas. A estar. Es un lugar virtual pero real, honesto; un sitio que no tiene paredes pero que arropa a la que entre. Y ya vamos siendo muchas acá adentro.
El corazón visual de La Conversación hasta la fecha ha estado latiendo gracias a Julia Tovar, una ilustradora con una sensibilidad increíble. Julia y yo no nos conocemos. Jamás nos hemos visto en persona y ni hemos hablado por teléfono. Pero después de 50 columnas, después de tener la primicia de las revelaciones de cada autora, nos hemos acercado mucho. La colaboración creativa que se ha forjado entre nosotras, por supuesto apoyada en los textos de cada mujer y en la habilidad inata de Julia de hacerle zoom a la escena más poderosa de cada columna, es de las cosas lindas que tienen mis semanas.
Mientras llega el próximo viernes, y publicamos a la siguiente autora, voy a confesar una especie de ensueño que me invade a menudo: me imagino un documental de cómo sería una primera reunión, en persona, de todas las que han colaborado en esta sección. Sería emocionante, rarísimo, todo un experimento y, a la vez, un agasajo orgánico. Habría muchos abrazos, seguramente lágrimas, y montones de carcajadas. Que sirvan vino para las que quieran y que sirvan jugo de frutas para las que han proclamado su sobriedad. Que todas aportemos a la playlist de ese día y nos actualicemos sobre nuestros gajes de vida, nuestros cuerpos, nuestras mamás, nuestros oficios y nuestros sentimientos frente al país del que somos, para empezar. Que les toque sacarnos del sitio de la fiesta porque nunca se nos acabó el tema. Que podamos… conversar. Gracias a todas, acá seguiremos recibiendo sus ideas y sus textos, que son la razón de ser de La Conversación.
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