El amor se manifiesta de maneras inesperadas: puede ser un refugio cálido o una tormenta que sacude. A veces fluye como un río, otras, se esconde en el canto de los pájaros al amanecer. En esta carta para mi hijo, intento descifrar sus formas, sus certezas y la promesa de estar siempre a su lado.

Hay amores que se sienten como una casita con chimenea.

Otros como una noche con nieve.

Hay amores que suceden en un solo corazón. Se alimentan ahí, se guardan y poco a poco van desapareciendo (o no).

Hay amores que suenan como el canto de los pájaros al amanecer.

Y otros que son relámpagos luminosos pero estruendosos.

Hay amores como olas del mar que van y vienen. Apacibles, tranquilos.
Y hay amores como ríos furiosos que nadie puede atajar.

Hay muchas formas del amor que desconozco, pero tengo una certeza:
darás unos cuantos tropiezos, apoyarás muy bien tus manos en la tierra y te levantarás.

Y cuando tengas que pararte de nuevo, búscame, creo saber cómo hacerlo y me pondré firme a tu lado.


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