En esta misiva a la Elettaria cardamomum, la planta que da el fruto que conocemos como cardamomo, el autor revela las razones y las emociones que sostienen ese profundo afecto y fascinación por la reina de las especias.
Querida Elettaria,
Recuerdo vagamente el momento en que nos conocimos, tú entenderás que han pasado muchos años. Debió ser en algún momento de 1992, en Barranquilla, en el viejo Dodge Dart blanco con franjas vinotinto que tenía mi padre, quien solía masticar tus semillas para mejorar su aliento de fumador.
Me sorprendió la forma y el color verduzco de las vainas en las que guardas tus semillas. También recuerdo que venían envueltas en pequeñas bolsitas plásticas transparentes, cerradas por un par de grapas en el doblez superior.
Casi 30 años después, me reencontré contigo y con tu sabor de una forma casual e inesperada. Fue a mediados de 2023, en la fiesta de cumpleaños de María Elvira, una amiga de mi novia. Celebramos su vida con un buffet de platos del Pacífico, en una terraza llena de amigos, música sabrosa y la calidez de un buen atardecer. Poco antes de la caída del sol, Nicolás, el novio de la cumpleañera, pasó ofreciendo semillas de cardamomo. Agarré un par de vainas, abrí una de ellas y fue como viajar en el tiempo de regreso a mi infancia. El sabor a mentol que refresca el paladar, el aroma a eucalipto que hace agua la boca, las semillas que vienen unidas y se desarman para soltar ese picor característico con matiz de alcanfor. Toda esa riqueza organoléptica que describo ahora en calma, en ese momento fue una oleada de nostalgia y emoción por aquellos años en los que fui un pequeño niño medio torpe y cabezón, cuyo superhéroe favorito no era Batman ni Superman, sino su viejo.
“Es un anticoagulante natural”, contaba Nicolás. Yo, que soy un incrédulo incorregible, le dije que no conocía ese detalle y le conté que mi fascinación se debía más a los recuerdos asociados a sus semillas mentoladas.
Durante las siguientes semanas olvidé el asunto, pero cuatro meses después volví a encontrarme con tus semillas, mientras ayudaba a mi amigo Lucho a armar una colección de especias para el trabajo final de su semestre de cocina. En ese momento, mientras buscaba datos curiosos sobre ti, empezó mi traga contigo.
Por cierto, qué sorpresa eso de que te llamen la “reina de las especias”. Sabía que eres una de las especias más viejas que conocemos, que desde hace miles de años vienes sumando sabor a diferentes cocinas del mundo, pero no tenía idea de que eras parte de la “realeza” de los sabores.
Creo que te llaman así por la singularidad de tu sabor; por esa mezcla de picante y dulzura que adereza los curris en tu India natal, o que hace especial el sabor de un café servido en los países árabes como gesto de hospitalidad con los visitantes, o por protagonizar la explosión de sabor que brindan los panecillos suecos. En todo caso, eres una especia muy codiciada que nada tiene que envidiarle a otras especias gomelas como el azafrán, la vainilla y la canela.
Por cierto, ¿ese apodo real es exclusivo tuyo o lo compartes con tu primo, el cardamomo negro de Nepal?...
Entiendo que en tu familia de Zingiberáceras tienen más de mil especies y que eres una planta bastante generosa y fuerte, que vives cerca de 30 años, que te gustan los terrenos montañosos y que, en medio de tus hojas lanceoladas, extiendes, casi a ras de suelo, unas ramas que se llenan de pequeños frutos 4 o 5 meses después de la floración.
En fin, te confieso que encuentro admirable tu modestia; la discreción de tus formas le suma puntos a mi fascinación. Nadie imaginaría que esos pequeños frutos ovalados encierran, dentro de sus tres valvas, 3 hileras de 7 u 8 semillas negruzcas que constituyen una de las especias más caras del mundo.
Casi olvido mencionar el espíritu viajero que caracteriza a tus cultivos. Aunque eres nativa de ciertas zonas montañosas de la India, tus cultivos han crecido por montones en el norte de Guatemala desde 1914, cuando fuiste llevada a esas tierras por colonos alemanes.
Tantas raíces has echado en el nuevo mundo, que has convertido a Guatemala en uno de los principales productores y exportadores a nivel mundial. Cerca de 36.000 toneladas de cardamomo verde fueron exportadas durante el 2023, por un valor superior a los 450 millones de dólares. Con razón quienes te cultivan en Centroamérica te llaman el oro verde de la región.
Como leerás, el reencuentro con tus semillas ha despertado mi curiosidad. Ahora, además de llevar conmigo un frasquito con tus semillas, guardo también todos estos datos inútiles para sazonar las conversaciones con amigos y extraños.
Nadie sospecharía que el combo de compuestos que contienen tus semillas (flavonoides, alcaloides, terpenoides, antocianinas y compuestos fenólicos) sigue despertando el interés de quienes investigan las propiedades medicinales de las plantas. Por lo que he visto en diferentes artículos, cada año hay más y más estudios que señalan el potencial farmacológico de tus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, anticancerígenas y antimicrobianas. Al parecer, además de mejorar el aliento, también ayudas a reducir la presión arterial, a bajar el colesterol, a prevenir úlceras y hasta a reducir la ansiedad.
Palabras más, palabras menos, te escribo para agradecerte el frescor que le traes a mis días. Me gusta pensar que, además de mejorar mi concentración, también le haces bien a mi cuerpo. No puedo estar completamente seguro, pero elijo confiar en mi intuición.
Perdona si resulta muy cursi y lisonjera mi carta. Me mueve un sentimiento genuino y tengo 2 o 3 razones para guardarte profundos afectos.
Es todo lo que quería contarte. Gracias por existir. Sigue creciendo tus ramas y multiplicando tus frutos en las montañas, mientras yo sigo llevando tus semillas por ahí entre las ciclorutas, los árboles y los amigos.
Con amor,
Mao.
Pd. He empezado a añadirle tus semillas pulverizadas al café que tomo después del almuerzo. Una cucharadita de cardamomo por cada 2 tazas de café en la cafetera francesa y ¡Listo! Una nueva forma de disfrutarte.
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