Más que simples dibujos, los mandalas son caminos visuales hacia la calma, la introspección y el equilibrio interior. El libro Un año iluminado abre este camino hacia una transformación profunda.
“Vivir sin resistirme a la transformación constante [...] y aprender a ver el presente como el momento donde se experimenta la vida realmente, es un camino directo a la paz y la libertad”, proclama Patricia en las primeras líneas de Un Año Iluminado, 64 mandalas para crear la vida que sueñas. Un libro que nos guía hacia el cambio, la aceptación y el encuentro con nuestra esencia.
Patricia López Caballero comenzó a dibujar círculos y patrones desde niña. En su colegio, los profesores solían llamarle la atención, pues pensaban que no se concentraba en clase por estar dibujando. Sin embargo, esos círculos, que en ese entonces no sabía que eran, la ayudaban a concentrarse. "De hecho, era precisamente al hacer esos dibujos que lograba mantenerme atenta; si me quedaba mirando la cara del profesor, mi mente volaba", comenta Patricia. Con el tiempo, descubrió que esos trazos formaban lo que se conoce como mandala, una estructura de diseños complejos que representa las fuerzas que regulan el universo y que sirve como herramienta en la meditación.
A los 30 años, Patricia decidió convertir el mandala en una forma de vida. Dejó su carrera de derecho para estudiar arte y, más adelante, certificarse en coaching ontológico, transpersonal, espiritual y creativo.
Desde 2016, la autora ha publicado nueve libros, entre ellos El camino del mandala y Mandalas para la abundancia y la prosperidad. En octubre de 2024, lanzó su libro más reciente: Un año iluminado. Este ejemplar nos invita a recorrer un camino de autodescubrimiento, a conocer nuestros miedos y lo que nos impide crecer, sanar el pasado, abrazar el cambio y crear una nueva realidad. Para ello, Patricia emplea los ciclos de las cuatro estaciones como metáforas: "Es necesario abrirnos a la belleza de cada etapa y a su infinita capacidad para manifestar lo inexplorado, aprender a amar el cambio como la actitud que permite que la vida continúe", añade.
El libro comienza con una analogía sobre el otoño, comparando los árboles que dejan caer sus hojas con aquellos aspectos de nuestra vida que debemos soltar: actitudes, hábitos o capítulos en nuestra vida que ya han llegado a su fin. Es un momento para aceptar que algo a lo que nos aferramos ya no nos brinda el bienestar que necesitamos, y para agradecer por lo que ha concluido. “Hay una tendencia a evitar el proceso y, como estamos en la zona Ecuatorial, no percibimos las estaciones con tanta claridad. Esto nos lleva a intentar permanecer iguales, cuando, en realidad, no somos los mismos que cuando éramos niños o adolescentes. Es necesario apoyarnos para aceptar el cambio”.
El libro se acompaña de reflexiones y meditaciones guiadas por la autora, en las que enseña la importancia de conectarnos con nuestra esencia para escuchar lo que necesitamos. Con la ayuda de los mandalas, Patricia nos guía para centrarnos y descubrir qué miedos nos impiden soltar lo que ya no nos beneficia. El libro propone meditaciones sobre nuestros pensamientos, crianza y pasado, con el fin de conocernos, liberarnos y quedarnos completamente desnudos, como un árbol en invierno. Esta estación abre un espacio para la introspección, el silencio y la oscuridad, como un tiempo de renacimiento, donde podemos hacer un balance de los ciclos que hemos cerrado.
“¿Sientes en tu corazón las ganas de florecer? ¿Podrías asumir con humildad y compromiso la idea de que el mundo te necesita, vivenciando tu ser, tu belleza, tu potencial?” son algunas de las preguntas que la autora propone durante la primavera, una etapa en la que invita a reconocer nuestras habilidades para alcanzar lo que deseamos. Finalmente, en verano, cuando el sol está más cerca de la Tierra, nos llenamos de energía y plenitud para cosechar los frutos de todo el ciclo.
A pesar de las metáforas estacionales, Patricia aclara que no es necesario seguir el calendario gregoriano para comenzar el libro. “Cuando tú elijas cambiar, ahí arranca el libro; cuando sientas que tienes la disposición, el ánimo, la motivación para transformarte”, explica. Así, Un año iluminado puede iniciarse en cualquier momento, ya sea impulsado por un sentir interno o coincidiendo con un cumpleaños.
El mandala: un camino de meditación y conexión con el universo
El mandala es una herramienta poderosa para la meditación porque invita a una práctica activa y consciente. Su estructura circular y simétrica crea un espacio seguro para la mente, permitiéndonos entrar en un estado de calma profunda. “Desde nuestra gestación en el vientre materno, el círculo es una forma que reconocemos de manera innata. Y la naturaleza misma nos muestra su presencia en flores, copos de nieve, células y en el movimiento de los astros; es un patrón universal que nos rodea y del que somos parte”, comenta la autora.
Por esto, cuando interactuamos con un mandala, su simetría y equilibrio despiertan en nosotros una memoria arquetípica, una conexión con la geometría sagrada que estructura la vida. Así, el mandala no solo nos ayuda a meditar, sino que nos recuerda quiénes somos: una expresión del equilibrio cósmico, una manifestación del orden universal. A través de él, podemos centrarnos, pacificarnos y acceder a una sabiduría interna que nos guía en nuestra vida diaria.
La simetría y la numerología en el mandala
En la creación de un mandala, la simetría es fundamental. Su estructura circular con un punto central actúa como un ancla para la mente, devolviéndola al orden y alejándola de la dispersión. Cada figura dentro del mandala sigue una distribución equilibrada que genera armonía en nuestra psique.
Los números también juegan un papel clave en los mandalas. “La repetición de elementos dentro de un diseño está conectada con la numerología”, dice Patricia. “Por ejemplo, el número 8 se asocia con la abundancia y la prosperidad, mientras que el 7 representa equilibrio y paz. El 5, por otro lado, simboliza el cambio y la transformación”, añade. Así, un mandala con ciertas estructuras numéricas puede potenciar diferentes intenciones en quien lo observa o lo crea.
Algunos mandalas incluyen formas figurativas como flores, corazones o alas, mientras que otros son abstractos. Sin embargo, todos mantienen una simetría que los convierte en herramientas poderosas para la meditación, la concentración y el bienestar emocional.
Consejos para colorear mandalas
Patricia destaca que no es necesario ser artista o sentir presión de que un mandala quede perfecto. “Más que buscar la belleza estética, su verdadero propósito es ayudar a encontrar armonía, silencio y equilibrio dentro de nosotros”.
Para adentrarse en la práctica de los mandalas, comparte algunos consejos:
- Considérelo un diario visual. El mandala es un reflejo del mundo interno. No es necesario compartirlo con nadie, así que permítase explorarlo sin juicios ni expectativas, usando los colores y trazos que sienta adecuados en cada momento.
- Déle un significado personal. Cada mandala puede simbolizar una situación, un momento o un capítulo de la vida. Aunque su diseño ya está trazado, usted decide cómo darle vida con el color. Cada elección de tonos o las áreas que deja en blanco son actos de creatividad que pueden facilitar la toma de decisiones en la vida cotidiana.
- Explore distintos sentidos al colorear. El sentido en el que se coloree también puede ayudar en diferentes momentos de la vida:
- Del centro hacia afuera, si necesita expresarse, salir al mundo, florecer o comunicar algo que lleva dentro.
- De afuera hacia el centro, si busca calma, centrarse o encontrar serenidad en medio del caos.
- De manera aleatoria. Si es una persona muy estructurada, pruebe colorear desde distintos puntos sin un orden fijo. Esto ayuda a flexibilizar la mente y confiar en el proceso.
- Elija colores según su estado emocional. Los colores tienen un impacto en nuestras emociones, así que puede usarlos de forma consciente:
- Para elevar el ánimo: colores cálidos como rojo, naranja y amarillo.
- Para calmar la mente y el cuerpo: opte por tonos fríos como azul, verde o morado.
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