Aunque muchos padres desean que sus hijos logren su independencia,es posible que a otros les cueste soltar y lleguen los problemas en este proceso.
“Nos vas a dejar solos, te va a quedar muy difícil, te vas a arrepentir”, fueron las palabras que usaron los padres de Fernando Rodríguez cuando les comentó su decisión de irse a vivir a Bogotá. Era 2017 y Fernando tenía una carrera universitaria terminada en su natal Cúcuta y un proyecto de vida orientado a trabajar en la capital del país. Lamentablemente, lo que para él era un plan que le permitiría conseguir lo que soñaba, para sus padres era una verdadera tragedia. Su hijo menor, y el primero en independizarse, haría su vida lejos de ellos.
“Después de que me fui, mi mamá me llamaba llorando casi todas las noches rogándome para que volviera. Eso no solo me hacía sentir culpable, sino que también creaba una preocupación adicional a todas las que ya tenía con mi nuevo reto de vivir solo”, recuerda Fernando, un poco serio y un poco entre risas.
Como sucedió con los padres de Fernando, existen familias que, contrario a motivar y apoyar a los hijos adultos para que prosperen por su cuenta —que es lo que se esperaría de ellos— demuestran sus inseguridades y conflictos internos cuando un hijo se va, tratándolos como si aún fueran niños que necesitan protección.
Un paso importante
En lo posible, la independencia de uno de los hijos ha de ser un proceso en el que todo el núcleo familiar, de alguna u otra manera, pueda ser partícipe. Por ningún motivo esta salida debe venir inmediatamente después de una discusión, pues esto solo generaría rencores y los problemas quedarían sin resolver. “Para cualquier persona, el cambio de domicilio debe ser parte de un plan personal bien pensado que se sostenga en la independencia económica y la madurez emocional”, indica Viviana Zapateiro, psicóloga clínica adscrita a Colsanitas. Adicionalmente, la persona que se independiza debería tener unas nociones básicas de economía del hogar y tareas domésticas.
Límites sanos
A pesar de que se cuente con los requisitos anteriormente descritos, es normal que algunos miembros de la familia se resientan con la salida de uno de los suyos. “Para muchos padres, el simple hecho de que sus hijos ya no vivan con ellos puede tener efectos similares a los de un duelo o ruptura”, explica Claudia Botero, psicóloga experta en terapia familiar. Esto sucede especialmente cuando son personas solteras y su hijo o hija representa su única compañía en el hogar. Cuando las redes de apoyo se distancian, enfrentarse solos a una situación desconocida podría generar patrones de comportamiento poco saludables en los padres y estos pueden afectar emocionalmente a los hijos.
“Cuando un integrante de nuestra familia nos hace sentir mal con sus palabras o acciones, es necesario aprender a poner límites que nos permitan preservar nuestras relaciones sociales sin sacrificar nuestra salud mental”, añade Botero.
Existe la posibilidad de que, en el proceso de construir una nueva familia, surjan comentarios destinados a despertar sentimientos de culpabilidad respecto al “abandono” y a la “traición”, que es como los padres pueden interpretar la decisión de los hijos. Otra posibilidad es que se sientan ansiosos o preocupados por el futuro, y se pregunten si las herramientas que les enseñaron son suficientes para enfrentarse a la vida de adulto.
“En algunas familias, cuando uno de sus miembros comienza un nuevo hogar lejos del núcleo familiar, nace cierto recelo hacia el nuevo estilo de vida de la persona, y por lo tanto se puedan generar críticas en algunos aspectos generalmente por parte de los padres o de miembros de la familia extendida como abuelos o tíos. Las críticas pueden enfocarse en la forma como decoramos el nuevo apartamento o incluso en los métodos de crianza cuando hay nietos”, señala Botero. Dependiendo del modo de expresarlas, estas críticas se dividen en positivas y negativas, pero cuando sentimos que son impertinentes y nos lastiman, lo mejor es hablarlo.
Para eso existe un método en psicología que sirve para sugerir un cambio de conducta llamado “La técnica del sándwich”. Aquí la explicamos tomando como ejemplo una pareja que quiere poner límites a los abuelos respecto a la crianza de los nietos:
Reconocimiento. Etapa en la cual expresamos un elogio sincero. “Quiero agradecerte por todo lo que haces por nosotros…”.
Reclamo. Petición que tenemos respecto al cambio de conducta que esperamos. “Pero la forma en que criamos a nuestro hijo es una decisión que compartimos mi pareja y yo”.
Mensaje positivo. Una crítica constructiva para cerrar el diálogo. Puede ir acompañado de una sugerencia. “Igualmente, me gustaría tener tu consejo sobre otros temas cuando lo necesite”.
De acuerdo con Botero, “los padres no deberían tener acceso ilimitado al nuevo hogar ni mantener con los hijos la misma relación de autoridad”. En ese sentido, es importante saber diferenciar espacios, tener presente que siempre habrá actividades en pareja o con la nueva familia, actividades conjuntas con varios integrantes de diferentes familias y espacios destinados exclusivamente a compartirlos con mamá y papá.
Mantener las redes de apoyo
Es fundamental tener en cuenta que, a pesar de que hemos creado una red de apoyo nueva, no debemos olvidarnos de que ya éramos parte de una y que muchas veces, esta red también podría necesitar de nosotros. “El tiempo de calidad con nuestros padres no tiene por qué ser una rutina de todos los días, lo importante es que ellos sientan que seguimos queriéndolos como antes, lo que se ve reflejado en llamadas telefónicas, actividades compartidas y visitas en ambas casas”, dice Zapateiro. Incluso una videollamada, si se vive en otra ciudad, es capaz de hacer una gran diferencia.
Para Fernando, irse de la casa materna ha significado libertad y responsabilidad, pero también una mejor relación con sus padres. “Después de cinco años de vivir por mi cuenta, siento que ahora se refieren a mí con más respeto, incluso me piden consejos de vida de vez en cuando; aunque no nos vemos muy seguido ni nos llamamos tanto”, comenta.
“No hay que olvidar que en cualquier relación siempre debe existir el amor y el respeto, y que, sin estos dos, no se considera negativo abandonar un vínculo que no nos hace felices”, finaliza Zapateiro.
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