Pasar al contenido principal
Maternidad y crianza-Pilar Aguirre

“Cuando un niño pregunta, tiene la capacidad de recibir la respuesta” Pilar Aguirre

Fotografía
:

Una vida con rumbos variados ha marcado la mirada de esta sexóloga que tiene 35 años de experiencia, interés por lo tabú y la educación de la infancia.

Cuando le pregunto qué la ha movido a recorrer caminos tan distintos a lo largo de su vida, Pilar Aguirre se toma un momento. “No sé si ha habido un interés común… Yo lo veo más como oportunidades que se me han ido presentando y que yo he aceptado, una a la vez”. Sentada frente a una taza del café especial que nos sirven en Café Banna, en una hermosa casa del barrio Quinta Camacho en Bogotá, Pilar recapitula su vida al responder cada pregunta. Vuelve a las historias que ha escuchado, los procesos que ha acompañado, a sus estudios, a los viajes y a los congresos, pero también a sus duelos, a la adopción de su hija y a la alegría que la desborda como madre. A medida que hablamos, terminan por emerger con claridad esos intereses que han guiado su trabajo todos estos años: “Son dos y los dos son tabú, el sexo y la muerte”.

Pilar Aguirre es psicóloga especialista en sexualidad con énfasis en educación y terapia sexual. Sus 35 años de experiencia la han llevado de la Unidad de Psicoterapia y Sexualidad Humana, grupo pionero en el abordaje de la sexología en el país; al Ministerio de Educación, donde fue asesora del Proyecto Nacional de Educación Sexual en la década de los 90, específicamente del trabajo en investigación y acompañamiento a niñas, niños y adolescentes explotados sexualmente, junto a la fundación RENACER; al Colegio Nueva Granada, donde fue psicóloga consejera de estudiantes privilegiados en la capital; entre mucho más. Sin mencionar las horas de terapia en consulta, donde ha acompañado a jóvenes, adultos y parejas en diferentes procesos, varios de ellos como psicoterapeuta adscrita a Colsanitas desde hace nueve años. 

¿De dónde vino su interés por la sexología?

Es un campo en el que nunca termino de aprender. Para mí es apasionante. Yo trabajo a veces hasta ocho, nueve consultas diarias, pero a veces llega una persona con una historia y me hace decir: esto no se me ha pasado por la cabeza en los 35 años que llevo en el oficio. A veces digo que no veo novelas porque en mi trabajo me las cuentan. Y es que en la sexualidad confluye gran parte de lo que somos los seres humanos. Es como una moneda en sus dos caras: vida o muerte, placer o dolor, amor o violencia... Desde quinto bachillerato sabía que eso me interesaba porque en mi colegio teníamos clase de psicología. Y por ejemplo, el primer libro que tuve al respecto todavía lo tengo, el Diccionario visual del sexo que sacó Círculo de Lectores en 1979. Un libro fascinante con imágenes, láminas y fotografías que detallaba distintos temas y que no era común ver en muchas partes en ese entonces. Me lo prestaron en la casa de una amiga y nunca lo devolví [risas]. 

Cuando empezó a ejercer, el sexo aún era un tema tabú en el país y en muchos otros lugares. ¿Cómo ve eso hoy? 

El sexo ya no es un tabú. Lo que sí noto es que se ha perdido en el tema de la conexión emocional. Me parece que hoy la gente tiene más fácilmente actividades sexuales, con muchas de las características del consumo, pero sin conectar y les genera un enorme vacío. Por otra parte, aunque han cambiado las percepciones sobre lo sexual en 35 años, hay cosas en las que estamos igual de mal. Yo fui al Congreso Mundial de Aborto en Holanda en 1996 y allá, país referente en educación sexual, las tasas de aborto de las mujeres holandesas ya eran muy bajitas, mientras que en Colombia teníamos mil abortos diarios, siendo en esa época totalmente ilegal. Muchas de esas mujeres morían. Y hoy aún tenemos muchas interrupciones voluntarias del embarazo, porque queda mucho por hacer en educación sexual en el país… Yo creo que el día que todos los hijos sean producto del amor y la decisión, de hecho, tendremos otro país, otro mundo. 

¿Qué efectos tiene a nivel social una buena educación sexual y qué vuelve a un país como Holanda referente en la materia?

Hace casi 30 años, la edad de inicio sexual en Colombia era de 13,8 años. Esa edad está muchísimo más bajita hoy en día. Ahorita tenemos niños que están empezando hacia los 11 años. En Holanda, la edad de inicio sexual, con toda la liberalidad que tenía, era de 16 años. Y lo que tú sabes es que, con una buena educación sexual, las razones para empezar la vida sexual no son ni curiosidad, ni presión de grupo, ni presión de la pareja, sino una decisión. Pero en un país como el nuestro, con unas tasas tan altas de aborto, de muerte por infecciones asociadas al aborto y de infecciones de transmisión sexual, pues estamos con una educación sexual que no está funcionando.

Cuando hicimos el proyecto de educación sexual (con el Ministerio de Educación) había cuatro líneas: autonomía, autoestima, valores de convivencia y salud integral. La idea es que educar en esos frentes hace que una persona autónoma sexualmente pueda tomar decisiones libres y responsables, es decir informadas, y por las que pueda responder, queriendo cuidarse y sentirse cuidado, partiendo de valores como la comunicación, respeto, tolerancia... Si consigues esto, pues formas personas cuya sexualidad va a ser una experiencia positiva. 

¿Cómo se aterriza esto? Por ejemplo, ¿a qué edad se debería empezar a hablar y de qué?

Tú siempre haces educación sexual, desde que un bebé nace estás dando mensajes sobre el cuerpo, el amor, la vinculación y la responsabilidad con otra persona. Lo que pasa es que, probablemente, mucha gente no es consciente de que la está haciendo. Hay familias en las que no se puede hablar de sexo, aún es tabú. Con eso también estás dando una posición y unos valores frente al sexo, así como los das respecto a la mujer, al hombre, a la relación de pareja, la familia o las emociones. 

El llamado a hacer una mejor educación sexual entonces sería aprender a ser explícitos, sin torpeza y más allá de los miedos.

El miedo de la gente a hablar con los chicos de la parte sexual es que, dicen, eso es como darles permiso para que vayan y tengan relaciones. Pero si tú le enseñas a un niño a atravesar una avenida, ¿le estás incrementando la posibilidad que lo atropelle un carro? Tú debes contestar honestamente, siempre con la verdad, lógicamente, en un lenguaje comprensible para la edad, pero sobre todo que sea honesto y claro. Yo lo que les digo a los adultos siempre es que cuando un niño pregunta algo, tiene la capacidad de recibir la respuesta. 

Hace años usted perdió un embarazo y mientras atravesaba el duelo de esa pérdida escribió unas “Cartas a Laura” que terminó por publicar en su blog para convertirlas en un testimonio con el cual apoyar a otras personas. ¿Podría contarnos qué la animó a compartir esta parte tan vulnerable de sí misma?

Como psicóloga lo que tú haces es conectar empáticamente con el dolor del otro. Y reconocerte vulnerable no te debilita. Te fortalece a través del crecimiento, desde el dolor. Yo pienso que mis experiencias más duras han sido las que más me han permitido crecer. Es decir, yo he tenido experiencias en las que me hubiera podido quedar en una posición de víctima, pero cuando tú te haces responsable y te paras frente a la situación asumiéndola, eso te vuelve más fuerte. La muerte de Laura ha sido la experiencia más dolorosa de mi vida. Tuve un duelo muy profundo. Hicieron falta veinte años para que yo pudiera analizar las cartas que escribí y me animara a publicarlas. 

Y en ese momento, ¿qué la ayudó?

Es una pregunta difícil porque eso me costó mi primer matrimonio. Fueron tres meses en los que estuve vuelta nada. Mi esposo en ese entonces, que es intensivista y veía muertes todo el tiempo, quiso hacer una negación y no podía reconocer el dolor que yo sentía. Y para mí sentir que un hombre no podía estar para mí en el momento más doloroso de mi vida, rompió mi confianza en él. Y eso fue irreparable. Para ayudarme con el duelo hice muchas terapias, sanaciones a la parte energética, escribir “Cartas a Laura”... Pero creo que yo solo resolví el duelo más tarde, cuando decidí adoptar a mi hija Alejandra. 

Usted adoptó siendo madre soltera, ¿podría contarnos un poco de esa decisión y experiencia?

Yo estaba terminando un curso de crecimiento personal y había que hacer un análisis de qué había hecho uno en la vida, qué proyecto quería o que faltaba. Y dije, pero yo siempre he querido tener una hija. Salgo del curso, voy a hablar con mi mamá y le digo quiero tener una hija: voy a adoptarla. ¿Por qué adoptarla? Porque, por un lado, Laura había muerto por incompetencia de mi cuello uterino y yo sabía que un embarazo era de alto riesgo para mí. Y por el otro lado, no encontraba un tipo que me gustara para papá. Mi mamá había trabajado 21 años en la embajada de Estados Unidos, en la sección de visas, donde conoció a todas las agencias de adopción de nuestro país y me dijo: “Ve a la Casa de María en Medellín, porque yo en esa casa veo a los niños más felices y a las familias con mejores procesos”.

Y me fui para allá una semana a trabajar con las madres que estaban entregando a sus bebés para adopción, haciendo prevención de nuevos embarazos, infecciones de transmisión sexual, trabajo sobre educación de los hijos, temas de pareja, autoestima, sanación... Y finalmente conté que quería adoptar una hija yo sola e hice todo el proceso. Me llamaron en noviembre y me dijeron que había una niña para mí. Entonces invité a mi mamá, a mi hermano y a mi hermana, y nos fuimos los cuatro para Medellín. El día que me la entregaron, me salió un broté por la ansiedad. Era una niña preciosa, perfecta. Para mí la maternidad ha sido la experiencia más fabulosa del mundo. O sea, me parece que pasó volando. Mi hija acaba de cumplir 22 años. 

¿Cómo abordaron la adopción en el proceso de crianza?

Desde muy chiquita ella supo que era adoptada. Yo le hice un cuento con el que le expliqué cuando era muy niña que ella había crecido en mi corazón y no en el vientre, y que tenía otra mamá que la había tenido en su vientre. En sus primeros años, llevé a Alejandra a Medellín: celebrábamos su cumpleaños en la Casa de María, con los niños de adopción, cuidando bebés por un par de días, cambiando pañales… Y las dos siempre nos hemos llevado muy bien. Ella me dice que yo soy una mamá loca [risas]. Desde chiquita ella me preguntaba siempre, “Mamá, ¿sí pagaste el agua y la luz?” Porque yo soy muy racional, pero en algunas cosas también muy impulsiva y ella en cambio es muy organizada, un alma vieja. Mira que un día, muy linda, muy chiquita aún, porque ella ya sabía de Laura, me dijo: “Mamá, ¿tú crees que si Laura no hubiera muerto tú me habrías adoptado a mí?” Y yo le dije que no lo sabía, que tal vez la historia sería distinta. Pero todo pasa por una razón.

Al final de las Cartas a Laura usted dice que encontrar un propósito le permitió sanar, una frase que resuena profundamente al pensamiento de Viktor Frankl. ¿Podría elaborar un poco esa idea?

Dicen que cuando tienes el para qué encuentras el cómo. El propósito es lo que te permite atravesar las situaciones. Víctor Frankl encontró tres ámbitos en los que los seres humanos buscan el sentido: los valores de creación, los de experiencia y los de actitud. Los de creación son los que puedes encontrar en tu estudio, tu trabajo o lo que haces por el mundo: es dejar tu huella. Los de experiencia son los que se reciben del mundo y para mí, son el amor que se construye a través de los vínculos. Y ahora que lo menciono, yo creo que mi propósito en esta vida ha sido aprender sobre el amor, experimentar muchos tipos de amor. Pero en la vida también hay situaciones límite, cuando estás frente a la muerte, la enfermedad, el dolor, la traición, todas las cosas más complicadas que nos ponen al borde. Frankl dice que en estas situaciones lo que te da sentido es la actitud, es decir: cómo te paras tú frente a eso. Porque cuando estás entre la espada y la pared, te puedes quedar quieto y temblando a esperar que te ensarten y morir como un cobarde. Pero también puedes escoger seguir luchando y morir como un valiente.

Jorge Francisco Mestre

Escritor, periodista e historiador. Fanático de las historias contadas con calma, hondura y gracia. Escribe entrevistas, crónicas, ensayos y artículos de análisis para Bacánika y Bienestar Colsanitas. En 2022, publicó Música para aves artificiales, su primer poemario.