Para muchos niños, la Navidad llega acompañada de exámenes médicos, sondas y habitaciones silenciosas, lejos de las rutinas y celebraciones familiares. Estas fechas, que suelen asociarse a unión y alegría, pueden convertirse en un desafío emocional tanto para los pacientes como para sus cuidadores. Un pediatra de Colsanitas y dos psicólogas de la salud explican cómo vivir estas festividades dentro del hospital de forma más serena, acompañada y significativa.
La alegría que se vive por estos días en las calles, con ocasión a las festividades navideñas, contrasta con la angustia que suele habitar los centros hospitalarios. En las calles se escucha la música sabrosa que retumba de forma amplificada desde los parlantes. En el hospital lo que suenan son los monitores y aparatos médicos. Afuera se observan los llamativos colores que desprenden los fuegos artificiales. Adentro se ven las pálidas y frías paredes del hospital. Afuera se come de todo: buñuelo, natilla, pernil, pavo, dulces y golosinas. Adentro solo sirven un cóctel de medicinas y los alimentos que permita la rigurosa dieta de cada paciente. En las calles se escuchan risas de niños correteando por todas partes; en los pasillos hospitalarios, llantos y quejidos de dolor.
La Navidad es, para la mayoría de los niños, la fecha más esperada del año: anticipan el misterio de los regalos, el aroma de la cena familiar y la compañía y juegos con sus seres queridos. Pero no todos pasarán Nochebuena de la misma manera. Para un número significativo de pequeños, estas fechas transcurren entre fiebre, malestar y dolor. Algunos tienen movilidad reducida; otros ni siquiera pueden levantarse de la cama, conectados a sondas, oxígeno y distintos equipos médicos.

Fernando Castillo Romero, médico pediatra de Colsanitas, considera inevitable no imaginar la desilusión de un niño al despertar no en su cama, sino en una camilla, anclado a sondas y monitores, con fiebre y dolor; con la ausencia palpable de hermanos, abuelos y amigos; sin poder moverse ni jugar libremente, presenciando la monotonía aséptica de un hospital.
“La hospitalización de un niño durante una festividad tan simbólica como la Navidad amplifica sentimientos de melancolía, miedo y una profunda sensación de aislamiento. No es un dilema nuevo: desde la antigüedad, las celebraciones marcan pausas en la vida cotidiana, y aquellos afligidos por dolencias o heridas quedaban, inevitablemente, al margen. Vivir la Navidad hospitalizado es una experiencia que marca el alma, tanto del niño como de su familia; sin embargo, con el apoyo y la inventiva de quienes los cuidan, este período puede convertirse en un remanso de esperanza y afecto”, explica Castillo Romero, quien presta servicios en la Clínica Universitaria Colombia.

El impacto emocional de pasar la Navidad en el hospital
Mariteh Lozano, subdirectora nacional de psicología de la salud del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colsic), explica que pasar la Navidad hospitalizado puede tener un impacto emocional profundo en los niños, ya que implica la separación de su entorno afectivo y la interrupción de rutinas que representan seguridad y alegría pueden generar tristeza, ansiedad, miedo y una intensa sensación de soledad. “La ausencia de figuras de apego y la pérdida de los rituales propios de estas fechas pueden alterar el bienestar emocional del niño, disminuir su motivación hacia el tratamiento y aumentar su vulnerabilidad psicológica ante el estrés hospitalario”.
El impacto también alcanza a los familiares. “Para los cuidadores tampoco resulta fácil atravesar estas fechas dentro de un hospital, viendo a sus hijos enfermos y adoloridos, inmovilizados y aislados de toda diversión. Son escenarios que podrían despertar traumas, ansiedad y frustración en los padres. Es allí cuando se tiene que poner en práctica toda una red de apoyo psicológico, de acompañamiento y de asesoría por parte de todo el personal sanitario”, apunta María Cecilia Salcedo Ariza, especialista en psicología de la salud en el Valle del Cauca.
Ambas especialistas, integrantes del Colsic, coinciden en que estos impactos negativos pueden atenuarse mediante estrategias de apoyo emocional y psicológico. Destacan el papel central de la familia: cuando padres y cuidadores mantienen una comunicación afectuosa, expresan optimismo realista y participan activamente en las actividades hospitalarias, contribuyen a crear un ambiente emocional estable que favorece tanto el bienestar del niño como su recuperación física.

La importancia de la humanización en el entorno hospitalario
Mariteh Lozano, subdirectora nacional de psicología de la salud del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colsic), explica que pasar la Navidad hospitalizado puede tener un impacto emocional profundo en los niños, ya que implica la separación de su entorno afectivo y la interrupción de rutinas que representan seguridad y alegría pueden generar tristeza, ansiedad, miedo y una intensa sensación de soledad. “La ausencia de figuras de apego y la pérdida de los rituales propios de estas fechas pueden alterar el bienestar emocional del niño, disminuir su motivación hacia el tratamiento y aumentar su vulnerabilidad psicológica ante el estrés hospitalario”.
El impacto también alcanza a los familiares. “Para los cuidadores tampoco resulta fácil atravesar estas fechas dentro de un hospital, viendo a sus hijos enfermos y adoloridos, inmovilizados y aislados de toda diversión. Son escenarios que podrían despertar traumas, ansiedad y frustración en los padres. Es allí cuando se tiene que poner en práctica toda una red de apoyo psicológico, de acompañamiento y de asesoría por parte de todo el personal sanitario”, apunta María Cecilia Salcedo Ariza, especialista en psicología de la salud en el Valle del Cauca.
Ambas especialistas, integrantes del Colsic, coinciden en que estos impactos negativos pueden atenuarse mediante estrategias de apoyo emocional y psicológico. Destacan el papel central de la familia: cuando padres y cuidadores mantienen una comunicación afectuosa, expresan optimismo realista y participan activamente en las actividades hospitalarias, contribuyen a crear un ambiente emocional estable que favorece tanto el bienestar del niño como su recuperación física.

Formas de hacer más llevadera la Navidad cuando un niño está hospitalizado
1. Adaptar el entorno. Si las normas lo permiten, decorar la habitación con pequeños adornos que hagan el espacio más acogedor.
2. Crear momentos compartidos. Leer juntos, cantar villancicos o ver películas navideñas ayuda a mantener vivo el espíritu de la fecha.
3. Aprovechar la tecnología. Las videollamadas con familiares y amigos permiten ver rostros queridos y reducen la sensación de aislamiento.
4. Escoger regalos adecuados. Seleccionar unos pocos regalos, pequeños y perfectamente adaptados al entorno clínico, tales como libros de lectura, cuadernos para dibujar y colorear, juguetes de construcción, juegos didácticos y de mesa.
5. Cultivar la esperanza. La serenidad y resiliencia son el baluarte emocional de un niño. Es natural sentir tristeza, pero es vital proyectarles esperanza y una alegría mesurada.
6. Cosechar recuerdos. Capturar fotografías de los momentos especiales que logren crear en el hospital. Aunque la situación sea desafiante, estos recuerdos pueden adquirir un valor incalculable en el futuro.
7. Mantener rutinas. Intentar en lo posible mantener algunas rutinas de casa, como la hora del cuento antes de dormir o un horario de juegos, siempre que la condición del niño y las normas hospitalarias lo permitan.
6. Apoyo institucional: No vacilar en solicitar respaldo emocional o práctico al personal del hospital, a los capellanes, si aplica, o a otros padres que atraviesan circunstancias similares. Recordar que no se está solo.




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