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prótesis

La protésica: el arte de reimaginar el cuerpo humano

Ilustración
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 El uso de piezas externas y reemplazos para el cuerpo nos habla de una rica y silenciosa historia sobre la evolución de la manera en la que entendemos el cuerpo humano y cómo hemos trabajado para conservarlo.

Una momia egipcia que data, aproximadamente, del siglo XV a. C., cuyo cadáver pertenece a un líder espiritual del reino de Amenhotep II, tiene amputado el dedo gordo del pie derecho. En su lugar está una de las primeras ortesis de las que se tiene información, hecha con cuero y madera.

Las prótesis son una extensión o reemplazo artificial que se usa para imitar una parte del cuerpo por múltiples razones, entre esas, amputaciones, desgaste de miembros, agenesia (ausencia o malformación de órganos de nacimiento) o uso estético. Buscan sustituir una parte del cuerpo ausente, perdida o desgastada, y cumplir sus funciones. Tradicionalmente, buscan restaurar la funcionalidad, recuperar la imagen o el centro de gravedad del cuerpo o alterarlo con fines estéticos.

La historia de las prótesis es extensa y tiene varias ramas. Se dividen en dos grupos. Las endoprótesis, que requieren procedimientos quirúrgicos, como un reemplazo de cadera; y las exoprótesis, o mejor llamadas ortesis, que vienen a ocupar el lugar de miembros externos, cuya historia es rica y diversa. Hoy las exoprótesis buscan, además de devolver la capacidad motora, recuperar también estímulos sensoriales.

En una investigación sobre la historia de la protésica, el profesor neozelandés de ortopedia de la Universidad de Otago, Alan Thurston, rastreó el reemplazo de extremidades en las élites egipcias. Es razonable entender que el uso de las primeras ortesis estuviera vinculado a líderes espirituales que buscaban, con estas piezas, recuperar la idea de “completitud” del cuerpo. Los egipcios tenían un imaginario escatológico que los llevaba a esforzarse por conservar los cuerpos para utilizarlos en el mundo de los muertos. Y esto está soportado, según Thurston, en que culturas de la antigüedad les temían más a las amputaciones que a la muerte misma, pues un cuerpo incompleto podría afectar la vida en el más allá: “Los miembros extirpados [del vivo] eran enterrados, después eran desenterrados y reenterrados en el momento de la muerte de la persona amputada, para que esta pudiera tener un cuerpo completo para la eternidad”, escribe Thurston.

Datado aproximadamente en la época de la momia egipcia o quizás hasta dos milenios antes, el poema Rigveda, el texto más antiguo de la tradición védica, de la región punyab, entre India y Pakistán, narra cómo la reina guerrera Vishpla recibe una extremidad de hierro para volver al combate después de perder una pierna en batalla. Este enfoque pragmático para las ortesis es el que se empieza a ver con más frecuencia y que resuena hasta nuestros días. Durante la Segunda Guerra Púnica (siglo II a. C.), el general romano Marco Sergio perdió su mano derecha y sufrió 23 heridas en combate. Para poder regresar y dirigir su legión contra Cartago, encargó un sustituto de hierro con el que escasamente podía sostener un escudo, y con el que logró ganar cuatro combates en un solo día. 

Ambroise Paré, un barbero-cirujano del ejército francés que vivió casi todo el siglo XVI, es considerado uno de los pioneros de la protésica moderna. Su experiencia en nueve campañas militares entre 1536 y 1572 lo llevó a innovar en el diseño de ortesis, destacándose por la creación de miembros artificiales, como una mano mecánica llamada ‘Le Petit Lorrain’, utilizada en batalla. Ambroise Paré introdujo técnicas cruciales, como la ligadura de vasos sanguíneos durante las amputaciones, lo que mejoró significativamente la atención quirúrgica. Sus diseños incluían una ortesis por encima de la rodilla con características que aún se utilizan hoy, como un arnés de suspensión y un sistema de bloqueo en la rodilla, sentando las bases para futuros desarrollos.

Las prótesis son una extensión o reemplazo artificial que se usan para imitar una parte del cuerpo por múltiples razones, entre esas, amputaciones, desgaste de miembros, agenesia (ausencia o malformación de órganos de nacimiento) o uso estético.

A finales del siglo XVII, el neerlandés Pieter Verduyn introdujo la primera ortesis debajo de la rodilla sin bloqueo, similar a los dispositivos actuales. En 1800, el inglés James Potts diseñó una conocida como “pierna de A<nglesey”, utilizada por un comandante británico que sufrió un balazo de arcabuz (un arma de fuego) en la batalla de Waterloo. Esta ortesis contaba con un vástago de madera y una articulación de rodilla de acero, que permitía movimientos controlados mediante tendones de tripa de gato.

La normalización de mutilaciones y amputaciones producto de siglos de guerra en Europa llevó a que los reemplazos básicos de las ortesis se incrustaran en la cultura popular. Primero, en la literatura de autores como Charles Dickens y Robert Louis Stevenson, y después en personajes como el capitán Garfio o Pedro Pata de Palo (conocido también como Pedro el Malo, el enemigo de Mickey Mouse). 

Por esa misma época, gracias a la revolución científica e industrial, la medicina –y en particular la cirugía– emprendió el camino que la llevó a expandirse en ramas de especialidades y subespecialidades cada vez más específicas. Recién en 1890 y 1891 aparecieron las primeras endoprótesis, los primeros reemplazos de muñeca y de cadera, respectivamente, de manos del cirujano moldavo (actual Rumanía) Temístocles Gluck, quien usó fragmentos de mármol y tornillos niquelados para reemplazar el acetábulo y la cabeza femoral. Estos avances influyeron profundamente en la técnica y los materiales, pero representaron poco éxito a largo plazo, con infecciones crónicas en el sitio operatorio.

“El motor de los grandes avances en la protésica es la necesidad de disminuir las complicaciones”. Jairo Alonso Rincón, especialista en reemplazos articulares y cirugía de cadera de Keralty.

El ‘giro copernicano’ en la historia de la protésica

El siglo XX significó un parteaguas en la historia de la medicina, potenciada por la aceleración vertiginosa en la evolución de los procedimientos quirúrgicos, en beneficio de los pacientes. Los reemplazos de cadera con vejigas de cerdo, los altos índices de fracaso y las complicaciones por la escasez de instrumentos costosos de fabricar hacen que, en retrospectiva, la cirugía se vea como de otro planeta: “La técnica quirúrgica ha mejorado notoriamente; antes una operación tardaba cuatro, cinco horas, y hoy en día me puedo demorar alrededor de 50 minutos a una hora en una cirugía de estas. El paciente se recupera de la anestesia y a las cuatro horas ya está caminando con un ayuda de un caminador, y a las seis horas ya está en su casa”, cuenta el doctor Jairo Alonso Rincón, especialista en reemplazos articulares y cirugía de cadera de Keralty.

Rincón explica el proceso de innovación en el caso de los procedimientos de reemplazo de cadera: “Yo creo que el motor de los grandes avances en la protésica es la necesidad de disminuir las complicaciones”. Este imperativo, acompañado de priorizar la calidad de vida de los pacientes, abarca los tres grandes elementos que permiten que hoy en día, en procedimientos como la artroscopia de cadera (un procedimiento quirúrgico mínimamente invasivo para reparar lesiones, entre esas el reemplazo), “prácticamente el 80 % de estos procedimientos estén siendo ambulatorios”. Estos tres elementos son la técnica, los materiales y la tecnología.

Actualmente, la prioridad, a diferencia de las motivaciones durante gran parte de la historia de la protésica, es la calidad de vida del paciente. Dice Rincón: “Hoy en día se sabe que entre más rápido se rehabilite el paciente de la cirugía, un montón de complicaciones que se veían antes, cuando quedaban hospitalizados y acostados durante largos periodos de tiempo, se han visto solucionados o mejorados con una rápida rehabilitación”. Parte de la mejora en la técnica quirúrgica pasa por una mejor planificación de la cirugía: “Anteriormente, uno colocaba un papel calcante sobre un muñeco y dibujaba lo que tenía que hacer, y hoy en día prácticamente todo se hace computarizado”, explica.

Como en muchos de los ámbitos de la humanidad, la de la protésica es una historia que poco a poco se funde con la historia de la tecnología, que progresivamente reemplaza el esfuerzo que necesitan las actividades humanas.

Rincón también señala que uno de los mayores factores de avance en esta disciplina es la tribología aplicada a la medicina. La tribología es la ciencia que estudia la interacción entre las superficies, la fricción, el desgaste y la lubricación. Aplicar este campo del conocimiento ha permitido mejorar la comprensión de materiales externos y su interacción con el cuerpo humano.

Desde la madera, las tripas de gato, el hierro o cobre y el cuero básicos, la evolución de los materiales utilizados en prótesis es invaluable, pasando de materiales que no eran bien aceptados por el organismo a aleaciones modernas de titanio, tantalio y otros metales que han demostrado una integración efectiva con el cuerpo. Hoy en día, muchos de estos metales están recubiertos con minerales como la hidroxiapatita, que estimulan el crecimiento óseo. Estos avances permiten que el hueso crezca a través de los poros del metal, creando una fusión microscópica con las estructuras óseas. El resultado es una integración satisfactoria y firme, convirtiéndose prácticamente en una extensión seminatural del cuerpo a lo largo del tiempo.

La columna vertebral de todos estos avances, y de casi todos los futuros, es la evolución tecnológica, porque influye en la técnica quirúrgica, en los materiales que interactúan con los cuerpos y en la economía de las cirugías. La transformación tecnológica es transversal y cada vez presenta más avances: “Con el advenimiento de la robótica, prácticamente el robot le dice a uno hasta dónde cortar, con qué angulación cortar, hace que el procedimiento quirúrgico sea más preciso; por ejemplo, usted sabe llegar a su casa, pero igual ve el tráfico y pone el Waze; entonces es básicamente lo mismo, yo sé hacer el reemplazo de cadera, pero el Waze me dice ‘oiga, mejor métase por aquí porque le puede rendir más’”, dice Rincón.

Como en muchos de los ámbitos de la humanidad, la de la protésica es una historia que poco a poco se funde con la historia de la tecnología, que progresivamente reemplaza el esfuerzo que necesitan las actividades humanas. Entre optimizar el trabajo de los especialistas y delegar la capacidad de decidir hay un equilibrio delicado que la humanidad aún está aprendiendo a navegar, y cuyas transformaciones podrían superarla si no se llevan con sabiduría.

- Este artículo hace parte de la edición 197 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.