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depresión

El libro que salvó mi vida

Ilustración
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El ritual de la mesa siempre me ha apasionado. Lo que no sabía es que esa pasión iba desembocar en un libro que me salvó de una oscura depresión. 

Escribir un libro es una experiencia intensa para muchos. Para mí, fuera de haber sido un retorno a mis raíces, fue un proceso emocional que me rescató de la depresión que había estado ahogándome durante meses. 

Estar deprimida era algo que coexistía con mi vida diaria. Digamos que era altamente funcional, mientras estaba profundamente deprimida. Por ejemplo, me acuerdo de la vez que estaba en una producción de fotografía en una locación en el campo. Llegué a las 7 a.m. en mi carro con todas las herramientas de trabajo, ingredientes, flores, utilería. Estacioné y no tenía la fuerza para bajarme a empezar el día, me sentía paralizada. Eventualmente me bajé e hice mi trabajo pero no sin sentir un peso abismal encima. Nadie se daba cuenta, pero por dentro sentía una gran decepción de mí misma. Los fines de semana no quería salir de casa, no quería verme con nadie, ni invitar, ni nada de nada.

Una noche en abril de 2019, estuve en un evento de la industria gastronómica. Fui parte de un panel, aunque quise cancelar mi participación más de una vez. Cuando terminó, fui a tomar algo con Liz Moody, amiga, clienta y autora de libros. Sentadas en la barra de un barcito en Brooklyn, Liz me dijo: “No entiendo por qué no has escrito un libro de cocina colombiana”. Me quedé pensando… y luego de una pausa, le dije: “Porque no estaba lista y ahora sí lo estoy”. Liz tuvo uno de los más bellos actos de amistad: me puso una fecha límite para cumplir mi palabra de escribir y mandar una propuesta de libro. Una vez yo cumpliera, ella me presentaría a su agente literario. Esa misma noche llegué a casa y me senté a escribir. Empecé con una lista de títulos de platos y recetas divididas por momentos del día. Escribí en un cuaderno hasta las cinco de la madrugada. Al día siguiente, me levanté con un propósito y llena de ilusión, cosa que no pasaba hace mucho tiempo. Un mes más tarde tenía la propuesta y seis meses después, se la vendí a la editorial.

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En el silencio reconfortante de mi cocina (el centro de nuestro loft en Williamsburg), inundada de luz y a pesar de no tener casi superficies de trabajo, encontré un refugio. Mientras desarrollaba recetas, los sabores y olores que iba combinando me transportaron a lugares del pasado que creía olvidados, reviví recuerdos enterrados bajo las capas del tiempo y la distancia. Al sumergirme en el proceso de escritura, me di cuenta que el libro entero lo tenía entre pecho y espalda. Cada palabra y cada receta estaban dentro de mí. 

Escribir cada página me llevó a recuerdos de mi infancia en Colombia. Recordé los aromas que impregnaban la casa de mis abuelas: la ralladura de cáscara de limón en la casa de mi abuela Adela, el inconfundible aroma dulce del majestuoso palo de mango en el patio de Sincelejo de mi abuela Lola. El perfume de las pomarrosas en el colegio, la luz del amanecer en los llanos orientales mezclada con el aroma del tinto cerrero servido en tazas de “café de Colombia”. Cada momento del día que recreaba alrededor de la mesa, me transportaba a un lugar de nostalgia y cariño. Era un momento del pasado en el que mis abuelas aún estaban conmigo, guiándome, como tantas mujeres que a través de los años me han enseñado. 
Pero escribir este libro fue mucho más que un ejercicio de memoria; fue un acto de reconexión con mis raíces después de 25 años de trabajo en el mundo de la cocina en Nueva York. Todo lo que había hecho, desde estar en la línea en restaurantes, ser parte del equipo de investigación en revistas de cocina y hasta convertirme en food stylist, me había traído hasta acá. Desde que dejé Colombia me había sentido dividida, con cada uno de mis pies en otro mundo. Percibía que mi identidad se confundía en un mar de culturas y tradiciones ajenas. Al internarme en la cocina colombiana, redescubrí la belleza y la riqueza de mi país desde otros ojos. Me reencontré con sus idiosincrasias, su humor, su amabilidad y sus costumbres. Me di cuenta de que nunca había dejado de ser colombiana, aunque estuviera lejos de casa. Es más, entendí que parte de lo que me había ayudado a triunfar en mi profesión era y es mi colombianidad.

Cada plato que escribía era un tributo a mi país y a mí misma. En cada receta, encontraba un pedazo de mi identidad perdida, una parte de mí que había dejado atrás en mi búsqueda de nuevos horizontes y aventuras. Y mientras escribía con un propósito tan claro, sentía cómo la oscuridad de la depresión se disipaba lentamente, reemplazada por la luz cálida de la esperanza y la alegría.

En junio de 2021 “Colombiana, A Rediscovery of Recipes and Rituals from the Soul of Colombia” (Harper Collins 2021) salió publicado. Me acuerdo perfectamente del momento en el que tomé el primer ejemplar en mis manos, no lo podía creer. Lo abrí y detallé cada página, el olor del papel nuevo me sobrecogió mientras daba gracias al privilegio de poder compartir algo tan especial para mí.
Escribir “Colombiana" fue sanador, una forma de reconciliarme con mi pasado, y de abrazar mi presente con renovada pasión. El proceso creativo personal fue un bálsamo para mi mente, una manera de liberar las emociones que habían estado atrapadas dentro de mí durante tanto tiempo. Hoy, mi libro no solo es un testimonio de la cocina de Colombia, sino también un testimonio de mi propio viaje de autodescubrimiento. A través de sus páginas comparto mi amor por la comida y la esencia de mi país, y también el camino a encontrar mi propia seguridad, mi autenticidad. Porque en esta introspección encontré no solo los sabores de mi infancia, sino también la cura para mi alma. Y por eso, siempre estaré agradecida.

Mariana Velásquez Villegas

Es chef, autora y artista gastronómica. Es piscis, no soporta comer de pie, le priva la moda, tiene un placer culposo por la leche condensada y si no hubiese sido cocinera, sería florista.