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Ejercitarse sin obsesion

Ejercitarse sin obsesión: cómo hacer del movimiento un hábito sano

¿Pensamos en el ejercicio como una obligación que solo vale si da resultados visibles? Nuestro columnista, el deportólogo Mauricio Mejía, explica por qué moverse sin presiones ni metas extremas ayuda a convertir el ejercicio en un hábito sostenible que protege la salud física y mental a largo plazo.

Hoy en día el movimiento suele verse como un medio para la productividad. Hacer ejercicio porque “toca” o para “verse de cierta manera” puede llevar a metas extremas y al abandono cuando no hay resultados inmediatos. En consulta veo pacientes que intentan pasar de una vida sedentaria a entrenar cinco veces por semana, correr una maratón en tres meses o levantar pesas sin preparación. Cuando el cuerpo responde con fatiga o dolor, llega la desmotivación.

El movimiento no es solo gimnasio o una maratón. Es caminar, bailar, estirarse, jugar con los hijos. Si aprendemos a verlo así, dejamos de medir su valor solo por los resultados. La actividad física es cualquier movimiento diario, el ejercicio, una práctica planificada, y el deporte, lo que involucre una competencia. Tener esto claro ayuda a quitarnos la presión de creer que movernos solo cuenta si sudamos en un gimnasio.

Cada cuerpo, cada ritmo

Las redes sociales han impuesto estándares irreales sobre el fitness: cuerpos musculosos, entrenamientos intensos, rutinas para atletas. Pero el ejercicio no es una fórmula única. Para alguien sin experiencia, una caminata de 20 minutos es un avance. Para quien trabaja sentado, moverse cada cierto tiempo es clave. Más que seguir recetas generales, es fundamental escuchar al cuerpo y adaptar la actividad a sus necesidades.

Para una buena salud, la OMS recomienda al menos 150 minutos de actividad cardiovascular a la semana, idealmente 300. Además, es clave incluir fortalecimiento muscular una o dos veces por semana y estiramientos diarios. Un mito común es que entrenar exige gimnasio, ropa especial o suplementos. Nada de eso es imprescindible.

También es común que los principiantes sientan ansiedad al entrenar en espacios llenos de expertos, lo que los desmotiva antes de empezar. La clave es encontrar una opción cómoda: una rutina en casa, una caminata en el parque, un deporte o una clase grupal.
Si trabaja en casa o en una oficina, probablemente pase muchas horas sentado. Para contrarrestarlo, los “snacks de ejercicio” ayudan: moverse cada hora, hacer estiramientos o caminar hasta la cocina. Si siente que no tiene tiempo, pequeñas acciones como caminar después del almuerzo o bajarse del transporte unas cuadras antes pueden marcar la diferencia.

Pequeños cambios, grandes beneficios

Uno de los errores más comunes es intentar recuperar el tiempo perdido con entrenamientos intensos desde el primer día. Esto solo causa dolores y desmotivación. Lo ideal es empezar con dos o tres sesiones semanales en días alternos, permitiendo adaptación y descanso. Escuchar al cuerpo es clave: si hay dolor en el pecho, mareos o fatiga extrema, es momento de parar.

El ejercicio no solo cambia el cuerpo, sino también la mente. Y, aunque al principio parezca difícil, la clave es incorporar pequeños cambios en la rutina. No necesita volverse un atleta de la noche a la mañana, pero moverse un poco más cada día mejora la salud y el bienestar mental indiscutiblemente.

El movimiento debe ser un acto de cuidado, no una fuente de presión. Más que una meta con un número en la báscula o una fecha límite, debe ser un hábito para toda la vida, libre de exigencias inalcanzables.

Este artículo hace parte de la edición 199 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.