La hipertensión afecta a más de mil millones de personas en el mundo, y es responsable de cerca de la mitad de las muertes relacionadas con enfermedades del corazón.
Si usted es de las personas que solo va al médico cuando se siente morir, ama el chicharrón y la gaseosa, esparce siempre una buena cantidad de sal en todas sus comidas y remata con un cigarrillo, lleva posponiendo el ejercicio desde comienzo de año —de todos los años— porque vive a mil con el trabajo y en sus ratos libres solo piensa en relajarse con unos buenos tragos, cuando llegue a los 40 va a estar de ataque. Pero de ataque cardiaco.
Este no es un artículo sobre el ataque al corazón, sino sobre uno de los principales factores de riesgo para padecerlo: la hipertensión arterial. De acuerdo con el doctor Javier Moreno, cardiólogo adscrito a Colsanitas y miembro de la Sociedad Colombiana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, la hipertensión “constituye el factor de riesgo que más pesa para que uno adquiera enfermedades cardiovasculares, específicamente la cardiopatía isquémica, que es importante mencionar porque según la Organización Mundial de la Salud, se trata de la principal causa de muerte en el mundo. Entonces con la hipertensión estamos hablando de la cuota inicial para empezar a tener las enfermedades que más matan a la gente, incluso por encima de la enfermedad oncológica o pulmonar”.
En qué consiste
La presión arterial es la fuerza con la que la sangre presiona las arterias por las que circula. Cuando el corazón late, bombea sangre aumentando dicha presión, y cuando se relaja entre latidos, la presión disminuye. La primera se llama presión sistólica y la segunda, diastólica. Ambas se miden en milímetros de mercurio (mmgh), y se considera que un adulto padece de hipertensión cuando su presión arterial está por encima de 140/90 mmgh.
Según la Cuenta de Alto Costo, un organismo del Sistema General de Seguridad Social en Salud, en Colombia hay 4.890.174 personas con hipertensión. El doctor Moreno considera que pueden ser muchas más, pues no todas las entidades de salud le reportan a ese organismo, no todos los pacientes con hipertensión están llegando a los servicios médicos y no todos los médicos reportan de manera eficiente a sus pacientes hipertensos.
Síntomas
La hipertensión arterial no suele presentar síntomas, incluso cuando se encuentra en niveles peligrosamente altos. Por eso algunos especialistas le llaman “el asesino silencioso”. Según la Organización Mundial de la Salud, el 46 % de los adultos hipertensos en el mundo desconocen que padecen esta enfermedad, y apenas uno de cada cinco la tiene controlada.
He ahí la razón por la cual se recomienda hacerse un chequeo médico de vez en cuando, aunque usted se sienta bien. Y es que una persona puede durar mucho tiempo, incluso años, con presión arterial alta sin darse cuenta. El problema es que cuando aparecen los síntomas, suele ser porque ya afectó de forma grave órganos como el corazón, el cerebro, los riñones o los ojos.
Algunas personas sí pueden presentar síntomas, como dolores de cabeza, hemorragias nasales, ritmo cardiaco alterado, pitidos en el oído o alteraciones visuales. Y una hipertensión grave también puede provocar cansancio, náuseas, vómitos, confusión, ansiedad, dolor torácico y temblores musculares.
Causas
La hipertensión se clasifica en primaria (o esencial) y secundaria. La primaria no tiene una causa identificable, suele desarrollarse en el transcurso de los años y según la Federación Mundial del Corazón, es la responsable del 90 % de los casos de hipertensión en el mundo.
La secundaria, como explica el doctor Moreno, “es un síntoma de otra enfermedad, es decir que la hipertensión no es el problema, el problema es esa otra enfermedad que dentro de sus síntomas tiene aumento de la presión arterial”.
Entre las enfermedades que pueden elevar la presión arterial se encuentran las relacionadas con los riñones o con desórdenes endocrinos, la apnea del sueño, ciertos defectos de nacimiento en los vasos sanguíneos o incluso algunos medicamentos, como las píldoras anticonceptivas, los antigripales, los descongestionantes, algunos analgésicos de venta libre así como ciertos medicamentos con receta médica. También el consumo de drogas estimulantes como la cocaína o las anfetaminas.
Factores de riesgo
Hay factores de riesgo modificables y otros que no lo son. En otras palabras, hay unos factores que dependen de usted y otros que no.
Entre los modificables se encuentran el sobrepeso y la obesidad, la falta de actividad física, el consumo de tabaco, el exceso de alcohol, las dietas altas en sal y en grasas saturadas y trans, así como una cantidad insuficiente de potasio en la dieta.
Entre los factores no modificables se encuentran:
- Los antecedentes familiares: la hipertensión es una condición hereditaria. “Si soy hijo de padres hipertensos, y más aún, si esos padres lo fueron a temprana edad, es más probable que yo vaya a ser hipertenso. Entonces más juicioso tengo que ser” dice el doctor Moreno refiriéndose a los hábitos de vida saludables que debe llevar una persona con esos antecedentes.
- La edad: aunque se puede presentar en cualquier momento de la vida, es más frecuente en personas mayores de 40 años.
- El género: inicialmente es más frecuente en hombres, pero después de la menopausia las mujeres presentan un incremento en el riesgo.
Diagnóstico
El procedimiento para detectar la hipertensión es sencillo e indoloro y suele ser parte de los chequeos médicos de rutina. Se realiza con el brazalete inflable que se ubica en la parte superior del brazo, donde se va a inflar y desinflar en pocos segundos, y un tensiómetro que arroja los datos de las presiones diastólica y sistólica.
Ahora bien, cada caso es diferente y por eso el médico tratante tiene un papel fundamental en cualquier diagnóstico o recomendación: “cuando me llega un paciente con hipertensión arterial tengo que tener claro si esa persona ya tiene un compromiso de órgano (corazón, cerebro, ojos, riñones principalmente). Es diferente un hipertenso que llega antes de que haya una lesión de órgano a uno que ya tiene uno comprometido. Entonces, en esa evaluación inicial pregunto por historia clínica, por el entorno del paciente, sus enfermedades y estilo de vida, y relaciono esa información con los exámenes médicos”, señala el doctor Moreno.
Si en ese examen inicial el médico sospecha que el paciente ya puede tener un compromiso cardíaco, seguramente le pedirá un electrocardiograma o un ecocardiograma; si sospecha que puede haber compromiso en los riñones le pide exámenes de la función renal; y lo propio hará con el cerebro o los ojos. Y es que definir si hay algún órgano afectado es fundamental porque de eso dependerá el tratamiento. Veamos.
Tratamiento
Como en la mayoría de enfermedades, el mejor tratamiento es la prevención: tener una dieta saludable, bajarle a la sal (no más de 5 g diarios, aproximadamente una cucharadita), pues esta hace que el cuerpo retenga líquidos, lo que aumenta la presión arterial; consumir alimentos ricos en potasio como plátano, espinaca, aguacate o almendra, que ayudan a equilibrar la cantidad de sodio en las células; hacer ejercicio; controlar el estrés; reducir el consumo de alcohol y no fumar, dado que el tabaco aumenta tanto la presión arterial como la frecuencia cardíaca.
Los institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) desarrollaron la dieta DASH (que en español significa Enfoque Dietético para Detener la Hipertensión), que ha probado ser eficiente para reducir la presión arterial y de paso rebajar los niveles de colesterol. La dieta privilegia alimentos con alto contenido de potasio, magnesio, calcio, fibra y proteína, y limita los de alto contenido en sodio, grasas saturadas y azúcares agregados.
Además, incluye una gran cantidad de alimentos como granos, vegetales, frutas, lácteos bajos en grasa, carnes magras, frutos secos, entre otros, y no recomienda consumir enlatados, embutidos, lácteos enteros, aceites vegetales como los de girasol, maíz y soya, carnes grasosas y azúcar. Asimismo, recomienda bajarle a la sal y en su reemplazo utilizar condimentos como especias, ajo o hierbas.
La idea es hacer un cambio en la forma de alimentarse y no tomarlo como algo pasajero. El doctor Moreno trata de no utilizar la palabra dieta con sus pacientes, “porque la dieta es algo temporal, coercitivo, punitivo, que tiene efectos de rebote porque la persona puede hacer una dieta un tiempo y lograr bajar de peso en ese periodo, pero no está logrando un cambio real, si se quiere cerebral, hacia hábitos alimenticios más saludables”.
Por eso le gusta más hablar de la adquisición de una alimentación saludable y una consciencia de autocuidado, que son condiciones más permanentes. “Lo que hay que hacer es cambiar la estructura de alimentación, de comportamiento; cambiar la relación con el medicamento, con el ejercicio y que eso se vuelva un tema familiar”. Ese último punto es clave, pues si usted fuera hipertenso, imagine lo difícil que sería cambiar sus hábitos si su familia le pone la gaseosa, el chicharrón y el postrecito todos los días al frente. Como en tantas enfermedades, la familia es protagonista en la historia de curación de cada paciente.
El doctor Moreno reconoce que gracias a los hábitos saludables y el apoyo de su entorno, muchos de sus pacientes han logrado mantener la tensión arterial controlada, sin recurrir a la medicación. Pero si ese no es el caso o si esos cambios no son suficientes, el médico puede recomendar medicamentos. Los hay de diferentes tipos (diuréticos, betabloqueantes, calcioantagonistas, inhibidores del sistema renina angiotensina, antagonistas de los receptores de angiotensina) y a veces es necesario combinarlos para lograr el objetivo.
Ahora bien, la medicación no funciona si no hay un cambio en los hábitos del paciente hipertenso. “La pastilla no es milagrosa, el medicamento nos ayuda, por supuesto, pero si no hay ese cambio interior que tiene que ver con lo conductual y con lo emocional, no se logra nada”, concluye el cardiólogo.
Complicaciones
Entre más alta sea la presión arterial y más tiempo pase sin controlarse, mayores serán los daños que puede causar. Entre estos se cuentan:
- Daños cardíacos graves como infarto de miocardio, angina de pecho, insuficiencia cardíaca, ritmo cardíaco irregular.
- Accidente cerebrovascular, aneurismas o demencia vascular.
- Insuficiencia renal.
- Pérdida de la visión, que ocurre porque, por la presión arterial, los vasos sanguíneos de los ojos se engrosan, se estrechan o se rompen.
- Problemas de memoria y de comprensión.
Para no llegar hasta las complicaciones, las recomendaciones generales para la población son alimentación balanceada, actividad física y revisión profesional cada cierto tiempo. Si hace parte de la población de riesgo o ha tenido alguno de los síntomas descritos en este artículo, extreme sus cuidados y recuerde visitar periódicamente al especialista.
- Este artículo hace parte de la edición 186 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.
Dejar un comentario