¿Cargamos de muchas expectativas el inicio del año? ¿Los cierres de ciclos? ¿Los cumpleaños y aniversarios? La psiquiatra Andrea Caballero, que se estrena como columnista en esta revista, explica cuál puede ser la mejor manera de afrontar, sin frustraciones anticipadas, un año que comienza.
Empezar un año puede sentirse como el comienzo de un ciclo, un proceso, un nuevo camino. Si sabemos enfrentarlo con calma, dejando que los días transcurran sin esperar que todos sean absolutamente memorables o ideales, tenemos mayor capacidad para aterrizar expectativas y entender que los cambios no suceden de la noche a la mañana. Pero si nos cargamos del frenesí colectivo en el que todos debemos tener la misma iniciativa, el mismo entusiasmo, la misma motivación para empezar a transitar un año que comienza, vamos a chocarnos con muchas frustraciones.
Lo más recomendable para enfrentarse a todas las expectativas, planes e ilusiones que se cargan al comienzo del año es hacerlo de manera individual. Recordar que es una tarea personal porque cada uno enfrenta una situación diferente y un contexto distinto. Por eso, cuando pensamos que tenemos que ir al ritmo que van los otros, se generan comparaciones y expectativas irreales que no podemos atender desde nuestra individualidad.
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“Dejemos de cargar a los ciclos con cierres tan contundentes. A veces un ciclo no tiene que tener un fin, en ocasiones, solo hay que dejarlo como está o dejarlo ir, pero no siempre hay que cerrarlo”.
Acompañemos estos inicios (que no tienen que tener la misma fecha para todos), más bien, de actos simbólicos que nos permitan, por un momento, desconectarnos de todo lo que está pasando y centrarnos en una idea sobre la que queremos reflexionar. Saquemos espacio para un momento de calma y conciencia en el que podamos pensar sobre un tema particular. Muchas veces no hay palabras para expresar lo que estamos sintiendo, por eso el simbolismo cobra mucha relevancia.
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“Enterrar y seguir”. En ocasiones no podemos hacerlo de manera tajante. Hay cosas que no se olvidan, situaciones que no van a dejar de doler, pero sí vamos a aprender a vivir con ese dolor. Nos vamos a adaptar.
Dejemos de cargar a los ciclos con cierres tan contundentes. A veces un ciclo no tiene que tener un fin, en ocasiones, solo hay que dejarlo como está o dejarlo ir, pero no siempre hay que cerrarlo. Lastimosamente, las redes sociales y la psicología optimista nos han invadido de mensajes sobre la importancia de poner punto final a un ciclo, a un proceso, a un duelo. “Enterrar y seguir”. En ocasiones no podemos hacerlo de manera tajante. Hay cosas que no se olvidan, situaciones que no van a dejar de doler, pero sí vamos a aprender a vivir con ese dolor. Nos vamos a adaptar.
Las mismas redes sociales y sus influencers asumen que los consejos que envían o aplican en sus vidas serán útiles para todos, pero cada uno de nosotros es un universo diferente. Por eso debemos revisar con lupa esas invitaciones o estrategias colectivas, porque no se adecúan a la situación que cada uno está atravesando.
Aunque hoy estamos hablando de cierres por el fin de un año y el inicio de otro, vale la pena aprovechar el momento para pensar de manera similar con otros ciclos vitales, que en ocasiones vienen acompañados de exigencias sociales, en su mayoría relacionadas con la edad: cumplir 40, el inicio de una carrera, la elección de trabajo, la selección de una pareja y muchos más. Recordemos que la vida, en muchas ocasiones, es una carrera de resistencia y no de rapidez; que debemos ser los únicos competidores en un camino del que solo nosotros conocemos el punto de partida, la meta y las paradas para tomar fuerza y recargar.
*Médica y cirujana, especialista en psiquiatría, magíster en bioética clínica. Directora científica de Clínica Campo Abierto y Clínica Eiren, de Clínicas Colsanitas.
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Este artículo hace parte de la edición 198 de nuestra revista impresa.
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