El Teatro Nacional La Castellana presenta El Método, una divertida comedia de rotundo éxito internacional que habla sobre crueles procesos de selección laboral.
“Se cuece un éxito. En realidad ya está cocinado, y con mano maestra”, escribió hace 20 años el crítico de teatro Marcos Ordóñez en el periódico El País, de España, tras ver el estreno de El método Grönholm. “Es un crimen si esta obra no vuelve en temporada y no gira a lo grande, si no corren a verla productores de España entera y si alguien no se apresura a vender los derechos para el extranjero. Quienes han parido esta obra tienen entre manos un diamante negro de muchísimos quilates”, agregó.
Acertada la visión de Ordóñez. El guion del dramaturgo catalán Jordi Galcerán fue interpretado por primera vez en 2003, en Barcelona, en 2004 saltó a Madrid y desde entonces no ha parado la compra de los derechos y traducciones para montarla en Lisboa, Londres, Berlín, Moscú, Reikiavik, Sídney y Buenos Aires, entre muchas otras ciudades.
Aterrizó en Bogotá en el Teatro Nacional La Castellana en 2006, y ahora regresa a las mismas tablas. El éxito del guion de Galcerán radica en la universalidad de su temática: ¿hasta dónde está usted dispuesto a llegar para conseguir el trabajo soñado? Nicolás Montero, director artístico del Teatro Nacional, adquirió este año los derechos e invitó a Fernando Arévalo —ambos actuaron en la primera versión— a dirigirla.
Arévalo, que en esta obra cuenta con la asistencia de dirección de Javier Méndez, adaptó el texto, cambió los nombres de los personajes, contextualizó la historia en Colombia, le adicionó una actriz al elenco original, profundizó en temas que Galcerán menciona en pocas líneas y planteó una nueva puesta en escena que cumple el cometido de divertir al espectador y gestar una reflexión.
A una oficina ostentosa, enchapada en mármol de Carrara, con una única silla que conceptualmente representa la vacante, y cuyo diseño podría adjudicársele a Arne Jacobsen, llega Fernando (Ernesto Benjumea) a la entrevista más importante de su vida.
Es el cuarto filtro, el último, el decisivo, que hace la multinacional Dekia para seleccionar al nuevo empleado que ocupará un importante cargo, puesto al que también aspiran Clara (Paula Castaño), Enrique (Biassini Segura), Andrea (Cecilia Navia) y Carlos (Rafael Novoa), quienes van apareciendo progresivamente.
Mientras las calles de la ciudad están ocupadas por manifestaciones sociales que expresan su hostilidad frente al desempleo, el hambre y la injusticia, estos cinco personajes compiten por un salario de 15.000 dólares. La serie de pruebas de selección, cada una más cruel que la anterior, fue diseñada por un psicólogo sueco de apellido Grönholm que inventó Galcerán en su universo creativo.
Se trata de una batalla de ambiciones y estrategias en la que lo único que importa es la apariencia. Se enfrentan a la presión, las trampas, los secretos, las verdades y mentiras que los hará pasar por encima de su propia honestidad. Finalmente, una voz que viene del departamento de recursos humanos de la compañía asegura: “No estamos buscando un buen hombre que parezca un hijueputa, sino un hijueputa que parezca un buen hombre”.
En los 90 minutos de duración de esta obra de un solo acto, Arévalo pone sobre la mesa, entre otros temas, el respeto por la diversidad sexual y la equidad salarial entre hombres y mujeres, y dirige actuaciones que, aunque sí clasifican en el género de la comedia, están lejos de la farsa. Las interpretaciones, creadas desde el principio de la verdad (una técnica de actuación), conforman un juego de engaños en el que el espectador participa intelectualmente.
El público se identifica porque todos vivimos en una constante selección. Desde que éramos niños, para entrar al kínder, tuvimos que pasar una entrevista y nuestros padres también; después asistimos a otra para llegar a la universidad y de ahí para delante, en el ámbito laboral, la lista queda abierta. Los actores, por ejemplo, pasan la mayoría de su tiempo en audiciones. Y cualquiera, incluso Sean Penn, puede decir que son más los “no” que ha recibido en su carrera que los “quedaste”.
El éxito de los diálogos de El Método, que se han traducido a casi 30 idiomas y han sido representados en unos 60 países, radica en la sorpresa que generan en el público. Las situaciones cambian de rumbo en el instante más inesperado y el interés del espectador no decae. Si bien es cierto que hace 20 años Galcerán creó un diamante, esta versión actualizada y contextualizada en nuestro país reitera la vigencia de un ícono del teatro contemporáneo.
Funciones
Jueves y viernes 8 p.m.
Sábados 6 p.m. y 8:30 p.m.
Domingos 6 p.m.
Teatro Nacional La Castellana
Calle 95 No. 47-15, Bogotá
Entradas aquí.
Dejar un comentario