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cólicos menstruales

Cómo enfrentar los cólicos menstruales incapacitantes

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Menstruar no es tan sencillo como lo enseñan en el colegio: para muchas va más allá de ser una simple incomodidad mensual. Los dolores menstruales pueden convertirse en un suplicio que afectan el día a día y la calidad de vida.

La dismenorrea es el término médico que se le atribuye a los cólicos menstruales, una de las afecciones ginecológicas más frecuentes, que se presenta en un promedio del 45 % al 95 % de las mujeres en edad reproductiva. Aunque históricamente se ha normalizado y subestimado, puede indicar una afectación significativa que debe ser consultada por la paciente.

Para María Alejandra Cifuentes, ginecóloga adscrita a Colsanitas, los cólicos menstruales severos no son normales, “siempre hay dos causas patológicas: la endometriosis, una enfermedad crónica que produce la mayoría de cólicos incapacitantes, y una causa estructural que altere el funcionamiento adecuado del útero. De ahí se derivan un montón de subcausas, pero esas son las patologías más importantes”, añade.

Cada mes, 28 días más o menos según el ciclo de cada persona menstruante, el endometrio se descama y es expulsado por la disminución de estrógenos y progesterona. Este tejido mucoso que recubre el útero, también conocido como matriz, favorece y alberga la implantación del embrión, así que cuando el óvulo no es fertilizado, se desprende por la cavidad vaginal con coágulos y sangre, y genera la menstruación.

Durante el desprendimiento endometrial, se liberan prostaglandinas que favorecen al desprendimiento del endometrio. Estas son lípidos, una sustancia similar a las hormonas: afectan la presión arterial y la contracción de músculos, y generan contracciones musculares en la zona baja del abdomen y alrededor de este. Pueden provocar síntomas como náuseas, diarrea y vómito, pues están relacionadas con el sistema nervioso, muscular y gastrointestinal.

Según Maria Alejandra Cifuentes, “estos dolores afectan la vida laboral, profesional, escolar, sexual y familiar, y pueden afectar el estado de ánimo, que puede derivar en depresión o ansiedad. Si una paciente tiene dolor durante cinco días al mes, todos los meses, afecta completamente su calidad de vida”.

La dismenorrea primaria suele ser la más común y es idiopática, es decir, que no tiene una causa concreta. Generalmente comienza desde la primera menstruación y es causada principalmente por las contracciones promovidas por las prostaglandinas, así que suele ser tratada con analgésicos u otros métodos para mitigar el dolor. Debido a la imprecisión de su origen, debe ser consultada con especialistas, pues podría indicar anomalías en el útero.

Por su parte, la dismenorrea secundaria suele estar asociada a afecciones ginecológicas más severas como: endometriosis, miomas, adenomiosis, pólipos endometriales, adenomiosis, enfermedad pélvica inflamatoria o el uso de algún dispositivo intrauterino. Suele afectar la calidad de vida de la paciente porque está acompañada de otros síntomas como dolor y sangrado durante y después de las relaciones sexuales, cuando no se menstrúa, o menorragia (sangrado menstrual abundante).
El estudio Dismenorrea: una revisión de la Revista Médica de la UAS, aclara que “es el dolor el síntoma cardinal referido por las mujeres. Tanto en la dismenorrea primaria como secundaria, el dolor es frecuentemente descrito como un calambre o un cólico que puede irradiarse a la región lumbo-sacra o la cara anterior del muslo. En la dismenorrea primaria el dolor generalmente se asocia con el inicio del flujo menstrual con una duración típica de 2 a 3 días. En la secundaria el dolor da inicio una a dos semanas antes de que inicie el flujo menstrual y persiste luego de que ha finalizado el sangrado”.

Los cólicos menstruales incapacitantes no son normales

Menstruar en una sociedad inclinada hacia la productividad crea un ambiente hostil y desafiante para quienes nos vemos afectadas por la dismenorrea. Para muchas no es ajeno escuchar un “tómate algo; nada que una aromática y un acetaminofén no solucionen” o “¿no estás exagerando?”, mientras lloras, abrazas una almohada y te retuerces del dolor sobre la cama en posición fetal. Un cuadro tan íntimo que generalmente compartimos solo entre mujeres.

Pero si es un escenario tortuoso para las mujeres que vivimos en la ciudad con acceso al sistema de salud, las mujeres con dismenorrea en zonas rurales o  sin acceso a agua potable, sanitarios adecuados, toallas o conocimiento sobre la menstruación, atraviesan un verdadero suplicio que las imposibilita de tomar decisiones informadas o conocer su propio cuerpo. Y esto por no añadir las problemáticas sociales originadas por los mitos que rodean a la menstruación, especialmente aquellos que se perpetúan en la educación escolar, que la reducen a la periodicidad de un proceso natural. 

Esta desigualdad crea una brecha aún más amplia en la deserción escolar y laboral de otros territorios en el país. Según el estudio sobre los desafíos de la menstruación en niñas y adolescentes de comunidades rurales del pacífico colombiano de la Revista de Salud Pública de la UNAL, “el dolor es la principal razón por la cual las menores no asisten a la escuela (86 %), seguida de incomodidad y miedo a mancharse (28 %), sangrado fuerte o hemorragia (8 %) o por falta de toallas higiénicas (4 %)”, en que las jóvenes crean una relación limitante e incapacitante con su ciclo menstrual.

¿Qué hacer con el dolor menstrual?

Más allá de los medicamentos antiinflamatorios, que son una gran ayuda para sobrellevar el dolor, es importante reconocer la consulta ginecológica para tratar encontrar el tratamiento adecuado según el tipo de dismenorrea, pues gracias a los avances, actualmente existen medicamentos y procedimientos para la inhibición de las prostaglandinas, y cirugías más especializadas según la anomalía uterina de la paciente.

La ginecóloga Cifuentes sugiere que si se conoce la causa se puede determinar el tratamiento, y si es una causa morfológica por una alteración, puede ser necesaria una cirugía para intervenir la condición que está produciendo el dolor. “En la mayoría de casos no encontramos nada y sospechamos endometriosis. El primer tratamiento sería hormonal y los pacientes deben tener un tratamiento multidisciplinario, que incluya un manejo analgésico acompañado de dietas, ejercicio o mindfulness”, agrega.

El estado de la licencia menstrual

Mientras enfrentamos nuestro suplicio mensual y personal, el desafío colectivo se da en el Congreso desde el 2021. La reglamentación de las licencias menstruales es el proyecto de ley más reciente, pues le anteceden seis proyectos con garantías para las personas menstruantes. La realidad ampliada es que la atención de esta problemática a nivel global es escasa, y aunque el panorama suena desalentador, según este proyecto de ley, “Colombia, para el 2019, se ha posicionado en la región latinoamericana como un país líder en la rebaja impositiva para los artículos de higiene menstrual en lo que se refiere a las Políticas Públicas sobre gestión menstrual que se identifican en todo el mundo”. 

Hay un conjunto de factores que retrasan la iniciativa, como la negativa del primer debate en la Comisión Séptima, que archivó el proyecto por primera vez el 28 de marzo de 2023. Sin embargo, la congresista María Fernanda Carrascal radicó el proyecto de ley nuevamente ante la Cámara de Representantes. Las peticiones de la propuesta definen que "las trabajadoras y personas menstruantes tienen derecho a una licencia remunerada de un día por mes calendario ante la imposibilidad de llevar a cabo su jornada laboral debido a los síntomas generados por su periodo menstrual". El proyecto de ley debe pasar por un total de cuatro debates para convertirse en una ley, lo que puede tardar hasta un año. 

Lo segundo es un factor más social y cultural, pues se cree que la licencia menstrual reforzaría estigmas sobre las personas menstruantes y su debilidad, así como una ineficiencia ante los lineamientos de productividad laboral. Según el proyecto, “la licencia menstrual no se traduce en un de trato diferenciado o de discriminación, solo sería una herramienta o recurso para normalizar la menstruación (...) y contrarrestar las barreras informativas que no permiten enseñar que la regla se siente distinta en cuerpos distintos, y que de por sí, la diversidad jamás debe ser un motivo de desventaja”, afirman en la propuesta.

No está demás recordar el papel de los cuerpos menstruantes y de quienes acompañan en el proceso, pues la menstruación también es cultural y política. La menstruación existe, pero la dinámica sociocultural rechaza este proceso biológico, desligándose de las consecuencias psicológicas y físicas de las personas que padecemos sus síntomas más severos. La menstruación no es solo una cuestión de mujeres.