Uno de los actores emblemáticos de la televisión colombiana, y quien pasó recientemente por la experiencia de participar en un reality show, confiesa cuáles han sido las enseñanza que le ha dejado el camino de la actuación y el paso de los años.
Fue la idea de un negocio lo que condujo de nuevo a Fernando Solórzano, el Flaco, a su natal Cali. Su intención era montar una venta de chorizos que traía del Eje Cafetero. Llevarlos a Cali por carretera era viable, transportarlos hasta Bogotá no. Así que abrió un local sencillo junto a su esposa en la Sultana del Valle, y poco a poco La Chorisserie se fue haciendo conocido, en parte por la fama que él ya tenía como actor. Pero se atravesó la pandemia, las ciudades se convirtieron en territorio fantasma, las personas dejaron de frecuentar restaurantes y el negocio no pudo continuar. En estos tiempos difíciles, el Flaco consiguió un trabajo en la Alcaldía de Cali y se instaló definitivamente en la ciudad. Hoy viaja a Bogotá cada tanto para grabar algún programa, pero está dedicado sobre todo a sus proyectos personales. Hace contenido para redes, una labor que, contrario a lo que muchos piensan, le demanda disciplina y dedicación. “Pueden pensar que grabar contenido es una tontería. No lo es. Incluso los creadores de contenido tenemos jefe: es el algoritmo, la máquina que nos dice si estamos bien o no. Todo cambió muchísimo y yo me adapto al cambio”, explica.
Trayectoría actoral del Flaco Solórzano



¿Cómo resultó ese cambio de Bogotá a Cali?, ¿esa adaptación a su ciudad de infancia después de tantos años?
Confieso que una de las cosas que más disfruto de Cali es sentir que todo el día hace calor. De pronto comencé a sentir fastidio por el frío. Bogotá puede ser caliente en el día, pero a partir de las cinco de la tarde es muy fría, los 365 días del año, entonces hay que guardarse. En cambio en Cali empecé a ver que la gente hacía deporte a las diez de la noche, que los restaurantes estaban abiertos hasta tarde, y esa vida me pareció más agradable. Además, Cali es más económica que Bogotá. Hace diez años no podía tomar esta decisión, porque mi trabajo me obligaba a estar en Bogotá, pero ahora hago proyectos muy puntuales que me permiten ir y venir.
Ahora que es creador de contenido, ¿cómo enfrenta el reto de cautivar a una audiencia con una atención tan dispersa?
Uff, es complicado retener a la gente en redes sociales, porque está haciendo otras mil cosas; la gente está en cualquier lugar. Hay que capturar la atención del público en tres segundos. Esto es contrario, por ejemplo, a lo que sucede en el teatro. La persona entra a una sala, le piden silencio, apagan luces, prenden el escenario y todos estamos concentrados en eso. Digamos que tener la atención del público es más fácil en estas experiencias en vivo.
¿Le fue fácil entender el cambio de la industria del entretenimiento y adaptarse?
Sí, me adapté al formato. Hay actores que dicen “yo solo hago teatro, arte del bueno y nunca haré nada más”. Es respetable, pero yo pienso distinto. Para mí la diferencia entre una telenovela y un reality es muy poca. Este ego de los actores que miran con desdén los realities y las redes sociales me parece extraño, porque si uno ya hace novelas pues ya entró a una industria de consumo. Hacer una telenovela es igual que hacer un reality. Muy diferente, eso sí, es hacer teatro. Al final, entendí que en el contenido en redes había una posibilidad para emprender y estoy muy dedicado a ello.

¿Cuál siente que ha sido su mejor papel como actor?
Mi mejor papel siempre es el último que he hecho, el más reciente. Llevo 38 años actuando y, sencillamente, lo más reciente es lo mejor. Sobre todo porque he logrado decantar algo con la madurez, por fin entendí e interioricé un consejo que me daban al principio de mi carrera: “para ser un buen actor tienes que escuchar”. Es el principio básico. Pero es complicadísimo. El acto de escuchar debe mantenerme muy presente, pendiente de todo, sintiendo a la otra persona, oliéndola, dejándome embriagar de todo lo que está ahí. Eso que pasa en la vida real tiene que estar en la actuación. Y hay que olvidarse de lo que viene, del siguiente paso. Hay que dejarse sorprender. El público tiene que escuchar lo que está pensando el actor. Y recibir el impulso que te da otra persona, y tomarse el tiempo de cruzar ese puente que hay entre ese impulso y lo que yo voy a responder. Según como pase ese puente será el nivel de actuación. Ahí se define si estás actuando con verdad.
Otra de sus pasiones es la música. Hace giras tocando en diferentes países… Cuéntenos un poco sobre este pasatiempo.
Mi amor por la salsa viene de hace mucho tiempo. En los ochenta trabajé en dos sitios de salsa en Bogotá: Quiebracanto y El Goce Pagano. Hacía de todo: era portero, mesero… Luego empecé a comprender la música. Trabajaba de nueve de la noche a tres de la mañana. No había computadores ni playlists. Había que estar concentrado con los discos, los cassettes y los CD. Luego terminó este trabajo y mis amigos me invitaron a poner música. Siempre me gustó poner música y hacer bailar a la gente. Ahora lo hago por hobbie. En octubre me voy a Europa a poner música en bares; ya es mi cuarta gira. Voy a los bares de colombianos y la gente me reconoce, se toma fotos, paso de mesa en mesa saludando. Es una gran experiencia.
¿Qué certeza lo acompaña actualmente?
Hay algo que me ha gustado mucho de llegar a este punto y es saber que la búsqueda que me he trazado de encontrarle sentido a la vida sigue como una constante en mis días. Yo sigo buscando ese sentido, sigo con esa pregunta, y eso es lo que más me alimenta.
El Flaco y Jorge Rausch estrenan el podcast Los andropáusicos
El actor y el chef se unieron para crear el primer podcast latinoamericano sobre las vivencias de los hombres que están atravesando la andropausia, el proceso natural en el que los niveles de testosterona disminuyen, causando efectos en diferentes funciones físicas y mentales.
Abordarán temas como la libido, el autoestima, la salud física y mental, la jubilación, la sexualidad y la búsqueda del sentido de la vida después de los 50 años.





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