“El TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es una característica del neurodesarrollo que por lo general presenta una serie de síntomas: falta de atención, dificultad para concentrarse en una sola cosa impuesta y en algunos casos, hiperactividad, impulsividad y necesidad de mantenerse en movimiento”, asegura Paola Benavides, neuropsicóloga y case manager del Knightsbridge Schools International. Este trastorno suele manifestarse durante la infancia y puede persistir hasta la vida adulta, acarreando problemas de disciplina o mal rendimiento escolar y laboral, así como trastornos relacionados con autoestima, inseguridad y depresión.
Las causas aún son inciertas. Según la pediatra Margarita Gómez, adscrita a Colsanitas, las hipótesis apuntan a una combinación de factores: ambientales, como el tabaquismo o alcohol durante el embarazo; genéticos y neurobiológicos. También asegura que, desde hace unos años, se viene presentando un aumento considerable en los diagnósticos de TDAH.
¿Realmente están creciendo los diagnósticos de TDAH?
Los especialistas consultados se inclinan a pensar que no se trata de aumento de casos sino de un aumento de fallos en el diagnóstico. Para la doctora Benavides, por ejemplo, un factor en el crecimiento de supuestos casos es el uso inadecuado que las personas dan a la información. “Entre más se habla de TDAH, las personas buscan síntomas en Internet e intentan categorizarse. Si cumplen con algún rasgo, pasan directamente a autodiagnosticarse o, peor aún, a diagnosticar y etiquetar a su hijo”.
Por otro lado, los mismos neurólogos o psicólogos pueden caer en el error de esta etiqueta al hacer un análisis superficial, sin profundizar en la raíz o en la causa de la falta de atención del infante, de su hiperactividad o de sus problemas escolares. “Yo les diría a los padres que tengan en cuenta que una consulta de 30 minutos nunca podrá determinar un diagnóstico de TDAH. Para poder afirmar que estamos hablando de dicho síndrome, se requiere un trabajo interdisciplinar”, complementa la especialista.
Por su parte, Steve Ingersoll, destacada figura internacional de la educación y la optometría y creador del modelo ICONIX, ha basado gran parte de su trayectoria en demostrar la relación que existe entre las necesidades visuales y el aprendizaje, reafirmando que muchos de los diagnósticos que se hacen del síndrome de déficit de atención son equívocos y realmente lo que se presenta en los jóvenes, con síntomas similares, son problemas de convergencia o movimientos oculares, los cuales son fácilmente tratables con entrenamientos de ortóptica. Es decir, un niño puede ser desatento porque sus músculos oculares no están funcionando de forma acorde; por tanto, se cansa cuando está haciendo tareas, no cumple objetivos y se aburre cada cinco minutos.
Ahora bien, “uno no tiene déficit de atención, uno hace déficit de atención”, asegura Ingersoll. “El trastorno por déficit de atención con hiperactividad no es una enfermedad. Los estímulos ambientales ejercen control desmesurado sobre la atención y el comportamiento de algunos niños más que en otros. Cuando esta tendencia se considera excesiva, de forma bastante arbitraria se declara un déficit de atención”, continúa.
El 80 % de la información que llega al cerebro entra a través de los ojos
Por tal razón, los especialistas concuerdan en que, si se mejoran las conexiones que hay entre el ojo y el cerebro (memoria visual, información visoauditiva e información visomotora) a través del entrenamiento de ortóptica, se trabajan áreas neuronales que favorecen la atención, la concentración, la memoria y la realización de funciones ejecutivas como planear, controlarse o cumplir metas.
En este entrenamiento, que debe ser realizado por optómetras especializados, hay varias cosas para tener en cuenta: cómo están funcionando los músculos de los ojos (convergencia); cómo el cerebro está interpretando las imágenes que ve (cuando esta parte está fallando, el niño puede tener problemas con la comprensión de lectura o al analizar una ecuación matemática). Y cómo lo que interpreta el cerebro se convierte en una acción motora; por ejemplo, al escribir en su cuaderno lo que ve en el tablero.
Finalmente, Mariela Medina, directora del Centro de Bienestar para Estudiantes del Colegio Rochester, que trabaja con el método DVL (siglas en inglés que significan aprendizaje visual del desarrollo), el cual integra el aprendizaje de habilidades a partir del movimiento, la visión y la audición; explica que la motricidad fina y gruesa, así como las habilidades visuales y cognitivas, se generan durante las diferentes etapas de desarrollo. Por tanto, es determinante que, desde muy temprana edad, los padres y educadores se apoyen en juegos y estrategias para que los niños refuercen estas habilidades. Al hacerlo, se logrará no solo que aprendan de manera más fácil, sino también que veamos menos diagnósticos errados de síndrome de déficit de atención.
Estrategias para mejorar el aprendizaje desde el DVL
Mónica Bernal, directora de desarrollo profesional del colegio Rochester, propone los siguientes ejercicios para realizar en casa:
- Meter varios objetos en una bolsa y hacer que el niño adivine qué objeto está tocando. Este ejercicio ayuda a crear imágenes mentales, usando otros sentidos.
- Pedir al niño que describa su habitación con la mayor precisión: colores, detalles, dirección de la cama, etc. Esto le permitirá trabajar la memoria visual.
- Pedir al niño que dé instrucciones para realizar una acción. Por ejemplo, explicar el camino que debe tomar para ir desde su habitación hasta la cocina, pensando en los giros hacia izquierda o derecha que debe hacer.
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