Después de tres años al frente de la pandemia de covid-19, el doctor Álvarez reflexiona sobre los aciertos y desaciertos de Colombia y la humanidad en el manejo del covid-19, y las lecciones aprendidas para futuras emergencias sanitarias.
La cara del epidemiólogo Carlos Álvarez se hizo conocida en todo el país en 2020, tras ser decretada la cuarentena obligatoria por el covid-19. El doctor Álvarez empezó a aparecer con frecuencia en los medios de comunicación, para dar información y combatir las noticias falsas alrededor de la pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de ese año, una experiencia que la humanidad no había vivido desde hacía por lo menos un siglo.
Con un PhD en Ciencias Biológicas, un magíster en Epidemiología Clínica, otro en VIH Sida, una especialización en Infectología y más de 20 años de experiencia médica, el doctor Álvarez se convirtió en una de las voces más autorizadas para hablar sobre la pandemia. Rápidamente fue elegido como asesor presidencial y del Ministerio de Salud, y en abril de 2020 fue nombrado Coordinador Nacional de Estudios sobre covid-19 en Colombia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Quisimos preguntarle por las reflexiones que le suscitan tres años al frente de una gran responsabilidad en las comunicaciones, las decisiones y los estudios sobre covid-19 en el país.
Se cumplen tres años de iniciada la pandemia ¿cómo la ve desde la distancia?
A nivel global, hay dos aspectos que resaltaría: primero, la parte filosófica, de la fragilidad del ser humano, pues realmente ante una situación de estas, a pesar del desarrollo tecnológico, seguimos siendo frágiles. Y lo segundo, el tema de solidaridad. Creo que podría haber ayudado mucho que el mundo, en general, hubiera sido más solidario, sobre todo el primer año, cuando tuvimos muchos problemas en avanzar como especie de forma simultánea, porque las inequidades que existen de base se agrandaron ante la situación, y la falta de recursos hizo que fuera más difícil mitigar el impacto de la pandemia de la misma manera.
Por ejemplo, muchos países tuvieron al comienzo problemas por escasez de tapabocas, luego de reactivos, de ventiladores y después de vacunas. El mundo tiene que aprender de eso, que los microorganismos no tienen fronteras, y que el conocimiento, los sistemas de vigilancia y recursos para el control de futuras epidemias tienen que ser compartidos, no se deben politizar y deben mantenerse en el tiempo, porque nadie puede predecir con certeza cuándo llegará una nueva pandemia.
¿Y en nuestro país?
A diferencia del mundo, yo creo que en Colombia sí hubo solidaridad. Hay tres cosas que resalto del manejo que le dio Colombia a la pandemia: uno, que hubo un solo mensaje, contrario a lo que pasó en países como México o Brasil, donde el presidente decía una cosa y la comunidad científica otra. Aquí hubo una posición de gobierno que fue acatada por la población. Claro, hubo críticas a las decisiones, eso es normal, pero el mensaje era uno solo.
Segundo, esa unidad de mensaje se vio reflejada en el trabajo conjunto entre el sector público y el privado. Se unieron esfuerzos entre la capacidad hospitalaria privada y pública, y ese trabajo solidario hizo que se avanzara mucho más. El gobierno nacional y los entes territoriales trabajaron en equipo, independiente de su afinidad política. Todo eso no parece tan evidente, pero cuando uno lo compara con otros países con iguales características socioeconómicas que Colombia, sí es marcado. Aquí se unificaron camas hospitalarias y de cuidados intensivos, de manera que no importaba donde estaba el paciente ni qué tipo de aseguramiento tenía, al final se le garantizaba que tuviera una cama.
Lo mismo en el diagnóstico, Colombia rápidamente pudo hacerlo porque los laboratorios privados se capacitaron y asumieron el reto y, de hecho, una gran parte de los diagnósticos se hicieron en laboratorios privados, integrados al sistema público. Además, Colombia fue uno de los primeros países que implementó la prueba de antígeno como un método diagnóstico rápido, lo hicimos antes de que Estados Unidos o que la OMS lo recomendara.
Y tercero, la vacunación. Un éxito de todos. Del gobierno, quien consiguió las vacunas, tarea nada fácil, y las distribuyó de forma equitativa en todo el territorio nacional. Luego hubo una labor muy fuerte entre los entes territoriales y las EPS e IPS, que recibieron las vacunas y las administraron de forma equitativa y oportuna a la gente. Y finalmente, la población, a diferencia de otros países, respondió y se vacunó. Aquí, como en todo el mundo, hubo desinformación, pero la mayoría de las personas respondieron al llamado.
El incremento en el número de camas fue impresionante…
Sí, por ejemplo, en Clínica Colsanitas crecimos 500 % en camas de cuidados intensivos: pasamos de 100 a más de 500. Y tuvimos ideas innovadoras, como atender pacientes en hoteles en Bogotá, Cali o Barranquilla, donde se ofrecían las mismas condiciones de salud de una clínica. Y eso en tiempo récord, porque el trabajo en equipo también hace que las cosas fluyan, y esa misma solidaridad hizo que se avanzara mucho más rápido que lo que normalmente ocurre en los procesos administrativos, gubernamentales y locales.
Y lo otro es el papel del aseguramiento. En Colombia las personas que se hospitalizaron por covid-19, independiente de si tuvieron que ir a cuidados intensivos o ser transportados a otra ciudad, o si estaban en el régimen contributivo o subsidiado, no pagaron nada. Esto no ocurrió en otros países de América Latina.
¿Y cuáles considera que fueron los desaciertos de Colombia en el manejo de la pandemia?
Creo que un problema importante fue la infodemia, es decir la cantidad de información falsa que circuló y que llevó a que varios mitos fueran considerados como ciertos por una parte de la población. Por ejemplo, muchos consultaban tardíamente porque les daba miedo, o porque creían que tomando cierto medicamento (por ejemplo ivermectina) no tendrían covid-19.
Asimismo, algunas medidas de salud pública, como el uso de tapabocas, ha debido imponerse más rápido. Nosotros mismos, al comienzo, en 2020, decíamos que los tapabocas eran solo para los enfermos porque no había suficientes y porque no se veía su importancia, fue después que entendimos la importancia de su uso.
Y también nos faltó ser más diligentes en la comunicación entre los enfermos y sus familias. Había mucho temor, las personas en los hospitales quedaban desconectadas, aisladas y estigmatizadas. Ya después desarrollamos estrategias de comunicación, videoconferencias con los familiares y otras cosas, pero creo que ahí se generó mucho duelo, de personas a las que se les murió un familiar y no pudieron despedirse como lo hubieran querido hacer.
Y las cuarentenas, ¿estuvieron bien manejadas?
Yo estoy sesgado porque participé en la toma de decisiones, pero me parece que fueron correctas porque tenían un sustento técnico, con el conocimiento que se tenía en ese momento. Las cuarentenas no se hacían para evitar que apareciera el covid-19, es decir, Colombia adoptó una estrategia de mitigación, no de cero covid como hicieron China u otros países asiáticos, que pretendían que la pandemia no llegara ni se dispersara. Aquí sabíamos que no era posible evitar la diseminación, entonces la estrategia lo que buscaba era mitigar el impacto.
Las cuarentenas se hacen para que no todo mundo se enferme al mismo tiempo, para correr la curva epidémica, ganar tiempo para preparar al personal de salud, conseguir las camas, los ventiladores, etc. Colombia aplazó tres meses el pico epidémico. Fue tan exitoso que el primer pico no fue tan importante, todo mundo estaba precavido, pero entonces ocurrió el fenómeno de “la paradoja de la prevención”: cuando las cosas salen muy bien, la gente cree que las medidas de prevención no son necesarias, entonces se descuida. Eso fue lo que nos pasó y el pico de enero de 2021 fue más fuerte.
¿En qué estado está el covid-19 hoy?
Es un virus que ha llegado a la humanidad para quedarse, pero la situación ha cambiado porque las vacunas funcionan, eso significa que generan inmunidad. Probablemente han ido perdiendo efectividad contra las reinfecciones, es decir, que a pesar de que una persona se haya vacunado, le puede volver a dar covid-19. La buena noticia es que las vacunas siguen funcionando para evitar la severidad y que la gente no termine hospitalizada o falleciendo.
¿Se podría decir que ya llegamos a la inmunidad de rebaño?
Sí para las formas graves, pero eso no significa que no circule el virus o que se acabó, lo que pasa es que ya no es una emergencia de salud pública, ya no colapsa el sistema sanitario, porque hay infecciones o reinfecciones, pero la mayoría de personas ya no tiene que hospitalizarse. A diferencia de otros virus como la Influenza, en el covid no sabemos aún los ciclos de circulación, es decir, cada cuánto son los picos. Estamos viendo que son más o menos cada cuatro meses, y es posible que a medida que pase el tiempo eso se alargue más, pero para saber eso necesitamos que se estabilice la pandemia.
¿Qué posibilidades hay de que llegue otra pandemia como el Covid-19 al mundo?
Siempre es posible. De hecho, el SARS-COV-2 no era el virus que estábamos esperando desde la ciencia. Lo que estábamos esperando eran mutaciones del virus de Influenza no cubiertas por la vacuna. Pero también podría ser de otro tipo, uno mira la cantidad de virus que circulan en animales, que pudieran potencialmente pasar a los humanos, y son muchos: básicamente dependerá de cómo interactuamos con los animales y en el ambiente en el que nos movemos.
En otras palabras, ese riesgo existe y tenemos que aprender a convivir con él extremando los sistemas de vigilancia, prediciendo con anticipación situaciones particulares, trabajando en el mundo de forma mancomunada para producir vacunas y tener métodos diagnósticos que permitan una rápida respuesta.
Pero, después del covid-19, podría decirse que estamos más preparados para recibirlas…
Sí, estamos más preparados, el problema es que tenemos memoria corta. Por ejemplo, todo el sistema de vigilancia genómica y laboratorios de salud pública constituyen un recurso que se articuló y es exitoso, pero es costoso de mantener, entonces podría pasar que alguien diga “no gastemos recursos en eso, gastemos en otras cosas”, y esos sistemas se caen.
En 2020 usted fue nombrado por la OMS como Coordinador Nacional de Estudios sobre covid-19 en Colombia. ¿Qué investigaciones está haciendo esa organización en el país?
A la OMS se le pidieron varias cosas: que ayudara a tener pruebas diagnósticas más rápidas, que buscara medicamentos que fueran efectivos para los pacientes graves y que ayudara a producir vacunas y a tenerlas disponibles para la humanidad de forma equitativa.
Para esto último, lo que hace la OMS es buscar quién está haciendo las vacunas, quién las puede producir, dónde se pueden hacer los estudios clínicos y, luego, cómo se pueden producir masivamente. Nosotros estamos apoyando en los estudios clínicos para probar si una vacuna nueva funciona. Y uno diría ¿por qué hacer vacunas si estamos ya en el fin de la pandemia? Porque la entrega de vacunas no ha sido equitativa, tenemos países que tienen 90 % o 100 % de personas vacunadas y otros que apenas tienen 5 o 7 %. Esto porque las vacunas hay que comprarlas, hay países que no tienen la plata, entonces tienen que esperar a que se las donen o no vacunar. Por eso, parte de la tarea de producir vacunas es tener más disponibilidad para que estas sean asequibles a todo el mundo.
¿Cómo le cambió usted la vida desde que empezó la pandemia y tuvo toda esa responsabilidad y exposición mediática?
Lo que hice fue cambiar prioridades. Yo no llegué ahí por casualidad sino porque venía trabajando en estos temas hace más de 20 o 30 años, pero una cosa es cuando uno está en un tema completamente técnico y otro cuando tiene que acompañar la toma de decisiones y tener una exposición. Algo que me sirvió como persona fue aprender a transmitir mensajes, porque a veces en la parte técnica o científica no somos muy buenos en manejar el lenguaje. Lo que llaman en Francia “vulgarización de la ciencia”, que es cómo hacer asequible y comprensible el tema.
Y en la parte humana también tenía una ventaja y es que no estaba solamente en una oficina, sino que también estaba en la clínica, entonces pude ver de cerca el sufrimiento humano causado por el covid-19, observar 20 o 30 pacientes en camillas de urgencias, pacientes que uno veía en las mañanas estables y que por las tardes estaban muy graves o habían fallecido, entonces se siente muy cerca esa fragilidad de la condición humana de la que te hablé al comienzo.
Y con respecto a la exposición mediática, me dio cierta popularidad que tuve que aprender a manejar, porque esa mayor exposición tiene ventajas y desventajas. Pero bueno, son retos que uno asume en la vida y creo que llegan en el momento que es; no puedo decir que estuviera preparado para esto, nadie lo estaba, pero sí es agradable sentir que lo que había hecho y aprendido, lo puede poner a disposición de la sociedad. Eso es muy gratificante.
*Periodista. Colabora con diferentes medios nacionales.
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