Hábitos de vida poco saludables como el sedentarismo y el consumo de alimentos ultraprocesados son los principales factores de riesgo en esta población.
De acuerdo con un estudio publicado por la Revista Colombiana de Cardiología en el 2017, el 97% de los pacientes que reportaron sufrir un infarto agudo al miocardio en la Fundación Santa Fe de Bogotá eran mayores de 40 años. En principio, esto podría significar que los grupos etarios por debajo de esta edad pueden respirar tranquilos. Sin embargo, publicaciones más recientes han revelado que en países como Estados Unidos, Pakistán e India cada día más adultos jóvenes presentan emergencias médicas de este tipo. Según una investigación de la American Journal of Medicine publicada en el 2019, se determinó que de 2007 a 2016 la cantidad de menores de 40 años que asistieron a dos hospitales de Estados Unidos después de un infarto aumentó, aproximadamente, en un 2% por año. En el 2016, la cifra llegó a casi uno de cada cinco pacientes. Para el doctor Alberto Barón, cardiólogo adscrito a Colsanitas, esta situación podría ser muy similar en Colombia.
¿Cómo se originan los infartos?
Los infartos o ataques al corazón ocurren cuando una parte del músculo cardíaco (miocardio) no recibe suficiente flujo sanguíneo como consecuencia de la obstrucción de una arteria coronaria. Generalmente, esto sucede por un coágulo de sangre o la acumulación de grasa, colesterol o calcio en las arterias. “Durante un infarto, las personas sienten un dolor opresivo en el pecho, específicamente atrás del esternón, que en algunas ocasiones se irradia a la mandíbula, el brazo izquierdo o la parte superior del abdomen”, señala el doctor Barón. Otros de los síntomas que indican bajo flujo sanguíneo es la dificultad para respirar —sobre todo durante el ejercicio—, mareo y sudoración excesiva.
“Algo que pasa con muchas personas, pero sobre todo con la gente joven, es que sienten los síntomas, pero no les dan suficiente importancia. Cuando inicia un infarto, las células del corazón atraviesan por un proceso de isquemia, que es la pérdida de oxígeno, lo que hace que empiecen a morir”, añade el experto. “Dependiendo de la gravedad de la obstrucción, un infarto puede durar mucho tiempo, aunque después de seis horas los daños pueden volverse irreversibles, pues el músculo es reemplazado por una cicatriz de tejido fibroso. Eventualmente, el paciente sin asistencia médica sufre un paro cardíaco, deteniendo la actividad del corazón y provocando la muerte”, agrega.
En muchas ocasiones, puede que las personas no lleguen a este punto crítico. No obstante, haber sufrido un infarto deja secuelas permanentes como insuficiencia cardíaca (pérdida de la capacidad del corazón para irrigar sangre), arritmias y una probabilidad mayor de sufrir un segundo infarto.
Sedentarismo y tabaquismo
De acuerdo con la doctora Claudia Colmenares, epidemióloga y profesora universitaria de Unisanitas, “uno de los factores de riesgo más importantes para sufrir de un infarto en personas menores de 40 años es un estilo de vida poco saludable que limita el ejercicio físico y fomenta el consumo de alimentos ultraprocesados con alto contenido en grasas”. En conjunto, estas dos variables favorecen la aparición de enfermedades metabólicas como la diabetes y la obesidad y tienen una implicación directa en el taponamiento de las arterias.
De la misma manera, el consumo de nicotina por medio de cigarrillos, vapeadores, pipas y otras presentaciones tiene graves consecuencias para el sistema circulatorio. Este hábito no solo produce inflamación en todos los tejidos, sino que afecta la función del endotelio, una capa de células que recubre el interior de los vasos sanguíneos y se encarga de controlar la dilatación de los mismos, además de mantener un flujo de sangre adecuado.
Durante un infarto se puede sentir dolor opresivo en el pecho (detrás del esternón), que en algunas ocasiones se irradia a la mandíbula, el brazo izquierdo o la parte superior del abdomen.
Drogas recreativas
Aunque existen sustancias psicoactivas con variados niveles de perjuicio para el sistema circulatorio, se sabe que la mayoría puede aumentar el ritmo cardiaco y causar arritmias en población genéticamente vulnerable. En específico, las llamadas drogas estimulantes, como la cocaína y el éxtasis, porque pueden estrechar los vasos sanguíneos y dañar las células cardiacas. Dichos factores combinados con otros hábitos poco saludables pueden desencadenar efectos peligrosos para la salud cardiovascular.
“Si tomar este tipo de sustancias es dañino, mezclarlas puede resultar fatal. La combinación de alcohol, drogas estimulantes y bebidas energizantes puede ocasionar la muerte o una discapacidad permanente”, advierte el doctor Barón.
Ejercicio, la mejor recomendación
Para ambos expertos, el mejor consejo para disminuir el riesgo de un infarto a temprana edad es moverse. “Cuando se trata de un adulto joven, lo recomendable es que se ejercite por lo menos 30 minutos al día”, afirma la epidemióloga. Idealmente, este ejercicio debe ser de tipo aeróbico —también conocido como “cardio”—, es decir, que obligue al ritmo cardiaco a aumentar en, por lo menos, un 30% de su velocidad normal. Caminar, trotar, nadar, bailar y andar en bicicleta son algunos de estos ejercicios.
Para Barón, “los jóvenes que frecuentan el gimnasio deben recordar que el corazón es un músculo que también necesita ser ejercitado. En ese sentido, una rutina que priorice solamente el ejercicio isométrico (levantamiento de pesas, abdominales, etc.), contrario a lo que se pensaría, podría causar hipertrofia en el corazón, haciendo que se vuelva más voluminoso y, por lo tanto, aumentando la demanda de oxígeno para funcionar. Lo correcto sería invertir la mitad del tiempo en el gimnasio realizando ejercicios de cardio y la otra mitad en ejercicio isométrico”. En conjunto, estas dos actividades mejoran la capacidad del corazón para bombear sangre, controlan los niveles de glucosa y evitan la formación de coágulos y placa en las arterias.
Otros consejos
- Reduzca el consumo de comida chatarra y, en general, los alimentos altos en sodio y grasas saturadas.
- Prefiera una alimentación rica en frutas y verduras y elija alimentos con grasas monoinsaturadas o poliinsaturadas como el aguacate, los frutos secos, el aceite de oliva, entre otros.
- Controle el estrés. Se ha comprobado que el ámbito emocional influye en nuestra salud cardiaca. Por esta razón, considere prácticas que reduzcan el estrés de la vida diaria como la meditación, el mindfulness, etc.
- Evite posturas prolongadas durante el día, como mantenerse de pie o sentado por mucho tiempo.·
- Deje el hábito de fumar. Después de dos o tres semanas del último cigarrillo, el flujo sanguíneo mejora y se incrementa la capacidad pulmonar y cardiovascular.
- Este artículo hace parte de la edición 192 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.
Dejar un comentario