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soledad

¿Cómo aprendí a abrazar (de verdad) la soledad?

Ilustración
:

Esta columna gráfica explora la soledad desde otra perspectiva: no como ausencia, sino como un espacio propio. Aprender a habitarla puede transformar la soledad en libertad.

Antes, la soledad me incomodaba.
Sentía que tenía que llenarla con ruido, con gente, con distracciones.

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Hasta que un día me pregunté:
¿Qué pasaría si en vez de huir… me quedo?

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Y poco a poco, dejé de buscar compañía para todo Caminar sin audífonos.
Ir a un café sin el celular.
Ir al cine sola.
Cocinar solo para mí.
Disfrutar el silencio sin sentir que algo falta.

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Descubrí que la soledad no es vacío. Es un espacio propio.
Un lugar donde solo estoy yo, sin expectativas ni ruido.

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No es tristeza, ni abandono.
Es libertad. Es aprender a ser mi mejor compañía.

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Desde entonces, la soledad ya no me pesa.
Me abraza. Me recuerda quién soy.

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Abrazar la soledad me enseñó a escucharme, a estar presente.
No llena vacíos, pero da claridad. No reemplaza a nadie, pero me conecta conmigo.

Catalina Porras Suárez

Periodista enfocada en la línea de bienestar y de salud mental. Disfruta conocer y escribir nuevas historias. La realización audiovisual, el cine y la función social del periodismo están dentro de sus intereses.