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Bienestar Colsanitas

“La llegada de la menopausia habría que celebrarla”

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Este es el testimonio de Ana Bertha Villanueva, una mujer con una mirada positiva sobre los cambios que le ha generado el climaterio. Es una reflexión que desmonta mitos, inspira y anima.

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ABV: “A los 11 años de edad tuve la primera menstruación. Irónicamente, aunque fui criada en una familia integrada solo por mujeres, nadie me había preparado con respecto a lo que eso implicaba. No me acuerdo mucho de esos tiempos, pero tengo bastante claridad sobre la abundancia de mi período menstrual y los siete u ocho días que tenía que permanecer literalmente envuelta en toallas sanitarias para no manchar mi ropa y quedar en evidencia. Así que el día que dejó de venirme la regla fue un tremendo alivio. Por eso pienso que, así como se festeja el cambio de niña a mujer a los 15 años, la llegada de la menopausia habría que celebrarla para dar la bienvenida a otra etapa maravillosa de la vida”.

Ana Bertha Villanueva es una mujer de la Costa Caribe, con 55 años de edad, que transformó su proyecto de vida después de tener tres hijos, todos varones y un primer matrimonio que duró 25 años. Se formó académicamente en Lenguas Modernas, se especializó en Docencia Universitaria y se tituló Magister en Educación. Pero con la madurez también llegaron los cambios, nuevas ilusiones y planes renovadores. 

ABV: “Actualmente comparto mis días con un hombre divertido, ocurrente, sensible y solidario con quien disfruto mis 50 como si fuera una veinteañera. La llegada del climaterio fue la guinda que le faltaba al pastel porque no tenía que suspender, a causa de la menstruación, el disfrute de los días de fiesta, baile, playa y de intimidad plena. Ahora disfruto de una etapa de nuevas realidades, precisamente como resultado de lo aprendido, sobre todo en el campo emocional. Y eso me lleva a experimentar una sensación de libertad que atesoro, con una mirada renovada y autónoma hacia la vida, reconociendo cada uno de sus actores: la pareja, los hijos, los parientes, los amigos, los colegas, los vecinos y la sociedad que nos circunda en la interacción, tanto en situaciones comunicativas como de convivencia”.

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La filósofa estadounidense Margaret Mead dice que: “La fuerza más grande del mundo está en una mujer menopáusica con entusiasmo”.  Y las apreciaciones de Ana Bertha sobre los cambios que experimentó durante el año en el que la menstruación desapareció, lejos de asustarla, la animaron. Lo que refiere no parecen ningunos achaques, ni el anuncio de un cataclismo femenino. Mas bien dejan ver la capacidad de adaptación a unos cambios naturales, progresivos y muy llevaderos, que se combinaron con la emancipación y el renacimiento que estaba teniendo en su vida personal. 

ABV: “A lo mejor a algunas mujeres no les va tan bien como a mí, pero no creo que sea tan malo como se publicita, especialmente cuando se promocionan productos para mejorar los “síntomas” como si se tratara de una enfermedad. Pienso que la filosofía negativista de la menopausia obedece más a un discurso patriarcal obsoleto, de la mano de otro meramente comercial, que nos obliga a competir contra los signos de la vejez, porque supuestamente las mujeres debemos estar siempre bellas, deseables y dispuestas a servir a los demás, especialmente si se refiere al aspecto sexual. Creo que para acabar con ese estigma tenemos que aprender a decir no cuando no queremos, estar dispuestas a asumir riesgos, afrontar nuestros cambios físicos con consideración hacia nuestro ser y disfrutar lo que la madurez nos regala”.

Los expertos hablan de que durante el climaterio los niveles de estrógeno y progesterona son muy variables, no hay un control eficiente de la temperatura corporal y esto se traduce en los conocidos sofocones que producen aumento de la transpiración. Michelle Obama los ha descrito así: “Es como si alguien hubiera colocado una caldera en el centro de mi cuerpo y la pusiera al máximo. Y después todo empieza a derretirse”. La exprimera dama de los Estados Unidos ha contado esa infidencia en su podcast, en un episodio dedicado al tema de la menopausia, la menstruación y otros temas tabúes alrededor de la feminidad.

ABV: “Yo tuve calorones unos meses, es, en efecto, un fuego que emerge de las entrañas. Pero como yo no sudo, no tuve que lidiar con el cuestionamiento público o el maquillaje corrido. Eso pasó muy pronto, no lo recuerdo como algo demasiado tortuoso. En cambio, se quedaron para siempre la libertad, la posibilidad de vestir prendas de color claro cuando me provoca sin miedo a terminar manchada, la sexualidad despreocupada sin riesgo a un embarazo no deseado y la certeza de que la fertilidad no es lo que me define”.

La escritora y psicóloga española Anna Freixas, en su libro Nuestra menopausia, una versión no oficial, apunta que “hay un mutismo sospechoso acerca de las posibles bondades de la transición menopáusica, quizá temiendo que pueda producirse un entusiasmo colectivo y contagioso por parte de las mujeres ‘afortunadamente sin regla`. Una rebelión de mujeres mayores, sabias y libres”.

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ABV: “Hay gente que seguramente por ignorancia usa el término menopáusica como una expresión despectiva, como un insulto que refiere a estados de ánimo convulsos, obstinación, depresión e irritabilidad. Pero yo no creo que sea motivo de vergüenza el hecho de llegar a esta etapa madura con sabiduría y experiencia, independencia económica, amistades sólidas cargadas de anécdotas e historias, con seguridad emocional, una consistente red de apoyo, logros profesionales, en fin. Tildar a una mujer de menopáusica debería ser más bien un piropo. Por eso, creo que esa es una de las tareas que las mujeres tenemos pendiente en cuanto a las reivindicaciones de nuestro género, y es la de difundir la otra cara de la moneda, la otra realidad positiva que impregna la cotidianidad de una mujer que dejó de ovular. En cambio, cuando guardamos silencio contribuimos al saboteo”.

Para remate, Anna Freixas, en un artículo titulado Menopausia y sexualidad: una relación no tan sencilla precisa que la perspectiva biomédica de carácter positivista atribuye a las hormonas todo el poder del deseo sexual, y en ese sentido, es lógico pensar que si disminuyen las hormonas también se va al foso la libido, “pero esta reflexión desestima cómo influyen la experiencia personal de las mujeres y los aspectos contextuales y psicosociales que rodean el climaterio femenino”. Además, continúa la autora, “en nuestra sociedad el cuerpo menopáusico se representa como un cuerpo carente, al que le falta no solo la capacidad reproductiva sino también el deseo y el atractivo sexual”. 

Freixas critica que así se deja de reconocer en la experiencia de la adultez una etapa de exploración y descubrimiento del propio cuerpo como deseable y con capacidad de producir placer. Si se rompe ese paradigma, “…el estereotipo de la vieja asexual puede sustituirse, o al menos coexistir, con nuevas imágenes de la mujer sexy senior” que es asertiva, propositiva y con deseos. 

ABV: “Experimentar la sexualidad después de pasar por tantos cambios fisiológicos, psicológicos y sociales se convierte, a final de cuentas, en el encuentro consigo misma y con los demás y especialmente en la intimidad con la pareja. Como adultos, sabemos lo que queremos, lo que nos gusta y lo que no, así que ahora las relaciones sexuales son mucho más placenteras. Y en esas circunstancias no hay que hacer sacrificios de ningún tipo, todo se concibe a partir de acuerdos. 

Por mi experiencia, pienso que el deseo sexual no depende únicamente de las hormonas, sino de la disposición al disfrute, de lo que te inspira la otra persona, de la actitud frente a quien realmente somos, del bienestar que se siente, de gozarse lo que uno es. Llegamos a un punto en el que es más nítida la comprensión del momento y el rol que tenemos en el mundo. Incluso, se puede entender que el pasado, tal cual como ocurrió, fue necesario para terminar viviendo sin máscaras, con aceptación, con compasión, con respeto, con humildad, entre otras muestras del amor propio y hacia el prójimo. Considero que, en suma, si tenemos esta interpretación de lo que ocurre en la etapa de la menopausia, somos mujeres felices con todos los motivos para celebrar la vida”.

Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.