¿Le preocupa que el deterioro ambiental pueda causar el fin del mundo? Si es así, podría sufrir de ecoansiedad
Aunque en principio la conciencia ambiental es una característica positiva en estos tiempos de crisis climática, existen personas más sensibles que pueden obsesionarse con este pensamiento, llegando a influir negativamente en su cotidianidad.
Para este sentimiento existe una nueva expresión: ecoansiedad, un neologismo que, de acuerdo con la Asociación de Psicólogos Estadounidenses (APA por sus siglas en inglés), “se define como el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”.
Si bien la ecoansiedad no es una enfermedad y no hace parte del grupo de trastornos mentales según los manuales de psicología, es un concepto que ha ganado atención debido al aumento de la preocupación por el ambiente a nivel global a medida que la crisis ecológica se agrava.
Habitualmente, “las personas que por sus vivencias o por su genética son propensos o ya sufren de alguna clase de ansiedad como es el TOC, pueden ser proclives a tener ecoansiedad”, explica Rosana Glück, médica psiquiatra adscrita a Colsanitas. Esto sucede sobre todo si estas personas están fuertemente vinculadas a alguna causa relacionada al cuidado ambiental y sienten que sus acciones son insuficientes.
“Para muchos, sobre todo para los más jóvenes, puede haber una sensación de injusticia. Nacieron en un mundo contaminado por otras generaciones y afectado por industrias que no tienen nada que ver con ellos. Eso puede generar mucha frustración”, dice Carolina Quiñones, psicóloga ambiental experta en adaptación climática.
Sequías en Uruguay, inundaciones en China y olas de calor nunca vistas en Europa son hechos que ponen en evidencia una verdad inamovible: la crisis climática es real. Pero las malas noticias no paran allí. Este año, la Organización Meteorológica Mundial y el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea declararon que julio había sido el mes más caluroso jamás registrado hasta la fecha, un dato que complementa con las declaraciones del secretario general de la ONU António Guterres. “La era del calentamiento global ha terminado, y en su lugar, el planeta se encuentra en la era de ‘ebullición global’”, un concepto para enunciar, con todo lo alarmante del asunto, que la crisis climática ha llegado al punto en que, en un par de años, el clima que hoy consideramos alarmante se volvería paisaje, con todas las implicaciones sociales y medioambientales que esto conlleva.
Aunque para muchas personas la anterior información podría no ser más que enunciados en una nota periodística, para otros puede ser un recordatorio constante de que su supervivencia —y la del resto de la humanidad— se encuentra en riesgo. Una inquietud que, si no se maneja con cuidado, a la larga puede afectar la salud mental.
Cambio y crisis climática
El concepto de cambio climático como se conoce hoy en día nació en el Acuerdo de París de 2015, un tratado entre países de la ONU creado con el fin de limitar el calentamiento global —y sus consecuencias devastadoras para la vida en la tierra, incluido el cambio climático— a través de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la movilización de dineros para tal fin.
Sin embargo, debido a que las metas propuestas por los países firmantes no se han cumplido del todo y la situación está lejos de mejorar, “en la actualidad estamos usando el término de crisis climática para referirnos a que, en lugar de disminuir las emisiones, se están generando muchísimas más y las consecuencias (incendios forestales, inundaciones, sequías y pérdida de biodiversidad) son más evidentes”, aclara Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
¿Cómo calmar la ecoansiedad?
Sin importar el nivel de ecoansiedad que maneje en su día a día, existen algunos consejos a tomar en consideración:
Reduzca su huella de carbono.
Priorice los productos locales sobre los importados y prefiera, en la medida de sus posibilidades, medios de transporte más ecológicos como la bicicleta.
Recicle y reutilice, pero sobre todo genere menos residuos.
Si bien el reciclaje y la reutilización de residuos son vitales como acción a favor del medio ambiente, al final, el mejor residuo es el que no se produce. Por esta razón, evite comprar productos desechables y fomente el uso y la donación de ropa y otros artículos de segunda mano.
Haga parte de un grupo o colectivo que aporte a la protección del medio ambiente.
Para Quiñones, “es más fácil adquirir la resiliencia que se necesita para afrontar la crisis climática cuando se cuenta con una red de apoyo que además está interesada en el tema”.
Evite llenarse de información negativa.
Aun cuando estar bien informado sobre los acontecimientos del mundo ayuda a hacer mejores elecciones, a veces es necesaria una desintoxicación. “Eventualmente, la exposición repetitiva de noticias negativas sobre el clima puede generar estrés, sobre todo en personas que han vivido de primera mano las consecuencias del cambio climático”, añade Quiñones.
Eduque a la siguiente generación sobre el cuidado del medio ambiente.
Para un niño, el ejemplo siempre será el mejor profesor. “Es posible sensibilizar a los más pequeños con acciones simples como la separación de residuos en el hogar y el respeto por nuestro entorno”, señala Céspedes. Enseñarles de dónde vienen los objetos que usa y consume diariamente es una forma de concientizarlos sobre lo valiosos que son y lo negativo del desperdicio.
Recuerde que las pequeñas acciones pueden hacer la diferencia.
Podríamos pensar que la ganadería extensiva, la tala de bosques y otras actividades industriales son los mayores contaminantes y que poco podemos hacer como individuos ahorrando un poco de agua o dejando de usar pitillos de plástico, una idea que termina por frustrarnos. Sin embargo, esto no es del todo cierto.
“Que una persona recicle no es suficiente si las demás no lo hacen, pero en cuanto más personas se sumen, el resultado será que no solo habrá menos basura, sino que se generará un cambio en la mentalidad de más personas y una transformación en los modelos de consumo”, explica Quiñones.
Aunque en principio la conciencia ambiental es una característica positiva en estos tiempos de crisis climática, existen personas más sensibles que pueden obsesionarse con este pensamiento, llegando a influir negativamente en su cotidianidad.
Para este sentimiento existe una nueva expresión: ecoansiedad, un neologismo que, de acuerdo con la Asociación de Psicólogos Estadounidenses (APA por sus siglas en inglés), “se define como el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”.
Si bien la ecoansiedad no es una enfermedad y no hace parte del grupo de trastornos mentales según los manuales de psicología, es un concepto que ha ganado atención debido al aumento de la preocupación por el ambiente a nivel global a medida que la crisis ecológica se agrava.
Habitualmente, “las personas que por sus vivencias o por su genética son propensos o ya sufren de alguna clase de ansiedad como es el TOC, pueden ser proclives a tener ecoansiedad”, explica Rosana Glück, médica psiquiatra adscrita a Colsanitas. Esto sucede sobre todo si estas personas están fuertemente vinculadas a alguna causa relacionada al cuidado ambiental y sienten que sus acciones son insuficientes.
“Para muchos, sobre todo para los más jóvenes, puede haber una sensación de injusticia. Nacieron en un mundo contaminado por otras generaciones y afectado por industrias que no tienen nada que ver con ellos. Eso puede generar mucha frustración”, dice Carolina Quiñones, psicóloga ambiental experta en adaptación climática.
Sequías en Uruguay, inundaciones en China y olas de calor nunca vistas en Europa son hechos que ponen en evidencia una verdad inamovible: la crisis climática es real. Pero las malas noticias no paran allí. Este año, la Organización Meteorológica Mundial y el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea declararon que julio había sido el mes más caluroso jamás registrado hasta la fecha, un dato que complementa con las declaraciones del secretario general de la ONU António Guterres. “La era del calentamiento global ha terminado, y en su lugar, el planeta se encuentra en la era de ‘ebullición global’”, un concepto para enunciar, con todo lo alarmante del asunto, que la crisis climática ha llegado al punto en que, en un par de años, el clima que hoy consideramos alarmante se volvería paisaje, con todas las implicaciones sociales y medioambientales que esto conlleva.
Aunque para muchas personas la anterior información podría no ser más que enunciados en una nota periodística, para otros puede ser un recordatorio constante de que su supervivencia —y la del resto de la humanidad— se encuentra en riesgo. Una inquietud que, si no se maneja con cuidado, a la larga puede afectar la salud mental.
Cambio y crisis climática
El concepto de cambio climático como se conoce hoy en día nació en el Acuerdo de París de 2015, un tratado entre países de la ONU creado con el fin de limitar el calentamiento global —y sus consecuencias devastadoras para la vida en la tierra, incluido el cambio climático— a través de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la movilización de dineros para tal fin.
Sin embargo, debido a que las metas propuestas por los países firmantes no se han cumplido del todo y la situación está lejos de mejorar, “en la actualidad estamos usando el término de crisis climática para referirnos a que, en lugar de disminuir las emisiones, se están generando muchísimas más y las consecuencias (incendios forestales, inundaciones, sequías y pérdida de biodiversidad) son más evidentes”, aclara Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
¿Cómo calmar la ecoansiedad?
Sin importar el nivel de ecoansiedad que maneje en su día a día, existen algunos consejos a tomar en consideración:
Reduzca su huella de carbono.
Priorice los productos locales sobre los importados y prefiera, en la medida de sus posibilidades, medios de transporte más ecológicos como la bicicleta.
Recicle y reutilice, pero sobre todo genere menos residuos.
Si bien el reciclaje y la reutilización de residuos son vitales como acción a favor del medio ambiente, al final, el mejor residuo es el que no se produce. Por esta razón, evite comprar productos desechables y fomente el uso y la donación de ropa y otros artículos de segunda mano.
Haga parte de un grupo o colectivo que aporte a la protección del medio ambiente.
Para Quiñones, “es más fácil adquirir la resiliencia que se necesita para afrontar la crisis climática cuando se cuenta con una red de apoyo que además está interesada en el tema”.
Evite llenarse de información negativa.
Aun cuando estar bien informado sobre los acontecimientos del mundo ayuda a hacer mejores elecciones, a veces es necesaria una desintoxicación. “Eventualmente, la exposición repetitiva de noticias negativas sobre el clima puede generar estrés, sobre todo en personas que han vivido de primera mano las consecuencias del cambio climático”, añade Quiñones.
Eduque a la siguiente generación sobre el cuidado del medio ambiente.
Para un niño, el ejemplo siempre será el mejor profesor. “Es posible sensibilizar a los más pequeños con acciones simples como la separación de residuos en el hogar y el respeto por nuestro entorno”, señala Céspedes. Enseñarles de dónde vienen los objetos que usa y consume diariamente es una forma de concientizarlos sobre lo valiosos que son y lo negativo del desperdicio.
Recuerde que las pequeñas acciones pueden hacer la diferencia.
Podríamos pensar que la ganadería extensiva, la tala de bosques y otras actividades industriales son los mayores contaminantes y que poco podemos hacer como individuos ahorrando un poco de agua o dejando de usar pitillos de plástico, una idea que termina por frustrarnos. Sin embargo, esto no es del todo cierto.
“Que una persona recicle no es suficiente si las demás no lo hacen, pero en cuanto más personas se sumen, el resultado será que no solo habrá menos basura, sino que se generará un cambio en la mentalidad de más personas y una transformación en los modelos de consumo”, explica Quiñones.
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