La cumbia es un fenómeno musical que desafía fronteras y convenciones. Desde México hasta Argentina, la diversidad sonora y la innovación creativa convergen en un catálogo musical sin igual.
Atravesar las grietas estrechas de la afrolatinidad de marca colombiana no es fácil, pero la cumbia lo ha hecho con creces, porque su poder curativo entendido como elemento de goce ha estado presente desde hace siglos, convirtiéndose en referente fundamental para otras formas de creación. Su desafío interpretativo ha logrado extenderse a muchas latitudes dando como resultado un sinfín de producciones llevadas a la cima por artistas que se caracterizan por su libertad creativa y su calidez emocional, artistas valientes que decidieron alterar las formas tradicionales de ejecución con el fin de explorar otros sentidos en el pentagrama.
En ese desmedido encuentro con lo más ortodoxo países como México, Argentina, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Chile, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y pare de contar, han construído un catálogo musical grandioso en el que siempre valdrá la pena perderse: texturas melódicas fieras en las que prevalecen los matices instrumentales, obras esenciales abiertas a un aura de atemporalidad que se engrandecen con cada escucha. Es que el sonido y la energía torrencial de la cumbia desde sus múltiples mutaciones nos llevan a sentir que algo prometedor siempre va a ocurrir.
Una mezcla de sonidos hecha por Don Alirio (picotero, no dj), curador e investigador de los ritmos musicales de América Latina y su origen en el continente africano.
Cada región transmite identidad propia, inspirada, claro está, en los contextos geográficos que las rodea, moldes de cotidianidad en el más amplio sentido imponiendo de manera frenética un sólido pilar sonoro con la capacidad de integrarse fácilmente en el chispeante universo del más arrollador y balsámico bembé. La prueba reina de esto podemos encontrarla en esta mixtura que elimina las fronteras entre los países y las convierte en solo líneas en un mapa. Cumbia acordeonera, orquestada, de millo, dubitativa, chichadélica, estilizada, a gogó, balcánica, clasiquera, con arpa, afrobeat, con olor a selva, metalera, triste, de colores, en blanco y negro, todo cabe en este fenómeno supremo de pionera fertilidad y cuya importancia es fundamental cuando el tema a tratar es la música latina.
Y es ahora cuando se le da la relevancia que merece en términos mundiales a una apuesta definitiva por la vanguardia y el poder revolucionario, ese poder fundamental hace parte del frenesí que siempre ha caracterizado la rítmica criolla, un tratado constructivo de sabrosura y goce que no puede faltar en ninguna discoteca.
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