La muerte es parte inevitable de la vida. Conocer los derechos que tenemos cómo individuos alrededor de la misma, es fundamental en tiempos de pandemia.
ito Livio Caldas fue el fundador de la prestigiosa Editorial Legis, además de columnista y escritor. Con 94 años, en 2016, escribió una carta en la que expresó su voluntad de culminar su vida de acuerdo con sus principios:
Yo, Tito Livio Caldas Gutiérrez, mayor de edad y vecino de esta ciudad, identificado con cédula de ciudadanía # 92’785, consciente y en pleno uso de mis facultades mentales y, por otra parte, feliz y agradecido de haber vivido tan largamente la interesante etapa del mundo actual, rodeado de los que me aman y he amado, soy consciente de la larga vida cumplida y del derecho que me tasiste de elegir, sobre todo a mis 94 años, de las condiciones en que deseo que mi vida culmine, libre de dolor, de indignidad, en mi casa y rodeado de los míos. Así lo he decidido, con mi libre voluntad, en pleno uso de mis facultades mentales y conocimiento pleno de todo lo concerniente a la eutanasia como derecho autónomo humano fundamental.
“Aunque a veces cuesta reconocerlo, la muerte también es parte de la vida” dice la psicóloga Esperanza Durán, de Colsanitas. Y continúa: “Las cifras existentes y todo lo que ya conocemos sobre el virus nos llevan necesariamente a que miremos a la muerte más de cerca. Claro que el tema puede doler, pero hablar sobre la muerte y, sobre todo, entender qué queremos y qué no queremos en el momento de morir, puede hacer la diferencia”.
Derechos
“Desde la Constitución de 1991, cuando pasamos a ser un Estado social de derecho, se comenzaron a dar varios cambios sociales y culturales que luego, en 1997, dieron pie a hablar del derecho que tenemos para tomar decisiones anticipadas sobre nuestra vida y su final. Se habló del homicidio por piedad o de la eutanasia, y se reconoció como el derecho a morir dignamente, bajo nuestros principios, creencias y ciertas circunstancias”, afirma la experta Mónica Giraldo, directora de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, que comenzó a trabajar en el país en agosto de 1979.
Giraldo explica que gracias a varias normatividades y resoluciones se ha empujado el tema a lo largo de la historia y que hoy, desde la medicina, tenemos dos grandes alternativas o derechos en este sentido: los cuidados paliativos y la eutanasia.
“Los primeros son entendidos como cuidados de soporte que brindan bienestar integral al paciente cuando tiene una enfermedad crónica e irreversible. También posibilitan acompañarlo a que la muerte llegue de una manera natural con una sedación paliativa. Es decir, si estoy en una fase final de vida, puedo elegir si me pueden sedar un poco y permitir que la muerte llegue de manera natural. Cuando hablamos de esta alternativa, nos referimos a que podemos elegir o rechazar acompañamiento por psicología o por un guía espiritual, ciertas medidas terapéuticas como una ventilación o una sonda, y si queremos o no una sedación paliativa en la fase final de la vida. Todo esto está reglamentado gracias a la Ley 1733 de 2014”, aclara Mónica Giraldo, quien es maestra en Psicología Clínica con énfasis en intervención comunitaria y candidata a una maestría en Salud Pública.
A partir de la Sentencia 239 de 1997 de la Corte Constitucional, la eutanasia se da bajo el criterio de tener una condición o enfermedad terminal. Lo que significa, de acuerdo al Ministerio de Salud y la Academia Nacional de Medicina, tener una expectativa de vida en promedio de unos seis meses. “El segundo requisito es que la solicitud venga hecha en primera persona, es decir, que quede manifiesta por el paciente que solicita la eutanasia, y no que sea manifiesta por un tercero”, agrega la experta.
La ruta que podemos llevar a cabo para validar nuestra voluntad anticipada puede ser por escrito o en video.
Llevar la conversación a la mesa del café
“Morir es miedoso y angustiante. Hablar de esto se convierte en algo muy triste y doloroso, pero es parte de la vida: como algún día nací, también un día voy a morir. ¿Cómo hago un mejor duelo? Entendiendo que en la muerte hay una enseñanza de la vida. Entendiendo que físicamente me despegué de esta persona, pero espiritualmente quedaré conectado de por vida”, afirma la doctora Esperanza Durán.
Sin embargo, es un cambio cultural y social que lleva tiempo. “No pasará de la noche a la mañana. Lo clave es lo que yo llamo llevar la muerte a la conversación de la mesa del café: ese espacio tranquilo donde yo pueda reflexionar sobre lo que quisiera y no quisiera en el momento de morir. Como las familias pocas veces lo hablan, se generan unas cargas no deseadas en las personas que quedan cuando un ser querido se va”, afirma la directora de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente.
Por su parte, Álvaro Franco, psiquiatra de Colsanitas y PhD en Bioética, explica que el hecho de que las personas reflexionen y conversen en torno a la muerte puede favorecer la elaboración del duelo. “Desahogarse, hablar y recordar a la persona que murió es muy importante. Así como recordarla con fotos, haciendo novenarios o acercándose a cualquier ceremonia de cierre y conmemoración, respetando las creencias que tenga la persona. Eso facilita que se descargue de sus emociones”, afirma el experto.
Sin embargo, los tres expertos coinciden en que hablar de la propia muerte o con algún familiar cercano sobre su muerte, para algunas personas es bastante complejo, y eso también hay que respetarlo. “Tal vez en ese caso sería importante que la persona hiciera conciencia de que al no hablarlo, alguien más deberá tomar decisiones si se da el caso. Muchos adultos mayores no quieren hablar de la muerte y prefieren a veces que llegue de sorpresa, por eso es importante que tengan esta conciencia”, afirma Esperanza Durán.
Hay espacios que podrían facilitar la conversación, las preguntas y la reflexión en torno a este tema. Los “cafés de la vida” de la Fundación Pro Derecho a Morir son ejemplo de ello. Son espacios semanales que se dan de manera virtual los miércoles, y que según Mónica Giraldo, “permiten ver la muerte de una forma natural a través del arte, el teatro, los libros y temas como la medicina y los cuidados paliativos”.
El derecho a la muerte digna en tiempos pandémicos
Monica, quien además de ser la directora de la Fundación Pro Derecho a Morir, trabajó más de ocho años en la Liga Colombiana de Lucha contra el Cáncer, afirma que el Covid-19 hizo lo que a veces hace el cáncer.
“Fue como esa campanita que nos recordó que somos finitos y nos llevó a tener conciencia de vivir la vida con plenitud. La diferencia es que lo hizo a gran escala. También ha sido una invitación a no tener miedo a la muerte, sino a tener consciencia de ella y entenderla a través de nuestros derechos. Sí, me puedo morir, pero si mis cercanos saben lo que quiero y lo que no quiero, si ya dejé una voluntad anticipada, le quito de encima un peso enorme a mi familia”.
La doctora Durán también agrega un punto importante en el contexto de la pandemia: “La gente tiene que ser consciente de que si no quiere estar en una UCI, puede dejarlo expresado”. Todas las personas pueden dejar expresada su voluntad de no querer una sonda, no estar conectados a un ventilador o no ser trasladados incluso a un hospital, afirma Giraldo. “Hay gente que dice: a mi me da más paz estar en la UCI y conectarme a un ventilador, pues bien. Pero que la decisión sea de cada uno”, agrega.
El doctor Álvaro Franco amplía un poco a este respecto: “hay que tener en cuenta que de cada tres personas que entran a una UCI dos mueren, pero una sigue viva. Lo que indica que el Covid es susceptible a ser tratado. Para que aplique el derecho a no recibir algún tratamiento o la eutanasia, debe quedar todo manifiesto, y los requisitos para poder hacer algún procedimiento en este sentido deben ser corroborados por un Comité Médico de Muerte Digna”.
A propósito de este tema, Mónica Giraldo explica que las Unidades de Cuidados Intensivos y de Urgencias son pensadas justamente para salvar la vida de inmediato, y rara vez los médicos en estas situaciones revisan si hay una voluntad anticipada: ellos y ellas actúan rápido. “Sin embargo, ya se ratificó en la resolución 229 de 2020 que todos estamos en libertad de elegir o no los tratamientos e intervenciones que queramos. En una patología como el Covid, si bien hay una alta posibilidad de sobrevivir, la persona está en toda la libertad de decir si quiere o no el tratamiento que le están proporcionando”, agrega.
Lo que debemos tener en cuenta si queremos decidir sobre nuestra muerte
La ruta que podemos llevar a cabo para validar nuestra voluntad anticipada puede ser por escrito o en video, explica Giraldo. Para que cumpla los requisitos debe tener el nombre completo, el documento que identifique a la persona, la fecha y la ciudad. Además debe dejar clara la manifestación de la voluntad sobre la que se esté decidiendo.
“A partir de la resolución 1675 de 2018, las voluntades se pueden reglamentar bajo tres alternativas. La primera es con dos testigos; puede ser la más fácil ahora que estamos más tiempo en casa. Los testigos deben reconocerse como tales y declarar que la persona está decidiendo por su propia voluntad y sin ningún tipo de coerción. La segunda es hacerlo ante una notaría por medio de escritura pública. La tercera alternativa es que si la persona tiene un médico tratante o de confianza, éste puede servir como único testigo”, señala la especialista Giraldo.
Lo ideal, continúa, es dejar una voluntad anticipada. Si por ejemplo “estoy en el hospital y me van a poner una sonda, yo puedo firmar un formato de disentimiento que tienen las clínicas, el cual me permite rehusarme a recibir medidas si no he hecho una voluntad anticipada. Solamente debo decirlo y en la clínica me dan este documento. Lo otro que se puede hacer es entregar una carta por escrito a la clínica dando esta información antes de ingresar a cirugía. Por otro lado, para acceder a cuidados paliativos no necesitas haber dejado una voluntad anticipada: como hoy en día esto es una ley, estos se deben ofrecer a los pacientes y ellos pueden recibirlos o rechazarlos”.
Barreras y miedos
El tabú de no permitirnos tener estas conversaciones en torno a la muerte es tal vez una de las barreras más complejas. “Cuando me enfrento a una situación crítica va a ser muy difícil si antes no he hablado de eso con mis seres queridos. Hay personas que recurren a nosotros porque su mamá o papá lleva en estado vegetativo más de cinco años y quieren garantizar una muerte digna, pero nunca pudieron hablar con ellos y preguntarles qué querían y qué no”, afirma Mónica Giraldo.
Es importante saber que como ciudadanos tenemos derechos en torno a la muerte, derechos que en un contexto como el de hoy son valiosos y debemos conocerlos. “No es una invitación a que todos acudan a la eutanasia o a cuidados paliativos, sino a que estén informados y que puedan decidir siempre de acuerdo a sus principios, valores y creencias”, concluye Mónica Giraldo.
*Periodista. Colaboradora en diferentes medios y plataformas nacionales.
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