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Cumbia

Cumbia, la representación de la Colombia mestiza y vital

Fotografía
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Esta expresión cultural sintetiza la mezcla cultural entre indígenas, africanos e hispanos. Se manifiesta mediante la música, el baile y la fiesta tradicional y se expande por el continente americano.

La cumbia es el elemento cultural más representativo del territorio colombiano, con una importante influencia en los ritmos tradicionales de los pueblos de América, desde Argentina hasta el sur de los Estados Unidos. Pero el ritmo en sí es una generalidad, porque todos los territorios lo acogen con sus particularidades, tanto en las distintas regiones de Colombia como más allá de sus fronteras. Y esa es una de las razones por la que algunos estudiosos consideran que es atrevida la denominación en singular, porque debería llamársele en plural: “las cumbias”. 

“La cumbia nació en Cartagena”, asegura la folclorista e investigadora Delia Zapata Olivella, quien relata en su texto “La Cumbia, síntesis musical de la nación colombiana” (1962) que durante los siglos XVI y XVII, en pleno apogeo del tráfico de negros desde África hacia el Nuevo Continente, los colonizadores aprovecharon a los esclavos para la construcción de los 11 kilómetros de murallas de piedra en la capital de Bolívar. En ese escenario, se supone que los negros, a la par de cumplir con la agotadora labor, fabricaron sus tambores con los materiales que encontraron en el Caribe; y se juntaron con los aborígenes, quienes, también arrastrados por los colonizadores para el trabajo pesado, se unieron a los ocasionales encuentros de los trabajadores africanos y les sumaron a las fiestas los instrumentos que usaban en sus rituales espirituales, como las flautas de millo, el guache y las maracas.

Esta versión de los hechos no satisface a todos los entendidos en la materia. Por ejemplo, Juan Sebastián Ochoa, magíster en música y doctor en Ciencias Humanas Sociales, autor de libros sobre ritmos y tradiciones colombianas y docente de la Universidad de Antioquia, sostiene que la historia romántica de indios y negros tocando y danzando frente a las tarimas de los europeos colonizadores es un mito que no se corresponde con la realidad: “No hay suficientes soportes como para demostrar que eso fue lo que pasó… Y la idea de ‘la cumbia’ como algo homogéneo, acerca de lo cual se puede hablar en singular, nos mantiene en la noción de mestizaje e impide comprendernos como diversos y múltiples”, puntualiza. 

Por otra parte, el investigador cultural y docente de la Universidad del Atlántico Hernando Julio Jiménez apunta: “Es una especulación seria considerar que de esa fusión de elementos, creencias y costumbres de negros africanos e indígenas americanos emergió la manifestación cultural más icónica del país. Aunque no hay registros grabados ni escritos, son reales las características del contexto en el que se figura se gestó la cumbia como expresión cultural del Caribe”.

Parte de esos hechos demostrables de la época son las fiestas de la Virgen de la Candelaria que se celebraban, tradicionalmente, en Cartagena cada 2 de febrero, al pie del Cerro de la Popa. Delia Zapata lo cuenta así: “Para estas fiestas los amos esclavistas hacían grandes preparativos y mandaban a construir unos escenarios que llamaban ‘palcos de honor’ [...] En esos tiempos, negros e indios ocupaban el mismo plano dentro de la sociedad esclavista y feudal […] y eran los españoles quienes determinaban su sistema de vida, imponiéndoles su idioma y religión”. Precisamente, esa influencia europea se atribuye a los modos de cantar la cumbia tradicional y al vestuario de las mujeres que la danzan.

Se dice que la cumbia se extendió de Cartagena a Bolívar y Córdoba por sus sabanas, remontó el valle del Sinú y siguió su recorrido hacia el Atlántico y el Magdalena, para luego difundirse por los departamentos centrales. Hoy en día, sus variaciones más populares son las de Soledad, Ciénaga, Sampués, Sincelejo, El Banco y Mompox. Y se considera que fue a mediados del siglo XX, con el auge de la industria discográfica, cuando se expandió internacionalmente a Argentina, Ecuador, Chile, Ecuador, Perú, México y Venezuela, asumiendo en cada lugar sus elementos distintivos.

Definir un sentimiento 

La palabra cumbia hace referencia a cumbé, un término africano que se traduce como fiesta o parranda. Pero suele afirmarse erróneamente que es sinónimo de la palabra cumbiamba. En realidad, la cumbiamba es el festival o el lugar donde se toca y se baila la cumbia. También se le llama así a las comparsas y agrupaciones que bailan cumbia en el carnaval de Barranquilla.

El investigador Juan Sebastián Ochoa insiste en que la cumbia es una creación humana que está en permanente transformación y negociación: “Lejos de ser una música que ha sido descubierta de una vez y para siempre, la cumbia es más bien una categoría mutante que se hace y rehace permanentemente a través de las prácticas y los discursos.”

En cambio, el profesor Martín Orozco Cantillo, magíster en Educación y Filosofía Latinoamericana, investigador en estudios culturales de Colombia y el Caribe, se remite a lo pragmático: “La cumbia es de origen ancestral, constituida por ritmo, danza, canto y poesía. Es el más tradicional de los ritmos colombianos y el de mayor proyección internacional. Es un sentimiento que emerge de los pueblos costeros y se consolida, con el tiempo, en todo el territorio colombiano. Y más allá de los tecnicismos, si la gente se identifica con la cumbia como propia, no hay método científico que valga”, apunta el maestro. 

Para contribuir con la definición, el matemático e investigador cultural Hernando Julio Jiménez se refiere a la cumbia como una expresión cultural que ha pasado por cuatro estados. Primero fue un elemento identitario, que la gente reconoce como propio. Luego, ese sentimiento pasa a ser colectivo y se convierte en folclor. Una vez que esa manifestación folclórica se masifica y pasa de generación en generación, adquiere el rango de cultura. Y cuando el concepto de esa expresión cultural se asume como referencia local o regional, desde la apropiación de la trascendencia que reviste, entonces es patrimonio.

A propósito de esta explicación de Jiménez, vale la pena recordar que el 17 de octubre de 2022 la entonces Ministra de Cultura, Patricia Ariza, anunció la inclusión de la cumbia en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia. Se logró así la activación de un mecanismo político útil para procurar la salvaguardia, investigación, documentación, transmisión y promoción de las manifestaciones que se consideran referentes de identidad nacional. Un reconocimiento muy significativo para las agrupaciones folclóricas que mantienen viva su esencia y para los investigadores que se ocupan de documentar la cultura colombiana.

Música y carnaval

“Hay una característica innegociable para que la composición musical se considere del género cumbia y es el contratiempo, determinado por el tambor llamador. Mientras que la danza se caracteriza por ser una combinación delicada entre elegancia y seducción”, explica el profesor Arlington Pardo Plaza, docente de la Universidad del Atlántico y doctor en Educación Artística y Musical.

Pardo Plaza destaca que el Carnaval de Barranquilla es el enclave geográfico más importante de la cumbia colombiana, probablemente por la riqueza sonora del ritmo, por ser de carácter colectivo, porque integra aspectos de todas las clases sociales y porque representa, de manera genuina, la memoria y la oralidad del Caribe.

“La cumbia es más bien una categoría mutante que se hace y rehace permanentemente a través de las prácticas y los discursos”, afirma Juan Sebastián Ochoa.

Instrumentos musicales de la cumbia

Con información suministrada por el investigador Arlington Pardo Plaza.

Tambor llamador. Es el instrumento de percusión encargado de marcar el tiempo. Determina la estructura rítmica y, por lo tanto, es el que define los compases del baile. Mide entre 30 y 40 centímetros. Se fabrica con madera maciza, un parche de cuero y amarres de bejucos y cuerdas. Es de origen africano y, si se agudiza el oído, es posible percibir que su cadencia está presente en ritmos como el blues, el rock y el reggae

Tambor alegre. Mide unos 70 centímetros de alto y es el encargado de darle el espíritu alegre a la cumbia, de ponerle sabor. Determina las variables rítmicas, cumple patrones, pero también es el responsable de los repiques o revuelos que animan a los bailadores. 

Tambora. Es de los últimos instrumentos que llegó a la cumbia tradicional. Determina el acento característico del ritmo, además de dar color y potencia acústica, con la intensidad de su bajo y el eco de los palos al golpear la madera.

Guache o maracas. Se atribuye su origen a prácticas chamánicas relacionadas con las creencias indígenas y los trabajos espirituales. Su papel consiste en acompasar al tambor llamador, dando sonido a los acentos débiles de cada compás. 

La flauta de millo. Es el instrumento melódico por excelencia de la cumbia. Su procedencia se atribuye a los indígenas del Caribe colombiano, quienes, supuestamente, le sumaron los orificios al instrumento de origen africano para diversificar el sonido. 

La hoja. Es de origen vegetal y su sonido se produce por la vibración del aire dentro de su cuerpo. En la Costa Caribe se usa la hoja de limón. Es un elemento que proporciona una identidad sonora a la cumbia colombiana que urge preservar. 

Las gaitas. Son instrumentos que pretenden imitar el canto de las aves y generar proximidad entre el hombre y la naturaleza. Son de origen indígena y, dependiendo de la cantidad de orificios que tengan, se clasifican en gaitas hembras, macho o cortas. 

El clarinete. Es de la familia de los instrumentos de viento-madera y en la cumbia se le considera perteneciente al formato para bandas musicales y orquestas de salón.

El acordeón. Es un instrumento armónico de viento que ha sido incorporado a la ejecución de la cumbia para resaltar la melodía. Se le atribuye un rol determinante para que el ritmo tradicional se internacionalizara.

En octubre de 2022 la cumbia fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia.

La danza 

Con información de la folclorista, investigadora y coreógrafa Delia Zapata Olivella.

Las mujeres bailan sujetando sus grandes faldas con una mano mientras la otra sostiene una vela encendida que simboliza la precaución, la protección y una conexión con lo sagrado. El hombre hace movimientos sutiles y evita despegar totalmente la planta del pie del suelo. Con una mano juguetea con el sombrero vueltiao y la otra permanece en la cadera como símbolo de respeto por su compañera. Es una escena de conquista y coqueteo en la que las mujeres tienen el control. 

- Este artículo hace parte de la edición 192 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.