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Ser un papá presente

Ser un papá presente: mi decisión de vida tras el divorcio

Ilustración
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Después de su divorcio, el autor de este texto quiere seguir a cargo de las labores de cuidado que le corresponden con sus hijos. ¿Cómo encontrar la mejor manera de hacer acuerdos y distribuir las tareas en beneficio de ellos? 

Han pasado tres años desde que me divorcié. El divorcio te voltea la vida, te revuelca, te hace llorar y entorpece tus finanzas. Pero, sobre todo, te vuelca la atención a los hijos. Los míos tenían tres y seis años en el momento en que nos separamos.

Cuando salí de la casa comencé a hacerme muchas preguntas sobre ellos. ¿Cuándo los voy a volver a ver?, ¿y las nuevas rutinas de cuidado?, ¿cómo voy a seguir pagando las obligaciones si ahora tengo que asumir un nuevo arriendo?, ¿se desvanecerá ese lazo tan fuerte que ya tenemos? En medio de las dudas, metí la cabeza en un espacio de 30 metros cuadrados, a pocas cuadras de ellos, con la claridad de que nuestra relación debía mantenerse sólida. 

Al comienzo no fue fácil llegar a acuerdos con mi expareja sobre los horarios, los tiempos de cuidado y la distribución de las obligaciones financieras. Al respecto, la doctora Elizabeth Linares Pardo, magíster en psicología clínica y docente de Unisanitas, afirma: “A veces los problemas relacionados con la crianza en padres separados están mediados por divorcios que no están completamente resueltos. Se debe hacer un proceso personal y de pareja donde se da el cierre de esa relación. Entonces ahí es posible renegociar el rol parental”.

Con la ayuda de un centro de conciliación autorizado por el Ministerio de Justicia, acordamos con mi expareja la distribución de los días y horarios, los gastos que compartiríamos, la logística de la rutina escolar y los pagos de las obligaciones. Esto último lo haríamos de manera proporcional a los ingresos de cada uno. Y lo más importante: acompañaríamos a nuestros hijos emocionalmente en esta nueva realidad. La decisión de que mis hijos tuvieran un papá que iba a seguir presente, sin importar las nuevas circunstancias, se convirtió en casi una obsesión, en una misión de vida. 

Divorciados por montones

Según datos del Colegio Nacional de Notarios, en Colombia se separan, en promedio, 28 parejas cada día. Solo en el primer trimestre de 2023, un total de 2.133 parejas tomaron esa decisión. Efraín Pérez se separó hace nueve años. “Al comienzo había muchos grises porque no teníamos claros cuáles eran los pasos a seguir, ni teníamos rutinas. Mi hijo S. y yo somos muy unidos, por eso me fui a vivir cerca de la casa de la mamá y lo buscaba todos los días para llevarlo al jardín. En las noches regresaba y lo veía otro rato. Era agotador, pero necesario”.  

Efraín y su expareja decidieron acudir a terapia. Asistieron a 20 sesiones después de la separación, con la ilusión de aprender a manejar la nueva realidad con S. Querían que él entendiera que su mamá y su papá podían ser buenos amigos, pero que no iban a volver a ser una pareja. La terapia les cambió la vida: “Ahora vamos juntos a los compromisos del colegio y el cumpleaños lo celebramos también los tres. Ya estamos en un punto en el que la mamá viene a mi casa a ver una película con él o yo voy a la casa de ella a ver los partidos de la selección Colombia”. Hoy comparten a S. semanalmente. Acordar la distribución de los tiempos de cuidado es uno de los mayores retos. Con  quién pasarán las vacaciones, la Navidad, cómo se atenderán los asuntos médicos y los imprevistos logísticos y financieros… En este proceso la palabra clave es flexibilidad. Rutinas con flexibilidad. La doctora Linares Pardo, de Unisanitas, está de acuerdo en la complejidad de la situación, pero no en el modelo que a muchos nos parece una buena idea: “Se entiende que las tareas del cuidado y los roles parentales deben tener una distribución equitativa en número de horas. Y yo no estoy de acuerdo con eso, porque esa distribución genera inestabilidad. Pienso que las tareas se pueden distribuir sin estar pensando tanto en el número de horas. Esas divisiones por semanas son más un asunto de adultos que la necesidad del niño mismo”.

Ser un papá presente

Papás 100% 

Fernando Hernández llegó a Colombia hace más de dos décadas. Aquí conoció a quien fue su pareja durante 14 años y es mamá de su hijo JJ.

Después del divorcio, definieron que Fernando estaría a cargo de su hijo los lunes, los miércoles y los viernes, y los fines de semana cada 15 días. Como no tiene red de apoyo, ha tenido que sacrificar su vida social: “Como no soy de aquí, no cuento con una tía, una abuela que cuide de mi hijo, entonces dejé de hacer planes con amigos, pero ahora los tengo con JJ: vamos a conciertos, viajamos, hemos dormido en aeropuertos. A veces tengo viajes de trabajo los fines de semana y debo decir que no, y eso laboralmente tiene consecuencias, porque seguramente por mi experiencia podría tener un cargo muy importante o de mayor remuneración, pero no aspiro a eso en este momento: hoy mi vida es para mi hijo”.  

A Ernesto Barney tampoco le queda nada fácil. Luego de una relación de cinco años, hoy está 100% a cargo de su hijo de 11. De la misma manera que le sucede  a más de 12 millones de mamás que son mujeres cabeza de familia en Colombia. Además, según cifras del DANE, para el año 2022 las mujeres solteras, en general, ganan un 27% menos que los padres solteros. Ernesto es papá soltero, pero no de los que gana más que su expareja. Para él los retos de la crianza han sido inmensos teniendo en cuenta que su hijo fue diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA), una afección relacionada con el desarrollo del cerebro que afecta la manera en la que una persona percibe y socializa con otras: “El TEA se convirtió en un mapa de navegación para aprender cómo funciona la mente de mi hijo. Me he volcado a entender muchas cosas del autismo y he aprendido qué puedo hacer para prevenir situaciones que lo ofusquen, gracias al trabajo terapéutico. Y la mamá, desde Medellín, ha estado muy pendiente”, me dice. “En la pandemia nos vinimos a vivir los dos a Cali; aquí ahora estamos rodeados de mucho verde, de muchas aves. Pero ser papá no es fácil, no hay un manual, pero uno va aprendiendo”.

Surfear sobre las olas

Me pregunto cuál es el modelo ideal. De nuevo la doctora Linares Pardo tiene las palabras acertadas: “No hay un modelo ideal. Cada familia tiene que encontrar lo que le funcione, con un adecuado proceso de negociación y observación, e ir evaluando a lo largo del tiempo. Hay que aprender a surfear sobre las olas, porque los acuerdos que se hagan un día no funcionarán años después”.   

Mientras escribo estas líneas y veo el espejo retrovisor, me alegra ver a los amigos, a sus exparejas, a mí asumiendo las responsabilidades compartidas de los hijos en calma y en paz. Claro, con desacuerdos de vez en vez. En mi caso, me alegra haber logrado mudarme a un apartamento un poco más grande, con un cuarto propio para mi hija, que comienza a entrar en la preadolescencia, mientras sigo compartiendo habitación con el más pequeño.  

Hoy observo a mis hijos, conversamos. Paso, aproximadamente, el 40% del tiempo con ellos, día y noche; los veo adaptados a las rutinas. Viajamos por carretera, vamos a lavar la ropa a donde los abuelos porque todavía no alcanza para la lavadora. Cocinamos. Los llevo a sus clases de deportes. También discutimos por los tiempos frente a las pantallas, por el orden en el apartamento. Y cuando no están en mi casa hablo con ellos casi a diario por videollamada, aprovecho para hacer ejercicio, trabajar más, ir al cine. Sigo aprendiendo sobre los límites entre la disciplina y la flexibilidad. En medio de esto, un nuevo amor llegó a mi vida y entre todos nos vamos adaptando a los retos que implica.

Como dice Fernando: “Aquí no hay héroes ni superhéroes. Aquí hay decisiones de vida. La decisión de ser papá, de ser un buen papá”. Así lo siento también.

- Este artículo hace parte de la edición 193 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.