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Obesidad infantil

Obesidad infantil, una pandemia silente

Ilustración
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¿Cuál es el origen de esta enfermedad? ¿Cuáles son los factores de riesgo? ¿Cómo prevenirla y tratarla si se presenta durante la niñez? Resolvemos estas y otras dudas de la mano de una pediatra.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de niños y adolescentes entre los cinco y 19 años que presentan obesidad se ha multiplicado diez veces en los últimos 40 años en el mundo. Asimismo, de acuerdo con la Estimación de la Malnutrición Infantil realizada por UNICEF, el Banco Mundial y la OMS, casi 40 millones de niños y niñas menores de cinco años presentan exceso de peso.

Marcela de la Rosa, pediatra experta en obesidad infantil adscrita a Colsanitas, explica que la obesidad infantil se define como la acumulación excesiva de grasa causada por múltiples factores, que puede generar otras enfermedades, afectando no solo el aspecto y la salud física, sino la salud mental y la esperanza de vida de los niños.

En cuanto a criterios clínicos para diagnosticarla, los expertos se adhieren a la medición del peso, la talla y el índice de masa corporal de cada niño, y esto se compara con las curvas de crecimiento estándar predeterminadas por la OMS. Las curvas de crecimiento son mediciones numéricas que se comparan con los criterios ya establecidos por esta organización. De esta manera, el pediatra realiza las mediciones y luego revisa si el ejercicio arroja o no los números que deben estar dentro del estándar, según la edad del niño. Si estos números están fuera de la referencia, hay una desviación. Cuando hay más de dos desviaciones en estos números de referencia, en niños mayores de cinco años, se considera que hay obesidad como enfermedad. En los menores de cinco años, se determina de acuerdo con el peso para la longitud o talla y cuando se presentan más de tres desviaciones estándar, explica la pediatra. Es importante aclarar que estos indicadores están asociados a la evaluación de factores de riesgo individuales para determinar si existe o no la enfermedad.

“Según el Banco Mundial y la OMS, casi 40 millones de niños y niñas menores de cinco años presentan exceso de peso”.

En cuanto a criterios clínicos para diagnosticarla, los expertos se adhieren a la medición del peso, la talla y el índice de masa corporal de cada niño, y esto se compara con las curvas de crecimiento estándar predeterminadas por la OMS. Las curvas de crecimiento son mediciones numéricas que se comparan con los criterios ya establecidos por esta organización. De esta manera, el pediatra realiza las mediciones y luego revisa si el ejercicio arroja o no los números que deben estar dentro del estándar, según la edad del niño. Si estos números están fuera de la referencia, hay una desviación. Cuando hay más de dos desviaciones en estos números de referencia, en niños mayores de cinco años, se considera que hay obesidad como enfermedad. En los menores de cinco años, se determina de acuerdo con el peso para la longitud o talla y cuando se presentan más de tres desviaciones estándar, explica la pediatra. Es importante aclarar que estos indicadores están asociados a la evaluación de factores de riesgo individuales para determinar si existe o no la enfermedad.

Factores de riesgo

Los principios de esta enfermedad pueden aparecer desde antes del embarazo de la madre por diferentes causas. Por ejemplo, si alguno de los padres presenta o ha presentado obesidad o diabetes. Así mismo, una vez inicia el embarazo, se debe prestar atención a diversos factores gestacionales, como la ganancia de peso excesiva de la madre, si fuma durante el embarazo o si presenta diabetes gestacional. 

“El parto por cesárea en sí también puede ser un factor determinante de obesidad. Eso es debido a los cambios en la microbiota vaginal (el conjunto de microorganismos de la vagina)”, afirma De la Rosa. Esto quiere decir que los partos por cesárea tienen más riesgo de causar después obesidad en el niño, versus el parto vaginal, porque este último permite que la madre le transmita a su bebé los patógenos benignos que vienen del canal vaginal materno y llegan a la microbiota del bebé. Esto no ocurre por vía abdominal, cuando se hace una cesárea, puntualiza la pediatra. 

Por otro lado, el hecho de que un bebé nazca con macrosomía fetal, es decir, con un peso mayor a los 4000 gramos, o que, por lo contrario, sea más pequeño para su edad gestacional, son también factores de riesgo en la etapa postnatal. 

La doctora explica que, adicional a los cuidados antes y durante el embarazo, hay un factor determinante que es el inicio de la alimentación complementaria (de los cuatro a los seis meses del bebé), en donde el control de la proteína y evitar en los niños el consumo de sal, azúcar, ultraprocesados y el uso de las pantallas mientras comen puede jugar a favor del control de la obesidad.

Por otro lado, los trastornos del sueño y factores psicosociales son otros elementos decisivos en toda la etapa infantil, en donde es primordial prestar atención a las rutinas de descanso, el entorno en casa en términos emocionales, si la madre sufre o no de depresión postparto, si hay maltrato o un ambiente retador, entre otras situaciones.

¿Qué pasa con un niño que padece obesidad infantil?

Una vez un niño es diagnosticado con obesidad, las complicaciones pueden ser diversas, dependiendo de factores individuales. Entre esas complicaciones está el riesgo de padecer diabetes, hipertensión, enfermedad hepática por hígado graso, pubertad precoz, apnea del sueño y problemas ortopédicos, entre otras enfermedades.En la esfera psicosocial, el impacto es considerable también si tenemos en cuenta que gran parte de los niños con obesidad sufren de bullying, y esto puede tener consecuencias graves como ausentismo e impacto escolar, depresión y otros trastornos de la salud mental, hasta el riesgo de suicidio, explica la pediatra.

¿Cómo podemos prevenirla y tratarla?

La prevención de la obesidad infantil está ligada a fomentar en los niños y sus familias hábitos saludables integrales, pero que no conduzcan a un régimen o a una vida llena de restricciones y prohibiciones, sino que logren establecer una rutina sana gracias a la creación y mantenimiento de buenas prácticas. 

Así, para tratar esta enfermedad, la doctora De la Rosa creó el Programa Recrea, de la Clínica Reina Sofía, que precisamente busca ‘recrear’ esos hábitos de vida encaminados a mitigar la obesidad en niños desde los dos a los 17 años y 8 meses de edad. 

El programa tiene un abordaje integral y cuenta con cuatro pilares fundamentales:

  1. Alimentación saludable: Educación nutricional en todos los aspectos.
  2. Actividad física: Fomentar la actividad física y disminuir tiempos sedentarios frente a pantallas. 
  3. Sueño de calidad: Mantener rutinas y horarios específicos para el descanso.
  4. Salud mental: Conservar un entorno de armonía a nivel emocional y mental.

Un equipo multidisciplinario formado por nutricionistas, pediatras, endocrinólogos y fisioterapeutas expertos atiende cada caso de manera personalizada y evalúa uno a uno los factores de riesgo. Al cabo de un año, el niño se gradúa del programa, alcanzando un cambio en sus hábitos y, sobre todo, logrando que a nivel familiar haya un cambio de mentalidad encaminada a una vida saludable. Así, la clave del Programa Recrea es poder integrar estos cuatro pilares a la vida del niño y su familia, promoviendo un estilo de vida sano.

“La prevención de la obesidad infantil está ligada a fomentar en los niños y sus familias hábitos saludables integrales, pero que no conduzcan a un régimen o a una vida llena de restricciones y prohibiciones”.

Como sociedad, seguimos con oportunidades para derribar mitos y regular lo que consumimos

 “El niño que más come es el más sano” y “Cómetelo todo porque lo hice con amor” son frases que aún son usadas en nuestra cultura y que no contribuyen a mitigar la enfermedad. Tampoco es de ayuda un entorno consumista en donde los ultraprocesados, dulces y “paquetes” están en los supermercados en un lugar estratégico al alcance de la mirada de los niños, un elemento que juega en contra a la hora de tratar de mantener una alimentación saludable. No obstante, “el hecho de que esto sea lo que se ofrece comercialmente o lo hagan algunas familias, no quiere decir que esos son hábitos sanos”, afirma De la Rosa.

Como sociedad, seguimos con oportunidades para derribar mitos y regular lo que consumimos

En un mundo hiperconectado y con exceso de información, la doctora De la Rosa recomienda no confiar en lo que exponen las redes sociales, sino contar con un pediatra u otro profesional de la salud con quien los padres puedan resolver todas las dudas, para así poder crear una vida sana.

Adicionalmente, resalta la importancia de la comunicación con los niños, procurar sentarse en la mesa a compartir los alimentos y generar una conversación que permita indagar cómo está el niño en diferentes esferas, forjando así un espacio seguro de diálogo en familia. Los padres deben ser los precursores de hábitos saludables, por eso el ejemplo es clave.

Este artículo hace parte de la edición 198 de nuestra revista impresa.
Encuéntrela completa aquí.

María Juliana Pacheco Blel

Escritora y comunicadora, apasionada por los temas de desarrollo personal. Autora del libro Un Lugar en el Mundo.