La depresión se ha visto sobre todo como un problema individual. ¿Y si sus causas y soluciones más bien son problemas colectivos? En este artículo algunas reflexiones sobre el tema.
Varias personas con las que hablo me cuentan que están deprimidas, sobre todo mujeres. En un grupo de apoyo emocional (a lo El club de la pelea) vi a una mujer llorar una hora, desconsolada; nos contó que era depresiva, no tenía trabajo y su esposo la había dejado por esto. La escena, que llegó al paroxismo, me hizo confirmar que el asunto es grave, que la pandemia del Covid hizo estragos emocionales, y que la depresión y la ansiedad son las nuevas pandemias. Y tal vez las soluciones individuales no sean suficientes.
El 5 % de los adultos sufre de depresión según la Organización Mundial de la Salud. Colombia está en el promedio, en cuanto a datos oficiales. En un artículo de la BBC, de julio de 2022, se dice que al menos 322 millones de personas en el mundo la padecen, un 18 % más que hace una década. Según el Ministerio de Salud, la depresión es la segunda enfermedad que más dinero le cuesta al país, después de la cardiovascular. Ya sabemos que muchos no acuden a un psiquiatra por miedo al estigma; las cifras dicen una cosa, pero en mi experiencia, y en la de muchos que conozco, la depresión está más extendida, se mezcla con la atmósfera.
¿Qué es la depresión desde el punto de vista psiquiátrico?
El doctor Jairo Villa me responde: “El depresivo es una persona con ánimo triste, con una pérdida de la capacidad de goce de las cosas, de sentir alegría o gusto por lo sencillo de la vida. A esto se suman los problemas para dormir, para concentrarse, para comer. Incluye ansiedad y angustia, y todo eso al menos por dos semanas consecutivas. Si una persona entra dentro de ese marco, se le puede diagnosticar con depresión”. El doctor Villa dice que tener esta enfermedad no es sentirse triste por algún evento desafortunado, algo que a todos nos pasa; sino que es un dolor emocional continuo que perturba la vida.
La depresión suele tratarse como un problema individual, un padecimiento que tiene una persona por circunstancias personales. Se habla de problemas biológicos como el bajo nivel de serotonina, un neurotransmisor que regula el estado de ánimo y es fundamental para las emociones positivas. Esta causa se ha puesto en cuestión por estudios recientes. Se dice que en la enfermedad inciden problemas genéticos y ambientales. La depresión es en general tratada con pastillas (antidepresivos) y psicoterapia. “Necesariamente la depresión requiere medicamentos, un tratamiento médico, farmacológico. Por supuesto que ayuda muchísimo la psicoterapia, el apoyo, si se incluye a la familia en el tratamiento, si no se deja solo al paciente, si no le haces perder el contacto con su familia y su entorno, pues se necesita un tratamiento integrado”, dice Villa.
Para el filósofo Mark Fisher, que se suicidó en 2017, la depresión es un problema más colectivo que individual y está relacionado con el sistema económico que prevalece hoy en el mundo, el “capitalismo neoliberal” o “salvaje”. En su ya clásico libro Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa?, dice lo siguiente:
La noción de la enfermedad mental como un problema biológico o químico individual posee ventajas enormes para el capitalismo. En primer lugar, es una idea que refuerza el impulso del sistema hacia el sujeto aislado. (Si estás enfermo, es por tu química cerebral). En segundo lugar, es una noción que abre un mercado muy lucrativo para que las compañías farmacéuticas internacionales desplieguen sus productos. (podemos curarte con nuestros antidepresivos). No tendría sentido repetir que todas las enfermedades mentales tienen una instancia neurológica: pues eso todavía no dice nada sobre su causa. Sí es verdad que la depresión se constituye en el nivel neuroquímico por un bajo nivel de serotonina. Lo que todavía necesita explicación es por qué un individuo particular tiene bajos niveles de serotonina. El caso requeriría, en efecto, una explicación social y política”.
Fisher nos dice que las cifras de depresión en el Reino Unido, a partir de los años 90, aumentaron notoriamente. Esto coincide con la caída del socialismo en Europa, la consolidación de lo que conocemos como Capitalismo neoliberal. Poco a poco los sindicatos, que antes protegían a los trabajadores, se fueron desintegrando, hoy de ellos queda poco. Muchos trabajamos aislados, desde la casa, sin seguridad social, con incertidumbre sobre el futuro. Muchos nos autoexplotamos en lo laboral, estamos obligados a ser creativos para pescar clientes. Eso sí, casi siempre ganamos menos de lo que ganaban los colegas hace años.
La competencia nos hace más solitarios, por supuesto más egoístas y calculadores. De un tiempo para acá se ha extendido la idea de que el hombre es un lobo para el hombre, de que somos individualistas y solo queremos el beneficio personal. Sí, rivalizamos, pero somos muy colaborativos, nuestra especie es gregaria, por eso evolucionamos. El ánimo sube cuando estamos en grupo, reímos más; aislados más bien la vida pesa, nos deprimimos. La felicidad compartida seguro es más potente que la solitaria, no necesitamos forzarla.
Algunos filósofos coinciden en que el capitalismo ha tenido éxito ideológico porque nos ha hecho creer que es la realidad, la naturaleza. Que no hay sistema económico mejor, o que es el menos malo, lo demás sería catástrofe. Esta idea está en nuestro inconsciente colectivo, no podemos imaginar un sistema distinto que funcione. Y si no hay esperanza de cambio nos acostumbramos a la desigualdad, a la explotación; y por supuesto llegan la depresión y la ansiedad. Las otras generaciones creían en la utopía, en el cambio social; nosotros gastamos nuestras energías en luchas más pequeñas y confusas. O simplemente en la búsqueda de placer personal, una búsqueda insaciable: nunca los estímulos son suficientes —como las drogas— y terminamos vacíos.
¿Qué hacer ante este panorama?
Fisher nos dice que la salud mental está privatizada, y que tal vez los índices de depresión disminuirían si le damos al asunto soluciones colectivas. Por supuesto las pastillas y la psicoterapia ayudan a una persona enferma, pero al parecer no son suficientes. Renovar la esperanza en un mundo mejor, la búsqueda del bienestar colectivo, ayudaría a sanar a la persona. La toma de los espacios públicos para estar unidos, para hacer arte y política pacífica allí, tal vez subiría niveles de endorfinas y serotonina. Colaborar más, en lugar de solo competir y aislarnos, podría ser un nuevo paradigma. Nuestro inconsciente colectivo está un poco enfermo, y tal vez deberíamos reconquistarlo en manada.
Por otro lado, me dice el doctor Villa: “Uno enfrenta situaciones muy difíciles en la vida y más en esta época postmoderna, de incertidumbre. Se necesita entonces reforzar a las personas, darles elementos para que sean más fuertes emocionalmente, más optimistas. Debemos creer que la gente es capaz de superar los obstáculos. Hay que ayudarle al que padece a abrir caminos de esperanza. Hay que cambiar la visión pesimista por una optimista porque los humanos somos capaces de superar muchas cosas, no somos omnipotentes, pero siempre vamos encontrando soluciones, estrategias de supervivencia y bienestar.”
Un consejo de bienestar fundamental es buscar mayor satisfacción colectiva, creer que el mundo sí tiene arreglo y que todos los humanos deberíamos vivir mejor, con lo mínimo para tener una vida digna. Si los otros están mejor, yo estoy mejor; si el nivel socioeconómico de todos mejora, habrá más seguridad, tranquilidad, posibilidades de placer. Ver que una sociedad funciona puede generar mayor autoestima individual y los niveles de depresión seguro bajarán.
Dejar un comentario