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Cristina Umaña

Cristina Umaña: conciencia a cada paso

Fotografía
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La actriz tolimense lleva 30 años entregando su talento al teatro, el cine y la televisión en diferentes lugares del mundo. Para ella, sus logros profesionales son tan esenciales como su paz interior, su rol de madre y su tranquilidad. Entrevista con una artista que cuida el equilibrio que ha conseguido.

Los movimientos en la vida de la actriz Cristina Umaña han sido siempre genuinos. Hoy más que nunca, pues después de 30 años de carrera artística sabe dónde concentrar su energía laboral y personal. No puede negociar más su tranquilidad y su paz interior. No se puede separar de los hábitos de bienestar que ha interiorizado con el paso de los años; los que le han entregado la posibilidad de tener una vida equilibrada. 

Meditar, descansar, el silencio, caminar, tener tiempo de calidad con su hijo y proyectos laborales que la reten son sus innegociables. Por eso después de terminar Prima Facie, el monólogo que presentó en julio en el Teatro Nacional, se tomó un merecido descanso antes de embarcarse en su nuevo proyecto. 

Junto a sus horizontes actorales se ha abierto una ilusión materializada hace poco junto a su pareja, el chef español Koldo Miranda: su restaurante La favorita, que enaltece la comida ancestral del País Vasco. Concibe el amor como un terreno de proyectos en compañía, pero también como un territorio donde cada uno respeta la individualidad del otro. Entrevistamos a la actriz para hablar sobre sus retos, la maternidad, su profesión y esa calma con la que afronta ahora su vida.

¿Cuándo llegó esa conciencia tan marcada de autocuidado a tu vida? 

Con mi embarazo, hace 14 años. Desde ese momento empecé a cuidar mi alimentación, mi cabeza, mi tranquilidad. Luego, durante la lactancia y el posparto, seguía pensando que quería darle lo mejor a mi hijo. Siempre consciente de lo que comía, del ejercicio, escuchando mi cuerpo, porque ahora descubrí que con el paso de los años van llegando nuevas exigencias. Identifiqué, por ejemplo, que soy una persona diurna, que trabajo mejor en el día y que tengo que descansar muy bien; por eso cuido mucho mi sueño.

“Un hijo adolescente necesita presencia, pero entendiendo que los hijos también tendrán que volar solos. Requiere presencia sin sentirse invadido”.

¿Cómo has logrado combinar la maternidad con tu desarrollo profesional? 

Me he dejado llevar por la intuición y la conciencia de que una mamá feliz es un niño feliz. Por fortuna, tengo mis temporadas de trabajo y de descanso, cuando estoy 100% con mi hijo. Por ejemplo, durante el primer año de maternidad estuve sin trabajar, luego empecé a viajar y me iba con él y con mi mamá. Baltazar me acompañó en mis viajes hasta los cinco años. Y yo alternaba trabajo y descanso. No solo por la maternidad, sino por mi bienestar. Yo no quiero trabajar todo el tiempo y, afortunadamente, esta carrera te permite tener esos intervalos. Tú no estás trabajando 24/7. Y ahora que está en la adolescencia me sirven mucho esas pausas porque puedo acompañarlo de lejitos, porque así toca a veces con los adolescentes. Pero siempre estoy ahí con mis palabras. 

Has logrado integrar la meditación en tu rutina, ¿cómo lo hiciste?

La meditación es crucial porque me cambia el estado de ánimo de inmediato. Sagradamente busco esos espacios de silencio para calmar la mente o para conectar con la fuente, con mi Ser Superior, con mi divinidad. Medito de manera consciente y regular desde hace unos seis años. Al principio me costaba mucho, pero luego descubrí que todos tenemos esa capacidad de aquietar la mente y conectar. Todos tenemos esa posibilidad, pero hay que ejercitarla; es un entrenamiento. Yo logré integrarla a la mañana: me levanto con mi pareja, Koldo, a las 4:50 de la mañana. Meditamos hasta las seis, luego hago ejercicio en ayunas. Mezclo pesas, ejercicio cardiovascular y estiramiento y después desayuno, evitando los alimentos con azúcar y cafeína al principio. Lo primero que como es proteína.

Una práctica además muy necesaria en estos tiempos en los que reinan la conexión al celular y la sobreestimulación...

Absolutamente. De las cosas más adictivas que hay en este momento de la vida, el celular es el rey. Nos engancha rápidamente. Yo confieso que no me he visto excesivamente enganchada con las redes sociales, pero sí lo suficiente para mí. Entonces me ha tocado ponerme límites y horarios, evitando la inercia con la que a veces nos quedamos viendo cosas que ni estábamos buscando. Yo entiendo que soy una figura pública, porque soy actriz, pero siempre he guardado mi intimidad y creo que estamos en un momento en el que la intimidad se volvió algo muy valioso. Sé que tengo que promocionar mi trabajo, pero no quiero estar ahí esclavizada. La clave está en aprender a filtrar la información, pues también he encontrado contenido de mucho valor en redes sociales.

¿Y cómo manejas la conexión a redes sociales con tu hijo adolescente? Es una tarea muy retadora…

Le dimos un celular a los 14 años. Solo tiene WhatsApp. Esto ha sido un tema de acuerdos y debates, claro. Es muy difícil lograr el equilibrio porque vivimos en una sociedad en la que la mayoría de los adolescentes tienen redes sociales, pero está comprobado que no es sano para un adolescente menor de 16 años tenerlas. Qué paradoja. Hemos dado mil conversaciones sobre el tema, le hago evidente las consecuencias de un mal uso del celular, le digo que entiendo lo que está viviendo, pero que no va a ser eterno. Le pido un poco más de firmeza y de personalidad. Tenemos que tener conversaciones incómodas. Afortunadamente, él también es futbolista y el deporte ayuda a concentrar la atención en otra cosa.

¿Cuál es la mejor compañía que puede prestar una mamá a un adolescente?

Yo creo que la presencia, pero entendiendo que los hijos también tendrán que volar solos. Un hijo adolescente necesita presencia sin sentirse invadido. Yo estoy ahí para la conversación, la guía y entender lo que él va explorando. Ellos necesitan soltarse, empezar a buscar su propia voz y su identidad, permitirles también la equivocación. Obviamente, este es el discurso, pero en realidad me muero del susto también. Pero tengo con - fianza en lo que ya le he dado.

Y esa posibilidad que te ha dado la actuación de tener espacios en los que paras y luego retomas te ha permitido estar muy cerca de él. ¿Puedes decir que tienes una sana relación con el trabajo?

Sí. Defiendo mucho mis espacios, mis hábitos. No puedo estar a tope con la vida, tengo que ir encontrando el equilibrio y la paz. Aprendí que no siempre tengo que ser la primera de la fila, sino que a veces puedo pasar a ser la quinta o la décima, que no siempre tengo que estar en la cima, pues también necesito momentos para respirar, nutrirme, resetear.

¿Tienes una tribu de amigas que te sostiene?

Tengo varios grupos y tengo amigas en muchos lugares del mundo, porque he vivido por fuera y he creado vínculos muy fuertes con muchas mujeres. Mis amigas me nutren todo el tiempo y sus éxitos me inspiran. A la gente que quiero trato de cuidarla y sé que es importante esto de “regar la mata” y trato de hacerlo con la gente que aprecio. Decir “aquí estoy aquí para un café, para que nos veamos, así sea una vez al año. No importa, pero aquí estoy y te quiero cerquita de mí. Valoro tenerte en mi vida”.

¿Cómo te va con la nostalgia o cerrando ciclos y vínculos?

Siempre es doloroso y antes estaba más empeñada en hallar los porqué, pero ahora entiendo que la vida también es eso. Uno se encuentra con la gente y se desencuentra, y está bien. No hay que forzar relaciones. Los duelos hay que hacerlos, no tenerle miedo a la tristeza, hay que permitirla y transitarla, porque también nutre. Lo importante es no quedarse ahí porque las emociones pasan. La frustración llega, la dicha llega, el gozo, el placer y, al mismo, tiempo pasan.

Hablemos del reto que representó tu monólogo Prima Facie. ¿Cómo sostiene una actriz un discurso sola por 100 minutos?

Era la primera vez que hacía un monólogo en mi vida y este duraba una hora y 40 minutos. Era algo totalmente nuevo para mí. Necesité mucho entrenamiento vocal, disciplina; entrega absoluta. Primero, tuve que aprenderme un texto de 106 páginas; esto requiere tiempo y técnica. Se requiere mucha experiencia, ensayo e, indiscutiblemente, mis casi 30 años de carrera me ayudaron a sostener toda esa puesta en escena. Sé cómo tener un ritmo para atrapar a la gente, pero el trabajo del director, Nicolás Montero, fue fundamental. Él ha sido mi maestro en este viaje. No sé si él es consciente de eso, pero me ha dado mucha fuerza, no solo como profesional, sino como ser humano. Cada noche que me presenté fue como subir una montaña.

“Creo profundamente que los diálogos incómodos son necesarios en las relaciones de pareja para poder crecer y seguir construyendo”.

Qué has aprendido del amor, de la solidez de una pareja?

Primero, creo que para mantener sólida una relación hay que respetar la individualidad del otro, esto es fundamental. Entender con quién estás y no querer cambiar al otro sino aceptarlo. Saber si uno puede lidiar con la luz y con la sombra del otro. Caminar juntos, pero no revueltos. Tener proyectos individuales independientes es fundamental, pero también creo que hay un camino de crecimiento espiritual en el que la pareja tiene que acompañarse para que los caminos no vayan en direcciones opuestas y ahí creo que es donde las parejas a veces flaquean. También creo profundamente que los diálogos incómodos son necesarios en las relaciones de pareja para poder crecer y seguir construyendo. Creo en la responsabilidad emocional, es la manera de cuidar al otro y cuidar la relación.

- Este artículo hace parte de la edición 195 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Mónica Diago

Mónica Diago es editora de la revista Bienestar. Ha trabajado principalmente como periodista ambiental, pero desde que se convirtió en mamá ha enfocado su trabajo en visibilizar la importancia de la crianza consciente y respetuosa. Disfruta las caminatas, las montañas, los ríos y los libros ilustrados infantiles.