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Bienestar Colsanitas

El vuelo imparable de Carolina Gaitán

Fotografía
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Uno de los mayores talentos de la actriz y cantante es la perseverancia. Sus metas son crecer y crear con rigor y disciplina, siempre en busca de un reto más grande que el anterior.

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Desde hace diez años, en cada medio que ha publicado una entrevista con Carolina Gaitán se ha dicho que está en su mejor momento. Pareciera que nunca en su carrera artística ha dejado de evolucionar. El conformismo no hace parte ni siquiera de sus personajes. No va con la voz de Pepa Madrigal ni de la canción “No se habla de Bruno” en Encanto, la película de Disney que la llevó a cantar en la ceremonia de los premios Oscar de 2022 y que la hizo sostener la estatuilla dorada cuando la cinta ganó el premio a mejor película animada. 

Además de sus capacidades y de su indiscutible belleza, Carolina (Villavicencio, 1984) tiene un alma noble que le permite ir más lejos porque le encanta aprender. Cuando acepta un proyecto lo asume con total compromiso y con un amor profundo por su misión profesional, sea un disco de La Gaita —nombre con el que se lanzó en la industria musical—, una película, una serie, una campaña para una marca de cosméticos enfocada en el liderazgo femenino o Vida, el monólogo escrito y dirigido por Johan Velandia que volverá a presentar en julio de 2023 en el Teatro Colón de Bogotá.


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“El teatro es donde me siento absolutamente libre de tiempo y espacio. Es donde más vuelo”.

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Carolina trabaja desde que tenía 13 años. A esa edad, sus padres —que tuvieron cinco hijos— enfrentaron una quiebra económica. Escaseaba el dinero para pagar el colegio, entonces ella comenzó a vender cosas, y hasta creó una pequeña empresa de sánduches. Pasó una temporada en Estados Unidos vendiendo máquinas de gimnasia pasiva en turnos de hasta 17 horas. Los ingresos le sirvieron para pagar el resto del bachillerato y su primer semestre de Comunicación social y Periodismo en Colombia. Pero todos los factores del destino confabularon para encaminarla hacia la actuación y la música, un sueño que nació a los 10 años, cuando vio a Natalie Portman interpretando a la pequeña Mathilda en El perfecto asesino, y quiso ser parte de grandes historias. 

Sintiendo ese deseo de cantar y actuar desde los 10 años, ¿por qué decidió estudiar Comunicación Social?

Ese era el sueño de una niña. No hacía parte del universo en el que yo creía que era posible. No había artistas en mi familia. Sí aplaudían mis talentos pero los veían como un pasatiempo. Yo en ese momento quería ser periodista. Siempre he sido buena con la palabra y sabía que podía servir para eso. Me parece que el periodismo es de las cosas que yo hubiera podido continuar. Lo admiro, lo aplaudo y es absolutamente necesario. 

Y justo faltando dos meses para entrar a la universidad una amiga le sugirió presentarse a un concurso de canto que terminó siendo el reality Popstars…

Quedé seleccionada. ¡Y se volvió una cosa tan fantástica para una niña de 17 años! Ni siquiera yo sabía en qué me estaba embarcando. No tenía la menor idea de que se trataba del primer reality show del país. Después descubrí que Colombia entera estaba vibrando con eso. Mi papá se fue a la universidad a pedir que me aplazaran el semestre, y lo logramos. 

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De ese concurso salió el grupo juvenil Escarcha, con el que alcanzó a grabar dos discos. Estaba cumpliendo su sueño de ser cantante, ¿por qué renunció?

En algún momento empecé a sentirme rara con todo lo que estaba pasando. Al principio era una montaña rusa, pero después me sentí desdibujada entre un montón de niñas. No me estaba encontrando en ese proceso. Además, ya teniendo pago el semestre que había aplazado, sentía que tenía que ir a la universidad. Era un pendiente conmigo misma. 

Pasó por un programa de radio en la emisora La Superestación y por el canal Citytv como presentadora. ¿Cómo llegó a la actuación?

Recibí una llamada del director de Popstars. Me contó que en el canal estaban haciendo audiciones para un semillero de actores y que les pagaban por estudiar. Dije que sí. No solamente quería formarme en la actuación, sino que me parecía espectacular tener otra opción. Presenté el monólogo Diatriba de amor contra un hombre sentado, de García Márquez, frente a Laura García, y fui con la absoluta convicción de que quería ser actriz. Me aceptaron y ahí se me enredó la vida, porque seguía en la universidad y con mis trabajos. Hasta que me dieron un personaje en la telenovela Vuelo 1503 y me tuve que ir a vivir a Girardot porque se grababa allá. Ahí terminó mi carrera de comunicadora social.


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“Voy a ser actriz hasta que muera. No le voy a tener miedo a envejecer porque es absolutamente hermoso”.

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¿Y cómo llegó al teatro?

En esa novela me dieron la oportunidad de hacer una escena contundente. Al terminarla, Cristina Umaña, que era del elenco protagónico, me dijo que tenía mucho talento, que estaban buscando a una actriz que hiciera un reemplazo en la obra Carta de una desconocida. Presenté el casting y apenas lo terminé, Manolo Orjuela, el director, me dijo “eres tú”. 

¿Cómo fue su experiencia en el estreno en la Casa del Teatro Nacional?

Cuando llegó el momento de salir mi corazón latía tan duro en medio del silencio del ritual del teatro, donde los pasos en la madera suenan con eco… Tenía vergüenza de que la gente se fuera a dar cuenta de que yo estaba tan nerviosa, porque el corazón se me iba a salir y sonaba demasiado duro. Tenía pavor de que la gente lo escuchara.

¿Todavía le pasa cuando va a salir a presentar su monólogo, Vida?

Claro, lo sigo sintiendo.

¿Algún espacio predilecto entre el cine, la televisión y las tablas?

No subestimo ninguno de los lenguajes. El teatro es donde me siento absolutamente libre de tiempo y espacio. Es donde más vuelo, por decirlo así. Pero respeto muchísimo todos los formatos. Todos tienen grados de dificultad muy importantes. 

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“Antes de cantar en la ceremonia de los Oscar me llené de mucha fuerza y dije ‘vamos a hacer lo que sabemos hacer’. No sentí miedo, respiré profundo, tuve una inhalación de felicidad y gratitud, y salí”.

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¿Qué es lo más gratificante de su trabajo?

Poder cambiar algo a favor de una persona, de su vida, de su emocionalidad, de su estabilidad, de su bienestar. Sin duda alguna, esa es mi misión. Finalmente, uno no hace ningún tipo de manifestación artística si no quiere impactar positivamente a alguien. 

Para usted, ¿qué es el bienestar?

El bienestar personal es la armonía entre el cuerpo, el alma, la psicología y el comportamiento. Bailar, cantar y actuar me generan bienestar.

¿Cómo se enfrenta al rechazo?

Desde hace cuatro meses estoy trabajando con una agencia estadounidense, y hago casi dos castings a la semana. Es intenso, lo que me parece muy chévere porque estamos ampliando las posibilidades de que salga un proyecto interesante en Los Ángeles. Eso quiere decir que todo el tiempo hay castings y negativas como respuesta. Pero lo tomo como una gran oportunidad de estar entrenando el músculo y mostrar mi trabajo a diferentes productoras. 

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Asistente de fotografía: Samuel Polanía.

¿Cómo ha sentido actuar y cantar en otro idioma?

Ha sido todo un proceso. Ya llevo dos producciones estadounidenses en las que fui protagonista: una serie, Second Chances, y la película Quicksand, ambas se estrenan próximamente. Todo es en inglés. Me he tenido que enfrentar a construir personajes en otro idioma y eso es un reto. Si hay algo que a mí me genera hambre, por lo cual no puedo dejar pasar oportunidades, es la búsqueda de una meta más grande. Si no llega siento que se está volviendo plano lo que estoy haciendo. Ahora tengo la posibilidad de abrir un nuevo mercado y de realizar lo que vengo haciendo en una nueva lengua. Eso es lo que en este momento me tiene absolutamente motivada.

¿Utiliza algún método para dejar ir los personajes que interpreta?

Tengo una psicóloga terapeuta para mi emocionalidad y otra para mi lado profesional, con la que hago el luto o el duelo de mis personajes. Trabajamos desde constelaciones familiares hasta los arquetipos de Carl Jung y perfiles de personalidades. Cuando estoy construyendo un personaje también trabajo con ella. 


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“Lo mejor de mi trabajo es poder cambiar algo a favor de una persona, de su vida, de su emocionalidad, de su estabilidad, de su bienestar. Sin duda alguna, esa es mi misión”.

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¿Cómo define La Gaita, su proyecto musical?

Creo que todo al final se vuelve un conjunto de quién eres. Desde la música que escucho hasta los libros que leo, las historias que cuento, los personajes que he interpretado… Desde mis personajes también ha salido mucho el género de mi música. Lola Calvo, el papel que hice para la serie de Celia Cruz, me hizo conocer Cuba, un viaje que me marcó. Todo lo que hay detrás de esa cultura tan melancólica y al mismo tiempo con tanta alegría y sabor.

¿Qué sintió en el instante previo de presentarse en la gala de los Oscar?

Cuando llegó el momento de cantar “We don’t talk about Bruno”estaba muy emocionada. Pensé: si yo he hecho esto por veinte años en tantas circunstancias complejas, en las que el sonido ha fallado, donde a veces he tenido que guerrear en diferentes teatros... Me llené de mucha fuerza y dije “vamos a hacer lo que sabemos hacer”. No sentí miedo, respiré profundo, tuve una inhalación de felicidad y gratitud, y salí. 

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Maquillaje y peinado: Juan David Masa, vestuario: Zéta y joyas: Paula Mendoza.

Hablemos de la vejez, ¿le asusta?

En 2016, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, vi a Núria Espert haciendo La violación de Lucrecia. Al verla, a sus 81 años, en este monólogo de Shakespeare, pensé que voy a ser actriz hasta que muera. No le voy a tener miedo a envejecer porque ahí está la muestra de que esto es absolutamente hermoso. 

Vida, porque solo hay una 

El monólogo musical Vida fue una idea de Carolina Gaitán que nació a raíz de su  necesidad de hablar sobre lo que hay detrás de las voces de las grandes divas. La obra explora el desarrollo de las mujeres en la industria del entretenimiento y está, en parte, inspirada en historias tormentosas como la de Amy Winehouse, Nina Simone y Janis Joplin, relatos de sacrificio, lucha y de situaciones adversas que atraviesan estas celebridades motivadas por el apetito de ser grandes estrellas. “Vida es una metáfora profunda sobre la mujer en estos tiempos, que renuncia incluso a su vida para ser otra, para renacer, para aprender de las heridas del pasado y para hacer de esa nueva vida un arte, una canción, un bolero o un baile”, explica Johan Velandia, dramaturgo y director de la obra.  

 

- Este artículo hace parte de la edición 187 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

 

*Periodista y actriz. Colaboradora frecuente de Bienestar Colsanitas y Bacánika.

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Soraya Yamhure Jesurun

Periodista y actriz. Colaboradora frecuente de Bienestar Colsanitas y Bacánika.