Algunos versos de canciones o frases de libros y películas nos pueden servir de guía en el camino de la vida.
En este año cumpliré 64, la edad que se volvió hito gracias a una canción que escribió Paul McCartney cuando tenía 25, y me he puesto a pensar que todos estos años han estado marcados por frases que me han servido de guía o que describen mi vida o al menos algún aspecto de ella.
Una de las primeras que oí y memoricé dado el entusiasmo que desde niño he sentido por la Navidad, está en el primer gozo de la Novena de Aguinaldos. “Ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios”. Lo anterior no significa que la haya aplicado desde los cuatro o los cinco años de edad. Durante varias décadas la recité como un loro hasta que, ya adulto, empecé a ver la importancia de esta frase perdida entre lirios de los valles y pastores del rebaño. En parte gracias a una que le oí decir al guitarrista Carlos Posada, el de Compañía Ilimitada y Sociedad Anónima, desafortunadamente ya fallecido. “Uno nunca debe perder la oportunidad de quedarse callado”. Aunque él la dijo en un contexto de música, de lo importante que es crear matices y contrastes cuando se ejecuta una pieza, yo decidí tomarla como mi lema y hago lo posible por ponerla en práctica, no siempre con éxito.
De Mafalda aprendí desde mis primeros años de bachillerato una verdad de a puño. “Lo urgente no deja tiempo para lo importante”. Tantas cosas que dejé de hacer o postergué porque lo urgente era resolver uno y otro y otro chicharrón. Una frase que la complementa es de Steve Jobs y la leí hace un par de semanas en un afiche colgado de la pared de un taller de teléfonos celulares en San Onofre, Sucre: “Si tú no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos”. Cierto. Muchas veces las urgencias de la vida nos llevan a optar por ese segundo camino.
Una frase del cantante y teclista Alan Price aparece en la canción principal de la película británica Un hombre de suerte (1973), del director Lindsay Anderson. “Si tienes un amigo en el que crees que puedes confiar, eres un hombre de suerte”. En un mundo en que nos educan para el éxito, para ser populares, para “tener un millón de amigos” (y más ahora con el vértigo de las redes sociales) esta frase nos saca de esa locura, de ese afán de ser protagonistas, el centro de atracción. No creo haberla aplicado de manera literal porque la vida me ha vuelto muy amiguero, pero sin duda para mí es un polo a tierra.
El alpinista austríaco Peter Habeler escribió en 1979 un libro para contar cómo llegó, junto con el italiano Rheinhold Messner, a la cima del Everest sin utilizar oxígeno, hazaña que habían logrado el año anterior y que marcó un hito en la historia del montañismo. En una de sus páginas dice: “En la montaña hay que ser rápido”. Leí el libro a finales de los 80, cuando comencé a trabajar en varios frentes y esa frase me dio ánimo para no perder el tiempo y poder entregar a tiempo lo que me encargaban. Ya han pasado 30 años y he perdido parte de aquel impulso, pero aún suelo recordarla cuando el tiempo apremia.
Pero, sin duda, la frase más importante es en realidad una pregunta de sólo tres palabras. “¿Y por qué?”. Es la que suele identificar al niño necio, desobediente y cansón que pregunta “¿y por qué?”, y al obtener una respuesta vuelve y pregunta “¿y por qué?” y así por un buen rato hasta que lo callan.
Me tomó mucho tiempo entender la importancia, pertinencia y trascendencia del, para casi todas las personas, latoso “¿Y por qué?”.
A estas alturas de la vida y con todo lo que he visto, leído y ahora veo y leo en redes sociales, considero que ese momento en que el padre, el hermano mayor o el profesor hace callar al niño que pregunta es el principio de todos los dogmas y fanatismos.
Suena muy exagerado, pero ese niño que pregunta es un científico, un filósofo, un creador en potencia. El sentido de la vida no está en las verdades reveladas, sino en el escepticismo y la duda que abren la puerta de la imaginación y la creación.
Muchas más frases como estas me tocó guardarlas para una próxima oportunidad.
(Continuará)
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