Las personas veganas a menudo se encuentran en una encrucijada cuando deben consumir medicamentos, por lo general, porque desconocen si estos atentan contra sus creencias. ¿Existen medicamentos para veganos? ¿Qué alternativas hay al respecto?
Hace unas semanas llegó un paciente a la Clínica Campo Abierto por problemas de consumo de sustancias. La doctora que lo atendió le indicó que para él lo mejor en ese momento era quedarse allí durante un par de días. El paciente aceptó, pero puso una condición: que los medicamentos que le suministraran fueran veganos. La pregunta que se hizo la doctora es la misma que nos hacemos la mayoría en este instante: ¿hay medicamentos para veganos?
La respuesta simple es no. No los hay. Pero la petición del paciente nos recuerda que el campo de los tratamientos médicos tiene aristas inexploradas, como esta relación con el veganismo, que con frecuencia pasan desapercibidas por infinidad de motivos, entre ellos la urgencia de la atención y el desconocimiento. Aun así, concentrarnos en estos no resuelve el conflicto, porque se trata de uno que no entendemos a cabalidad.
La realidad es que los medicamentos disponibles en el mercado no fueron desarrollados con el veganismo en mente. Este problema arrastra implicaciones que están a la espera de ser revisadas con mayor detenimiento en el futuro; no obstante, podríamos apuntalar algunas ideas partiendo de un par de preguntas básicas, por ejemplo, ¿qué significa que un medicamento no sea vegano?, ¿cuáles son los inconvenientes que puede tener un vegano al consumir medicamentos no veganos? Esta tarea es factible si abordamos el problema desde la ciencia antes de entrar en la ética, es decir, en la creencia.
The Vegan Society, una de las comunidades con mayor credibilidad sobre el tema, propone la siguiente definición de veganismo: “El veganismo es un estilo de vida que excluye, en la medida de lo posible y de lo practicable, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales con fines de alimentación, vestimenta o cualquier otro propósito”. De tal manera que un hipotético medicamento vegano sería aquel cuya composición está limpia de todo rastro animal y cuyo desarrollo se consiguió sin haber sido estudiado en un animal.
La ciencia detrás de la composición
Si el objetivo es rastrear huellas animales en los componentes de un medicamento, Ricardo Peña, médico especialista en farmacología y profesor de la Universidad de los Andes, sugiere que la búsqueda debe comenzar teniendo como terreno común el conocimiento de que un medicamento no es una unidad indivisible, sino que es la sumatoria de múltiples compuestos.
El doctor Peña señala que un medicamento es la presentación empaquetada de una forma farmacéutica y, a su vez, esta es la sumatoria de un fármaco y unos excipientes. Entonces, cuando decidimos rastrear las huellas de un animal en un medicamento debemos hacerlo por separado en el fármaco y en los excipientes, dado que podríamos encontrarlas en uno, en otro, en ambos, o en ninguno.
El fármaco, también conocido como principio activo, es el que produce la acción medicinal, y se divide en dos grandes grupos: por un lado, están las moléculas que vienen de síntesis química y que son “fáciles” de producir en un laboratorio; y, por otro, están las biológicas, que difícilmente se pueden fabricar y, por tanto, deben ser producidas en alguna estructura viva. La mayoría de principios activos son de carácter químico, esto quiere decir que las huellas del animal no suelen encontrarse en el fármaco sino en los excipientes.
Sin embargo, los fármacos biológicos están presentes en sustancias como anticoagulantes, proteínas, anticuerpos, hormonas, e incluso vacunas; es decir, fármacos que incluyen el tratamiento de enfermedades autoinmunes, enfermedades de la sangre, diabetes, artritis, y cáncer. Pero, esta es una aclaración importante, a pesar de que provienen de una estructura viva, las moléculas biológicas no siempre vienen de tejido animal, sino que pueden hacerlo de tejido humano o de microorganismos. Sucede lo mismo con ciertos alimentos, como el pan o la cerveza, que se producen a partir de la levadura. De hecho, podríamos preguntarnos sobre la relación de un vegano con estos alimentos para establecer algunas relaciones de similitud.
En la otra mano, los excipientes son el conjunto de sustancias inactivas que le dan estabilidad al fármaco para que nuestro cuerpo pueda asimilar su efecto. Hay excipientes que tienen la función de aglutinar los ingredientes, otros sirven como diluyentes, otros operan como lubricantes, otros como recubridores, otros como edulcorantes y otros como saborizantes. La cápsula que agarramos entre los dedos cuando tenemos dolor cabeza está recubierta con excipientes que protegen al fármaco almacenado en su interior; y, en este caso, tal recubrimiento se logra mediante el uso de gelatina, un derivado animal.
Así las cosas, cuando dejamos caer un comprimido o una pastilla en la palma de la mano estamos viendo una sumatoria de decenas o cientos de moléculas que garantizan el efecto farmacológico esperado. Pasa lo mismo con las gotas oculares, las gotas óticas, las cremas, etc. Basta ver la caja del medicamento para notar que solo la lista de los excipientes es numerosa, al punto de que a veces es necesario recurrir al registro del Invima o de la FDA para acceder a su totalidad.
Dicho esto, ¿podemos saber si un medicamento tiene rastros de animales en el fármaco o en los excipientes? Probablemente sí. Para ello debemos revisar el registro del medicamento y ser capaces de identificar cuáles de los compuestos listados provienen de un derivado animal; por poner un caso, que la Lanolina se extrae de las glándulas sebáceas de algunos mamíferos. Finalmente, y esta es otra aclaración importante, debemos recordar que la expresión “derivado animal” es una forma de nombrar el uso de muestras de laboratorio tomadas de compuestos animales.
La ciencia detrás del desarrollo
La otra orilla es menos intricada, pero igual de compleja. La mayoría de medicamentos tienen que haber sido estudiados en modelos animales para mostrar eficacia y seguridad. Esto nos deja con medicamentos en cuyo desarrollo están las huellas de los animales a simple vista, incluso, en los casos raros en los cuales la composición (fármaco y excipientes) se consiguió por completo de manera química.
El doctor Peña asegura que el estudio en modelos animales es una forma efectiva de testear el comportamiento de las moléculas para controlar y ajustar sus efectos. Aunque estamos cada vez más cerca del momento en el que los desarrollos podrán ser probados exclusivamente en modelos virtuales, aún estamos a algunos pasos de distancia de alcanzarlo. En diciembre del año pasado el presidente de Estados Unidos firmó una ley que decretaba que los medicamentos de la FDA ya no requerían pruebas en animales; desde entonces, algunos expertos han celebrado el avance sin dejar de reconocer que la tecnología en el campo está en una etapa temprana para arrojar un alto nivel de eficacia y seguridad.
Ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera, este tipo de estudios farmacológicos deben ser aprobados y posteriormente supervisados por comités de ética animal para asegurar las mejores condiciones posibles en los seres vivos involucrados. Tal acompañamiento va desde la elección del animal, por lo general mamíferos, dado que nosotros somos mamíferos, hasta las maneras de tratarlo y conservarlo a lo largo de las pruebas.
La encerrona ética
Al ser un estilo de vida, el veganismo está soportado por un sistema de creencias más o menos sólido en cada persona que opta por él. Esto quiere decir que hacer o dejar de hacer ciertas acciones o consumir o dejar de consumir ciertos productos termina siendo una decisión de raíces afincadas en lo profundo del pensamiento. Hacer algo en contravía de tal sistema puede llegar a ser chocante e incluso doloroso. Por ello, la petición del paciente de la Clínica Campo Abierto resulta urgente.
Dado que no hay medicamentos veganos, ¿cómo seguir sin traicionar dicho sistema, esto es, sin traicionarse a uno mismo? La definición de veganismo citada más arriba puede ser de utilidad en algunos casos: “El veganismo es un estilo de vida que excluye, en la medida de lo posible y de lo practicable, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales con fines de alimentación, vestimenta o cualquier otro propósito”. La clave estaría en la frase marcada: ¿es posible no consumir determinado medicamento? Por ejemplo, ¿es posible no tomar insulina en el caso de los pacientes con diabetes?
Para algunos será más fácil llegar a la respuesta que para otros. Hay personas que harán un mayor esfuerzo frente al hecho de que su pastilla tenga alguna proporción de lactosa en los excipientes. Así como hay personas que tendrán mayores reservas al tomar medicamentos que han sido estudiados en animales. El cerco cambia de tamaño en cada caso, mientras la decisión sigue estando a la espera.
De hecho, al tratarse de una decisión, tal vez otra ayuda aparezca por el lado de la ciencia si tenemos presente que el medicamento es una posible solución, a veces la única, para una enfermedad. El doctor Peña aboga por un alfabetismo en salud que consista en tener toda la información posible de dicho proceso: conocer la enfermedad, su impacto, sus consecuencias, sus riesgos, sus posibles tratamientos y las alternativas disponibles dentro de estos.
Esto se traduce en que una persona, como el paciente de la Clínica Campo Abierto, está en el derecho de conocer que su enfermedad puede llevarlo a determinado estado sin un tratamiento oportuno; pero también que algunas enfermedades tienen tratamientos farmacológicos y no farmacológicos; y que, dentro de los farmacológicos, a veces hay más de una alternativa disponible. Probablemente poseer esta información no resuelva el conflicto, pero es mejor actuar por convicción que por ignorancia. En últimas, la medicina se cimenta en la toma de decisiones informadas.
*Escritor y filósofo. Colabora con frecuencia en Bienestar Colsanitas y en Bacánika.
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