Algunos niños perciben de manera distinta estímulos del ambiente como los ruidos estrepitosos, los olores y las texturas de algunas comidas. Se trata de una alta sensibilidad a los estímulos externos, y es una condición que mejora con terapia ocupacional y acompañamiento.
“Desde que mi hija era muy pequeña noté que tenía una sensibilidad especial con lo que involucra sus sentidos. Todo le huele mucho, por ejemplo. Le huye a los perfumes muy intensos, también le incomodan los sonidos muy fuertes, los conciertos y lo que ha sido más difícil para nosotros: no tolera la textura de las salsas. Ni las caseras ni las procesadas, entonces su alimentación es todo un reto”, cuenta Isabel Salazar, directora de El Conserje Marketing de Opinión y mamá de María Belén, quien desde muy pequeña presentó una sensibilidad más pronunciada que otros niños.
Lo que sucede con María Belén y muchos otros niños que perciben las sensaciones con más detalle no es una enfermedad, es una condición derivada de una posible integración sensorial incompleta. Así lo explica la psiquiatra de niños y adolescentes de Colsanitas Catalina Ayala: “puede darse por la inmadurez de un área del cerebro que no se ha integrado con otras áreas. Todos nacemos con el cerebro completo, pero las conexiones que se generan, los caminos entre las neuronas, tienen que irse construyendo a medida que se da la estimulación del exterior. Estos niños no tienen del todo estas conexiones definidas, pero se puede ir solucionando con terapia ocupacional. Es ahí donde se le ayuda a los niños a construir esos caminos para tener la integración sensorial completa”.
Todos los bebés nacen con cierta inmadurez sensorial, por eso se sobresaltan cuando escuchan el sonido de la licuadora, una sirena en la calle, o perciben una luz directa y repentina. Pero a medida que van creciendo y el ambiente los va exponiendo a nuevas sensaciones, el cerebro va integrando esas conexiones que permiten normalizar esos estímulos y percibirlos como naturales. “Algunos niños necesitan un empujoncito extra para hacer esas integraciones”, afirma la especialista.
Los niños con alta sensibilidad pueden tener al mismo tiempo alteraciones en uno o en todos los sistemas sensoriales, y de esto dependen sus manifestaciones.
Los niños con alta sensibilidad pueden tener al mismo tiempo alteraciones en uno o en todos los sistemas sensoriales, y de esto dependen sus manifestaciones. “Pueden tener híper (exceso) o hipo (baja) sensibilidad en alguno de sus sistemas sensoriales, y esto los lleva a reaccionar de forma inesperada, o exagerada, según la visión del adulto. Por ejemplo: tener mucho temor a los ruidos fuertes; fastidio por las texturas o sabores nuevos; desagrado o llanto cuando se peina su cabello o recibe un masaje con crema, e incluso, rechazo o dificultad para interactuar con personas desconocidas. Además, es común que busquen de manera recurrente a su figura primaria de apego para afrontar situaciones nuevas, lo que se interpreta erróneamente como que está muy apegado a su mamá. La verdad es que estos niños están buscando regularse a través de la presencia de su madre”, explica la pediatra Natalia Albán, quien aboga por evitar las etiquetas en niños con condiciones que se salen de los parámetros. Prefiere llamar esta condición como una forma de ser con la que se nace y genera seres más sensibles a ciertos acontecimientos. “En un mundo donde cada vez buscamos lograr la equidad, es muy importante ver este tipo de condiciones como variantes de la normalidad”, dice.
Si bien es una condición que puede mejorar considerablemente con terapia ocupacional, acompañamiento de los padres y mucha empatía, es importante detenerse y consultar si se observan signos de alarma. Si la híper o hipo sensibilidad va acompañada de síntomas que reflejan problemas de neurodesarrollo, por ejemplo, si el niño no socializa, tiene problemas el lenguaje o en su comunicación, rechaza todo tipo de texturas, no come más de 30 alimentos (lo cual sugiere selectividad alimentaria) o su sensibilidad interfiere drásticamente en su cotidianidad y en el desarrollo de su vida, entonces puede evidenciar un problema más complejo que requiere valoración por un especialista en neurodesarrollo.
Si solo se manifiesta en una alta sensibilidad a los ruidos, las texturas, los cambios bruscos, los olores, es posible que con la terapia ocupacional se pueda resolver gran parte de esta condición y el niño altamente sensible se convierta incluso en un maestro de sus padres. Como lo analiza la pediatra Natalia Albán: “Un niño altamente sensible también es un niño que puede maravillarse mucho más con las cosas pequeñas de la vida, pues suelen ser más analíticos, creativos, observadores; suelen tener una capacidad aumentada para ver pequeños detalles que los demás no podemos notar ni disfrutar. También pueden ser muy intuitivos y tener una habilidad especial para conectar ideas. Sin duda, nos enseñan a ver el mundo de una forma diferente. Y esto es un gran aprendizaje para los adultos a su alrededor”.
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